Analista.
El cuatro de marzo de 1973, en las elecciones parlamentarias efectuadas al tercer año del gobierno del Presidente Salvador Allende, la Confederación de la Democracia CODE de oposición que agrupaba a la derecha, obtuvo 56% de la votación y la Unidad Popular UP, coalición de gobierno, el 43%.
La coalición Allendista fue derrotada por un trece por ciento de diferencia. Pese al triunfo, esta diferencia generó una lectura angustiosa en la oposición derechista, también en la oficina del presidente Richard Nixon en los Estados Unidos. Es que objetivamente fue una ganancia para el gobierno de Allende, que había llegado al poder con el 36% de los votos.
Desplazar a Allende del poder era una exigencia perentoria para el gobierno de Estados Unidos. No se toleraría otro gobierno “comunista”, después de Cuba, en su área de influencia estratégica mundial. Pensamiento compartido también por los líderes derechistas chilenos que veían amenazados sus grandes privilegios y fueron a pedir ayuda para derrocarlo. Nixon había sido claro y desembozado en las reuniones con los directores de inteligencia, cuya tarea consistía en mantener la hegemonía estadounidense en Latinoamérica. “Hacer aullar a la economía chilena. No se fijen en gastos. Cifras de seis ceros”.
Para Nixon, ese porcentaje de 43% obtenido por la Unidad Popular, era una derrota angustiosa. El enorme, costoso esfuerzo desestabilizador llevado a cabo había fracasado. Allende mantenía un fuerte respaldo de masas dispuestas a impulsar el programa de la UP que había quedado explícito en ese 43% que mostraba el ascenso creciente de ese respaldo. Pese a la crisis inducida, a los problemas cotidianos por abastecerse debido al desabastecimiento, a la propaganda aplastante, a las campañas de terror. Quedó claro. Era el fin de la Vía Uno, Track One. Había llegado el momento de iniciar la Vía Dos, Track Two. Vale decir, pasar del derrocamiento indoloro al golpe de Estado, según el cronograma del gobierno de Nixon. Lo que se concretó el 11 de septiembre de 1973, seis meses después.
Por ahora, a cincuenta años de distancia, no se ve en el horizonte la posibilidad de un golpe de Estado en Chile.
Lo que está en curso ahora mismo, es el símil Vía Uno, el derrocamiento indoloro. Las condiciones son diferentes pero el miedo es el mismo en el empresariado y entre sus servidores de la derecha política. Esos miedos fluyen desde el programa del actual gobierno. Miedo a un supuesto y persistente comunismo, al cambio, a perder el poder, a perder privilegios, a no ser más la elite, a no poder hacer lo que les da la gana. Por lo tanto, el gobierno de Boric está siendo derrocado.
El método se está adecuando perfectamente a las condiciones imperantes, que son bastante distintas. Al señor Byden no le interesa influir ni controlar América Latina con excepción de tratar de frenar a los chinos en la zona, tampoco ha demostrado un anticomunismo enfermizo a lo Nixon. Cuba ya no amenaza. Pero el riesgo permanece intacto para los derechistas chilenos.
El primer recurso desplegado es la comunicación aplastante. Ya tienen una cuota enorme de control de medios. El manejo táctico frente a la contingencia de una nueva Constitución ha sido brillante. Les ha permitido alejar ese riesgo logrando que los mismos que la apoyaron luego la rechacen. Tomaron el control del proceso constitucional definiendo una enredada modalidad en su implementación de modo que nadie entienda. Incorporaron a la despreciada clase política en el proceso. Los marchantes durante el estallido ahora brillan por su ausencia. Han caído en la indiferencia. Lograron desprestigiar el proceso, convertirlo en algo irrelevante.
No hay desabastecimiento ni los comerciantes esconden los productos. Suben los precios que es casi lo mismo para instalar rechazo. Se amenaza con el comunismo pero a nadie le interesa salvo a ellos que se asustan solos. Sabotean cualquier iniciativa en el Parlamento donde tienen mayoría. Usan los matinales en televisión como caja de resonancia para sus operadores políticos. Crean confusión comunicacional para que nadie entienda qué está pasando excepto que está todo mal así, en general, obviamente sin detalles engorrosos. Obstruyen cualquier iniciativa que clarifique el escenario. Aprovechan cualquier ocasión para desdecirse y hacer lo contrario de lo prometido. A través de las redes sociales crean campañas aplastantes de desprestigio de personas, funcionarios, políticos, columnistas, periodistas, artistas, instituciones, opinólogos, encuestadoras que apoyen al gobierno.
Por su parte, el gobierno ayuda en este esfuerzo al no poder disponer de un centro estratégico que conduzca armónicamente el proceso de gobierno. Carece de un centro decisional político con mirada estratégica. Carece de un efectivo control de sus funcionarios para evitar darle material al proceso desestabilizador. No se deja aconsejar. Recurre a políticos con experiencia y luego los funcionarios bloquean su gestión. Enfrenta un escenario plagado de fuerzas centrípetas que lo dispersan y hacen incomprensible a la ciudadanía. Ha debido introducir modificaciones muy de fondo en lo que pretende hacer. No hay mística, no hay entusiasmo para otro 43%.
Dentro de un tiempo más, la derecha, en este escenario preparado minuciosamente, pasará a las estocadas de fondo. Obstrucción parlamentaria profunda, acusaciones constitucionales, intensificación de la comunicación disruptiva, ataques al Presidente Boric en busca de su agotamiento, para luego instalar, como en el caso de Allende, acusaciones de ingobernabilidad, trabajar los errores forzados en busca de conductas que puedan ser mostradas como trasgresiones de normativas relevantes. Finalmente buscar el derrotero para una destitución que abra espacio al derrocamiento.
El derrocamiento indoloro quedaría consumado. Es lo que está en juego.
