Economista, Instituto Igualdad
El despertar de Argentina es no solo legítimo y necesario ante la crisis social y económica que experimenta un país con tanta riqueza humana y material.
La política no estuvo a la altura que requería la gobernanza para sacar a ese país del pozo negro.
La necesidad de sobrevivir. La pobreza galopante generada por una hiperinflación no tuvo un camino de solución por los políticos de siempre y ello permitió que surgiera un líder mesiánico que ofreció dar un vuelco para enfrentar esa crisis.
Se trata de una propuesta con un horizonte imaginario que permite soñar con hacer de Argentina un país grande ydesarrollado. Sin duda que ese pueblo quisiera que así fuera. Pero, de quién viene esa promesa y esa apuesta. De un líder ultraderechista que se declara anarcocapitalista, una especie que no ha sobrevivido nunca y que no tiene sustrato ni proyecto que pueda validarse seriamente en un planeta que no resiste más anomia ni entropía.
Querer construir de la nada, partiendo de cero, sin validar el patrimonio logrado en democracia y que permite contar con bienes públicos con un alto aprecio y requerido por la mayoría de la población como es la educación y la salud pública, de igual acceso para todos, es decir, querer eliminar todo lo que sea accesible por la mayoría de los habitantes para eliminar el estado, ciertamente, es un salto al vacío y con la certeza de que caerá en una piscina sin agua.
Milei quiere ser el Maradona o el Messi de la política. Sus méritos no dan cuenta de un proyecto país viable, solo de un imaginario que viene bien para llevar las mentes de los atribulados argentinos a soñar. Nadie en su sano juicio puede dar crédito a sus promesas, salvo quienes ya no ven solución a sus reales problemas como es la mayoría del pueblo argentino. La cuestión es que esta utopía no es más que humo. El sufrimiento del pueblo no está en la mente de los que aplauden a Milei, está en la elite del poder económico. Este peregrino proyecto de un nuevo capitalismo gira en torno a EE. UU. y su moneda y donde el capital no tendrá barreras para apropiarse de la riqueza de Argentina.
El proyecto anarcocapitalista de Milei no tendrá más futuro si no es a cambio de instalar una dictadura. Será por la fuerza que podría intentar quitarle a ese país su democracia para instalar el capitalismo más depredador y concentrador de riqueza que haya visto Argentina. Bolsonaro, intentó entregar la Amazonía a la explotación capitalista con un inimaginable riesgo de hacer colapsar al planeta al borrar los ecosistemas y biodiversidad que atesora la selva del Brasil.
En Chile, en víspera de plebiscitar una nueva constitución, la derecha festeja el triunfo de Milei con la esperanza de que en nuestro país ese episodio sirva para encantar a la población proclive a dejarse llevar las promesas populistas. Mucho de lo que piensa Milei está en la mente de la ultraderecha criolla. Su nueva constitución, mezcla de fundamentalismo del Opus Dei – combatido por el propio Papa – con lo más retrógrado y desestimado por la opinión de prestigiadosteóricos del capitalismo, degrada al estado como ente representante y protector de toda la sociedad, reduce los derechos sociales, menoscaba el cuidado del medio ambiente y mercantiliza los bienes públicos y la explotación de los recursos naturales.
La libertad de Milei es transformar a los ciudadanos en consumidores de un mercado desregulado e inmisericorde donde la libertad es sólo la de elegir por sí mismos los productos que ese mercado le ofrezca a condición de que dispongan de dinero para que puedan comprarlos. Es la ley de selva, lo que por siglos las luchas sociales con millones de mártires han tratado de combatir. La democracia ha sido el camino, pero no para conducir al abismo del caos y la destrucción de lo que ha conseguido la sociedad a su favor en derechos sociales, iguales oportunidades al acceso de bienes públicos, protección del medio ambiente y la vida del planeta.
No se trata sólo de la libertad de elegir cualquier camino. Corremos el riesgo de ser conducidos a un precipicio, a la negación de todo modelo de igualdad, solidaridad y justicia, al desquiciado invento de populistas que solapadamente defienden un sistema concentrador de riqueza, excluyente, desigual, depredador de la vida en todas sus formas. Lo hacen disfrazando la democracia con elecciones donde la ciudadanía puede ser confundida o simplemente engañada con promesas de cambio que llevan a la sociedad de regreso a la esclavitud y la barbarie.