martes, abril 30, 2024
NacionalHernán Uribe, Profundo Hombre de su Tiempo

Hernán Uribe, Profundo Hombre de su Tiempo

Crédito Foto: Patricio Muñoz Moreno

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A semanas de la despedida definitiva al insigne periodista Hernán Uribe, socialista militante de esos que honran con su compromiso al Partido de Salvador Allende, me parece de toda justicia recordarlo recuperando algunos antecedentes y facetas que cruzaron singularmente su existencia.

Uribe era no sólo de aquellos socialistas de fuste, sino que asumía como tarea personal la praxis del “latinoamericanismo”, expresión  acuñada por el Partido Socialista chileno que aplicaba al ámbito continental latinoamericano el internacionalismo proletario que profesaban los partidos marxistas-leninistas del mundo. Y el PS se había declarado marxista-leninista en su Congreso Nacional efectuado en Chillán a fines de noviembre de 1967, apenas un mes y medio después del asesinato del Ché Guevara en Bolivia y cuya consecuencia fue el increíble fragor revolucionario que recorrió a América y, sin exagerar, al planeta.

No obstante, y como decenas de miles de socialistas a lo largo de Chile en aquel período, Uribe adhirió firmemente a los postulados de la Revolución Cubana y, siguiendo los acontecimientos de su tiempo, se convertiría también en un ardiente opositor a la infame guerra que Estados Unidos declaró contra Vietnam. Al mismo tiempo, como periodista y militante, Hernán apoyaba firmemente la afanosa lucha que libraban -al interior de Estados Unidos- líderes como Martin Luther King y Angela Davies en contra de la segregación racial y la fatídica contienda en el sudeste asiático (la que, por lo demás, condenaba a una muerte absurda o a secuelas físicas o síquicas crónicas) a cientos de miles de jóvenes yanquis. Además, con la misma convicción, Uribe se manifestaba absolutamente contrario al sistema del “Apartheid” practicado por los racistas Vorster y Botha en Sudáfrica, el nefando sistema de supremacía blanca de los “afrikaaners” que mantuvo en la cárcel a Nelson Mandela por 27 años.

Hernán Uribe fue el primer chileno al que los fascistas de la Junta Militar le quitaron su nacionalidad y pasaporte cuando -tras escapar “jabonado” de una detención que lo había recluído en un regimiento de Santiago y asilarse en la embajada de Panamá- fue expulsado del país. Resultaba imperdonable para los gorilas que durante los 1000 días del gobierno de Presidente Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular, Uribe, como el excelente periodista informado, riguroso y culto que era, hubiera sido llamado a hacerse cargo de la dirección del recordado vespertino del Partido Socialista “Las Noticias de Última Hora”, el mismo  que era voceado popularmente en las calles como “¡¡L´últimaora oiga, lleve l’últimaora con las noticias del «última hora!!”…

Al mismo tiempo, Uribe fungió como Jefe de Comunicaciones de la Comisión Organizadora de la III. Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo en el Tercer Mundo, conocida como UNCTAD 3, a cuyos efectos se construyó en tiempo record el edificio Gabriela Mistral, esfuerzo de obreros y profesionales que pasó a constituir un símbolo del compromiso para instaurar también las bases del socialismo en que estaba empeñado el gobierno popular. Verdadera razón por la que los golpistas  escogieron inaugurar la dictadura allí mismo, en aquel gran salón plenario, lugar desde donde Pinochet determinaría, junto a Manuel Contreras, las atrocidades contra los cuadros de izquierda ejercida por la DINA. Desde luego, el edificio pasaría a llamarse “Diego Portales”, ícono del autoritarismo decimonónico para la élite que mandaba a los militares.

Su relación con los diarios del Ché

No obstante, apenas unos años antes, Hernán Uribe había sido protagonista de un episodio de envergadura histórica durante una operación ultrasecreta: en un gesto de confianza y lealtad política mutua, él fue una de las contadas personas -no más de media docena- que mantuvieron en su poder y bajo custodia los microfilms conteniendo las páginas del mítico diario escrito con cuidadosa precisión, jornada a jornada, en medio de la espesura de la selva boliviana, por Ernesto “Ché” Guevara. Eran las páginas que daban cuenta, desde el corazón del continente, del intento por organizar la guerrilla que liberaría a América Latina instaurando el socialismo en la región. La operación se tornó urgente después del 9 de octubre de 1967, día del alevoso asesinato del líder guerrillero argentino-cubano en la escuelita de La Higuera, ejecutado por un cabo del Ejército boliviano en una operación que involucraba directamente a la CIA estadounidense operando en territorio del hermano país.

Al respecto, el periodista y escritor boliviano, Carlos Soria, quien ha dedicado largos años a investigar y recopilar información sobre el tema, afirma en la introducción y notas de su libro “El Ché en Bolivia, su diario de campaña”:

El diario no era un secreto para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA). Los agentes que participaron directamente en contra de la guerrilla ya lo habían conocido en detalle. Los hechos sucedidos en la localidad de La Higuera, horas antes del asesinato del Che, así lo demuestran. Con Guevara prisionero, herido y en muy mal estado, los agentes acometieron la tarea de revisar puntillosamente sus escasas propiedades, entre ellas el diario escrito escrupulosamente por el guerrillero internacionalista. Fue así que el agente boliviano de la CIA Félix Rodríguez, a plena luz del día y delante del coronel Zenteno Anaya que comandaba el operativo, fotografió cada una de las páginas del valioso documento. De modo que esos negativos, así como las cintas magnéticas con los interrogatorios grabados y otros documentos capturados a la guerrilla, fueron enviados de inmediato a la embajada de Estados Unidos en La Paz en uno de los helicópteros que operaban en la zona”.

“El mensajero”

En diversos pasajes de su estructurada obra, Soria cita a un individuo peculiar, uno que ejercía a la sazón nada menos que como ministro de Gobierno (Interior) del dictador René Barrientos y, como segundo hombre del régimen, alguien que podía operar desde el corazón mismo del poder militar y político boliviano. Su nombre era Antonio Argüedas, de quien, dado el alto nivel de los contactos a los que acudía con frecuencia (los que, curiosamente, siempre estaban disponibles para él), así como debido a la información de primerísima fuente que manejaba, se sospechaba que ejercía como un agente doble de primera magnitud, traspasando información tanto a Washington como a La Habana, según conviniera. Como resulta obvio debido a su alto cargo y aún con el cadáver insepulto del Ché en inescrupulosa exhibición a la prensa internacional, Argüedas también recibió copia de los microfilms, se supone que de parte de Félix Rodríguez o quizás de parte del coronel Zenteno Anaya, quien comandaba el operativo que capturó al Ché.

Sin embargo y actuando de un modo contrario a lo que se habría podido suponer, el ministro de Gobernación quiso deshacerse rápidamente de tan quemantes documentos. No existe certeza de las razones que Argüedas tuvo a la vista para tomar tal decisión en momentos en los que, por lo demás, se especulaba fuertemente que los diarios del Ché podrían llegar a ser subastados a nivel internacional a cambio de fuertes sumas de dinero a los militares bolivianos. Tal vez Argüedas estimó que para alguien en su posición, tener en sus manos ese histórico testimonio implicaba  reconocer ante una opinión pública mundial expectante, responsabilidad en el crimen de Guevara. Así fue como buscó deshacerse de los microfilms, aunque argumentando a sus cercanos que, en un acto de rechazo a la presencia de los estadounidenses en el seno del gobierno de su país, deseaba hacerlos llegar -de modo indirecto- a Fidel Castro y al gobierno cubano.

Según revelaciones hechas en 1995 por el diario Presencia, de La Paz, se sabe a ciencia cierta, que en esos primeros meses de 1968 Argüedas llamó a su despacho a un periodista y abogado boliviano, amigo personal, con quien había militado en el MRNS de Paz Estenssoro años antes. Lo requirió porque éste mantenía relaciones profesionales y de amistad con chilenos de izquierda que,  su vez, tenían relaciones con los cubanos. Creyó que sería óptima vía para entregar las copias fotostáticas de los diarios del Ché y otros documentos sacados de la mochila del guerrillero el fatídico día de su muerte. Ese ciudadano boliviano se llamaba Víctor Zannier y fue él, efectivamente, quien los trajo a Chile, algo de lo que sí quedó testimonio. Una vez en Santiago, se reunió con periodistas de la revista “Punto Final” y otros, los que, según lo deseaba Argüedas, debían -por interpósitos caminos- hacerlos llegar finalmente a Cuba. Uno de esos periodistas era Hernán Uribe; otro, Manuel Cabieses, histórico director de la publicación. También conformaba el grupo los periodistas Mario Díaz y Carlos Jorquera Tolosa (años más tarde parte del equipo de Prensa del presidente Salvador Allende). Pero no eran los únicos chilenos conjurados pues, además, el grupo estaba constituído por los abogados Alejandro Pérez y Jaime Faivovich (nombrado Intendente de Santiago durante el gobierno de la Unidad Popular).

Según lo investigado por Carlos Soria, se lee:

“Además, según Uribe, Zannier estuvo en Santiago dos veces, una primera a fines de enero (de 1968), para anunciar el asunto ante la obvia incredulidad de los chilenos y otra, un mes después, con los documentos microfilmados en la mano, metidos en la tapa de un disco de música boliviana. Zannier no habla del primer viaje, dice que Argüedas le entregó las copias entre marzo o abril y afirma que eran seis discos y no solamente uno, pero confirma que entregó el material al equipo de periodistas de Punto Final. Uribe cuenta que el jefe de redacción de la revista, Mario Díaz Barrientos, partió de México a La Habana aproximadamente el 15 de marzo llevando los microfilms en las tapas de un disco, esta vez de música chilena”.

Años después, sería el propio Hernán Uribe quien descorrería el velo de misterio y la conjura de silencio respecto a esta verdadera misión encubierta, al describir  detalladamente en su libro “Operación Tía Victoria” (Editorial Villacaña, México, 1987), el operativo mencionado, llamando sin embargo a Zannier sólo por su apelativo de “El Mensajero”, el enviado escogido por Argüedas para entregar en Chile las copias fotostáticas de los diarios del Ché Guevara. Según Hernán Uribe en su texto, el trascendental hecho habría ocurrido entre fines de febrero y comienzos de marzo de 1968.

Cuenta Uribe en su libro-testimonio que los hechos comenzaron a desencadenarse a principios de 1968 cuando, inesperadamente, “El Mensajero” irrumpió en su oficina, en pleno centro de Santiago y, haciendo girar su sombrero entre las manos, le espetó: “¡Necesito hablar contigo!”. El tono de urgencia en su voz le indicó que el tema era serio e importante y dedujo que mejor sería ir a conversar a un lugar relajado, el Black Bar, a media cuadra de distancia. No obstante, agrega que el boliviano, sin esperar llegar al bar y “en plena calle, me dijo a bocajarro: ‘Vengo por encargo de Antonio Argüedas, él quiere entregar el diario del Ché a Cuba’…”

Como Arguedas era el segundo hombre en jerarquía de la dictadura boliviana, “El Mensajero” le aclaró: “Sé que esto parece increíble, pero el fondo del problema -y la explicación- reside en que Arguedas está hastiado de la intromisión estadounidense en Bolivia y necesita hacer algo que lo reivindique moralmente ante sí mismo y ante sus compatriotas”. Y agregó, críptico: “Él tiene una copia del diario y otras cosas del Ché… también las manos”, agregó.

Tal vez el corolario político de esta inverosímil y olvidada historia sea lo que aseveraba   nuestro recordado colega Hernán Uribe en su libro: “Nuestra Operación Tía Victoria constituyó una sonada derrota de los aparatos de espionaje estadounidenses. La CIA puede ser burlada, a despecho de sus enormes recursos”, señaló. Agregando: “Para quienes asesinaron al Che, el Diario ha permanecido hasta nuestros días como una sombra acusadora. La difusión masiva del verdadero diario constituye una victoria moral en contra del imperio estadounidense, enemigo común de nuestros pueblos”.

Luis Hernán Schwaner U
Luis Hernán Schwaner Uhttps://pagina19.cl
Periodista.  (ex Presidente del Colegio de Periodistas de Chile).  

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