Analista.
La llamada crisis que estamos viviendo tiene un origen soterrado, un inicio profundo, energías atrapadas en las grietas del subsuelo social, en el ánimo de los ciudadanos, que están fluyendo inesperadamente y se derraman como lava hirviente, literalmente como flujos piroclásticos que siempre han estado allí.
Dicen que no hubo fumarolas previas ni temblores como ocurre en las explosiones volcánicas. Las hubo. Pese a ello,el presidente se atrevió a decir que “nadie lo vio venir”.
Completamente falso. Lo que debió decir, si hubiera sido honesto y estoy diciendo exactamente eso, que una afirmación como esa en su boca es una deshonestidad, es que no quisieron reaccionar ante lo que se venía, no pensaron que sería tan incontrolable, pues no tengo dudas de que todos ellos, la elite gobernante y la elite empresarial sabían perfectamente lo que estaban haciendo y desde cuándo. Por allá por el año dos mil once, Alberto Mayol se los dijo en sus caras en una reunión de la Enade: “no se puede construir economía sin sociedad”. Ninguna novedad para ellos, pues eso es lo que se habían propuesto hacer. Tomar en cuenta a la sociedad, a los ciudadanos, a la muchedumbre, tiene altos costos y su lógica es eliminar el máximo de costos posibles y maximizar las utilidades.Tomarlos en cuenta solamente como un factor productivo, consumista y administrador nada más.
La futura erupción estaba ahí y ellos lo sabían. Era necesario tomar el gobierno para cautelar que todo siguiera como estaba, evitar el estallido, estabilizar los flujos de dinero, no debía haber cambios e incluso era necesario desarmar los cambios amenazantes que había empezado a hacer el gobierno anterior. Para ello se creó un programa ganador, una especie de oferta imposible de rechazar que sabían muy bien que no podía ser cumplida.
Pero eligieron al hombre equivocado que al inicio parecía el hombre perfecto. Les pertenecía, pensaba como ellos, era dueño de las mismas codicias, despreciaba también a la muchedumbre, había recibido dinero en abundancia, estaba comprometido como el mejor. Pero era un hombre incapaz de contenerse a sí mismo, sus pulsiones profundas, sus ambiciones, la irrefrenable adicción a la celebridad. Y dañó todo el diseño. Incapaz de percibir que se engañaba y que traicionaba a todos los demás, hizo detonar el magma subyacente.
La erupción es terminal. El ejercicio de lucha ciudadana equivale a muchos meses de educación cívica formal. La toma de conciencia, la visualización del poder de la masa, la irrupción de una voluntad desconocida, auguran que esta lucha no se detendrá, porque esta lucha se apoya en el desprecio hacia las clases dirigentes, los políticos, las organizaciones, los partidos, las instituciones y en la percepción de que existe otro lugar donde también hay poder y decisión.
Y este hombre, elegido por los suyos para manipular los cursos económicos y políticos, al frente de un proyecto destinado a sujetar la evolución del malestar y endulcorar la conciencia ciudadana, el día ocho de octubre del año pasado, montó en un canal de televisión una provocación incomprensible: “En medio de esta América Latinaconvulsionada veamos a Chile, es un verdadero oasis, con una democracia estable. El país está creciendo”.
Diez días después empezaron a surgir desde la profundidad las oleadas de lava ardiente. La idea de un oasis fracturó la última resistencia de las placas bajo presión. Cuando cada ciudadano fue informado por el propio presidente que vivía en un oasis, toda la erupción quedó instalada, lista para detonar por treinta pesos de alza en el pasaje del Metro.
Parecía lava ardiente pero era miedo creciendo al interior de los dueños del poder. De pronto los chilenos mostraban otra cara, empezó a derramarse otra conducta por todo el país: la desobediencia. Ese espectáculo sorpresivo instaló el miedo en la clase dirigente. Ese miedo crecía en la misma proporción en que se expandía la lucha callejera, la masividad, las consignas, la explicitación de los requerimientos negados por años. La reacción entonces no pudo ser otra. Negar, distorsionar, minimizar la rabia de los ciudadanos y convertirlos en un enemigo poderoso, insensato. Un acercamiento esquizofrénico: ciudadanos contra ciudadanos a quienes había que declararles la guerra. Después apoyar las marchas multitudinarias, luego atacarlas. Después del oasis vino la otra provocación insoportable: o se someten o son castigados. Fueron castigados con crueldad por una policía autárquica, por unos militares dubitativos por lo tanto ineficientes pues fueron arrastrados a un escenario equívoco. El caos en las calles y en los centros decisionales gubernamentales se expandía como el miedo, como el fuego.
Juego sucio
Los grandes grupos empresariales acusaron el impacto. Dirigentes gremiales empresariales y políticos derechistas comenzaron a opinar sobre la crisis, fijaron posiciones y criticaron al presidente. Se olía en el aire el riesgo de una crisis mayor que modificara lo que se intentaba estabilizar. Entonces, como es lógico, mirado desde las leyes de la historia, surgieron las insinuaciones de soluciones terminales. Golpe de Estado. Ya lo habían hecho: Jugamos a la descompresión hasta que ya no se pueda más, en caso contrario…no admitiremos un cambio de modelo.
No nos podemos engañar. Jugarán a la descompresión, lanzarán a la cancha todo tipo de maniobras y juego sucio. Tienen con qué instalar lo que quieran. No pueden permitir cambios estratégicos. No lo tolerarán, sienten que se les va la vida en ello. ¿Podrán permitir que la gente común y corriente trate de imponer cómo se debe vivir, cómo debemos relacionarnos, como manejar las finanzas públicas, diseñar la institucionalidad, ponernos problemas para el despliegue de nuestros capitales, controles, fiscalizaciones, cambiar las cosas, cambiar los derechos y deberes, instalar democracia efectiva, reglas justas?. Obviamente que no.
El capitalismo manchesteriano, añejo, superado, buscandotodo su esplendor, operado por una clase ambiciosa y mediocre, de pocas luces, de goces bastardos, de éxito inmediato, acumuladora de cosas, arrogante. A eso nos enfrentamos.
Es un choque en la desprestigiada lucha de clases que una y otra vez levanta su cabeza, se alza siempre porque corresponde a una ley inexorable de la historia que se cumple querámoslo o no. Explotados contra explotadores. Recuperemos el lenguaje que nos pertenece, para poder nombrar la realidad de las cosas tal como son. El lenguaje ayuda a disipar la tinta que durante tanto tiempo han estado echándole al agua.
