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Adolescentes: Entre el despeñadero y la ilusión

Crédito Foto de Nik Shuliahin en Unsplash

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Un dramático diálogo con una psicóloga de adolescentes lleva a conclusiones igualmente dramáticas: las y  los jóvenes chilenos están muy enfermos. Pero no en la forma habitual, aquella que es visible y palpable. Es su siquis la que está en riesgo, haciendo agua. “Tengo una paciente de 11 años que se siente asquerosa, horrible, cuya madre solo le celebra el perder peso”. La chica ha bajado 30 kilos, producto de no comer o de vomitar a  escondidas  lo que ingiere, y se sigue sintiendo gorda frente al espejo.

La atención más barata para estos jóvenes se ofrece en centros terapéuticos de universidades, pero éstos presentan largas listas de espera. A lo menos de 2 o 3 meses. Y para un joven con ideas suicidas, eso es una eternidad, que puede terminar en tragedia. En el caso del sistema de salud pública, la espera puede ser de 8 meses o más.

“Todos están bombardeados por Instagram o Tik-Tok y piensan que solo teniendo ese cuerpo que se publicita como ideal -flacas palillo o curvilíneas tipo Kardashians- van a ser felices”, dice la profesional, que prefirió omitir su identidad.

Los resultados son perversos: jóvenes que se autolesionan con cortes, que sufren masivamente de ideaciones suicidas o que, derechamente, buscan la muerte como salida. La mayoría viene de hogares disfuncionales, donde hay golpes y formas de violencia más graves, con padres que sufren algún tipo de patología que los hace descompensarse. Es cierto, también están los padres que “apañan”, pero poniendo todo en manos del profesional de la salud. “Algo le pasa a mi hijo; haga algo para ayudarlo”, con conductas muy poco empáticas.

¿Por qué hay tanto daño en la salud mental, por qué la auto lesión se ha tornado tan frecuente? Principalmente, porque es una práctica que permite canalizar la angustia. “Es tal la desesperación  de los jóvenes de hoy –la cual es producto también en gran medida de la pandemia que les tocó vivir- que necesitan sacarla por algún lado; para muchos es la necesidad de verla como una herida abierta, física; transforman el malestar síquico en físico, de modo que les duele más el corte que la angustia”. Asimismo, para otros es la forma de visibilizarla ante los demás. “Lo estoy pasando tan mal que necesito que vean como estoy” sería su razonamiento. Es claramente un llamado de atención. Igualmente, hoy la autolesión física es mucho menos tabú que en otros tiempos. “Muchos de mis pacientes me lo cuentan: me cuentan que muchos se cortan, que todos sus amigos están deprimidos, que muchos toman medicamentos, algo que antes no era habitual”, señala la psicóloga.

La aparición del Covid fue muy grave para muchos niños y adolescentes. “Para los niños, los primeros años de socialización con sus pares es fundamental, y no la tuvieron por dos años; asimismo, el estar todos encerrados en el hogar generó dinámicas  intensas, hubo mucho stress, padres que se quedaron sin trabajo, y también se instaló la amenaza de la muerte; fue como una guerra, pero sorda, silente, porque en las guerras hay misiles que puedes ver, pero en el caso del Covid la amenaza estuvo en el otro y el peligro estuvo puesto en la relación con los demás”.

La profesional señala que después del estallido de 2019 hubo un incipiente sentido de lo comunitario, “lo que es favorable para la salud mental”, pero con la pandemia, esa pequeña ilusión se quebró totalmente. “Todas las redes de apoyo afectivo se rompieron y actualmente hay más problemas para socializar con los otros, hay más ansiedad en los adolescentes, algo que se notó claramente cuando tuvieron que volver a clases presenciales”, expresa.

Respecto del porcentaje de éxito terapéutico, este es bajo porque a los jóvenes se los “come” el medio. “Hay cosas que uno no puede tratar en la terapia, como la injusticia social, la miseria, la pobreza; y aunque los pacientes no lo hablen en forma explícita, vivir en un contexto donde hay muy poco dinero para vivir, daña”, señala la profesional de la salud. Una hora con un siquiatra privado cuesta, con suerte, $40.000. ”Entonces, tienen que acudir al sistema público, donde te puedes demorar 3 o 4 meses en conseguir una hora. Lo único a la mano es mandarlos a urgencia y eso tiende a colapsar el sistema, porque no es allí donde se deben resolver ese tipo de casos”.

Aunque los adolescentes no verbalizan aquello de “no era depresión, era capitalismo”, igualmente en sus testimonios salen a relucir sus realidades. “Porque ven a sus padres sacarse la cresta para ganar una miseria; porque ven que su problema de salud mental significa más stress para los padres, que tienen sacar plata de donde no tienen para tratarlos”.

Sobre exigencia escolar

Asimismo, los jóvenes de hoy, al igual que se rebelan contra la explotación laboral lo hacen contra la sobre exigencia escolar. Entre  los universitarios, la semana libre que les dan antes de los exámenes finales la bautizaron como la “semana antisuicidio”. Tampoco están dispuestos -como lo tuvieron o tienen que hacer sus padres- a estar sometidos para producir y producir, ganar y ganar dinero. “Para ellos es frustrante entrar al mundo laboral sabiendo que, para su generación, será imposible comprarse algo; ven su independencia económica como algo extremadamente difícil y por ello se cuestionan el trabajar ‘como chino’ para , al final, no poder lograr nada; ven que el modelo de los adultos está entrando en crisis”.

Lo anterior lleva aparejado el pánico a crecer, que es parte de la adolescencia, pero que hoy es mucho más fuerte. “No soportan pensar que la vida se reduce a trabajar y trabajar, sin tener salida y que las decisiones que tomen tienen que ser definitivas, como por ejemplo entrar a una carrera y trabajar en ello en resto de tu vida; parte de la terapia debe apuntar a quebrar eso, a reducir esas angustias; a ir moviendo esas creencias sobre la adultez y el trabajo”.

Asimismo, los jóvenes de hoy sienten que sacar un título no les asegura nada. Aunque sean ingenieros… Ahora, si quieren ser actores, peor. La sociedad se encarga de enrostrarles que ello está fuera de los parámetros. “Hay chicos que atiendo que ni siquiera se atreven a contarles a sus padres sus deseos porque estos quieren un hijo médico, o abogado, porque se supone que esas carreras te aseguran una pega; pero lo peor es que hoy, eso ni siquiera es tan claro”. La respuesta que los jóvenes están siempre escuchando de sus padres es “estudia primero algo que sirva y después lo que quieras”… Y eso es tremendamente desmotivador para los jóvenes.

Otro problema que enfrentan los jóvenes de hoy es la queja de sus padres, quienes reclaman contra la supuesta “generación de cristal”, una a la cual todo les afecta. “¿Cómo puede ser que estén deprimidos si lo tienen todo?” Y lo que muchos adolescentes necesitan es cariño. Los padres creen que sus hijos están haciendo show, que se les pasará. No les calza que tengan cuadros depresivos graves. Y minimizar el dolor de los hijos es peor aún.

Frente a este cuadro tan negativo, ¿cuál puede ser el pronóstico de la salud mental en Chile? Según la profesional, algo bueno es poner el tema sobre la mesa. “El tener un Presidente de la República que asume que tiene TOC y que lo visibiliza –y de este modo lo desestigmatiza- es un avance tremendo”. El hecho que ir a terapia no es para “para los locos”  sino que se trata de un espacio para hablar de uno, es otra cosa positiva. La psicóloga considera igualmente que la nueva Constitución contiene buenas noticias respecto de la salud mental y piensa que si ganara el rechazo, ello pegaría muy fuerte en la gente joven. “Creo que hay demasiada rabia acumulada, mucha frustración frente a un sistema que pareciera estar hecho de piedra inquebrantable; hay muchas ganas de gritar a los cuatro vientos que este mundo está mal y que hay que hacer algo al respecto. De otro modo, volverá a explotar esa rabia. Porque son años de miseria, de atropello a los derechos, de abusos, de pisoteo”. Y los jóvenes ya se dieron cuenta.

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