Analista.
No puede haber un sistema serio de inteligencia en nuestro país, lleno de incertezas y corrupción, aún en los espacios más delicados. Cuando un diputado integrante de la Comisión de Control del Sistema de Inteligencia del Estado, graba a escondidas en una reunión con el Presidente de la República y luego de difundir la información entregaexplicaciones pueriles, ya no hay esperanzas. Menos aún, cuando dicho integrante de esa instancia de alto secreto, ha escapado a Argentina por 23 giros dolosos de cheques y se ha asegurado de regresar cuando ya la causa ha prescrito, es peor aún.
Cuando este tipo de personas han participado en las investigaciones sobre la actuación de los organismos policiales y de inteligencia en la Operación Huracán, en la cual se mintió y se tergiversaron los hechos, la inquietud se acrecienta.
Si la intromisión de la política, como contenido sustantivo para el diseño de las normas y principios de un Sistema de Inteligencia, arrastra, hasta entrar en un ámbito técnico de alta exigencia y rigurosidad los vicios y degradación de esta política, el problema crece en magnitud y riesgo.
No se puede improvisar a la hora de enfrentar las veloces modificaciones que aplica en su actividad el crimen organizado transnacional. Menos aun cuando la ausencia de una inteligencia seria de alto nivel es lo que tenemos y cuando dicho crimen ya ha penetrado bastante en la arquitectura institucional.
Pero todo puede ser peor aún. Desarrollar inteligencia en un escenario voluble e incierto, en una sociedad que se va alejando de las instituciones para construir confianzas, una sociedad que se está desarmando y surgen múltiples ámbitos y áreas para el ejercicio del delito, la transgresión, un sistema político en demolición, una ausencia de solidez en la conducción de la gobernanza estratégica, todo ello, dificulta crear normas, métodos, apoyos, definiciones procedimentales, equipos humanos y tecnológicos. Todo aquello es una exigencia de modernización que brilla por su ausencia.
Estas circunstancias explican con claridad, la enorme dificultad que nuestro país enfrenta para disponer de servicios idóneos y efectivos en el ámbito de la inteligencia. Quiero decir que cuando personas que carecen de conocimientos técnicos e idoneidad ética, escriben u observan normas de funcionamiento, leyes, sistemas, dispositivos de control, poniendo por delante intereses personales o requerimientos partidistas, insertos en el juego voluble de la política, no se puede esperar avances consistentes perdurables en el tiempo.
Inteligencia es una función que requiere antes que nada certezas, precisión en el diseño de las misiones, funcionarios de alta preparación dueños de una dilatada experiencia, recursos tecnológicos, vínculos inter institucionales fluidos y convergentes, confiables, contactos internacionales, formación permanente que siga los avances y modificaciones de la función. Todos estos requerimientos sufren graves deformaciones, cuando quienes intervienen en su curso son personas de dudosa calificación, impulsadas por intereses ajenos a la especificidad de los factores técnicos e impulsados o controlados con fines de posicionamiento político. Cuando los enfrentamientos políticos y las ansias respectivas invaden todo el espacio constructivo de opciones de seguridad y conocimiento profundo, el diseño de la función de inteligencia, sus entornos y fronteras se hacen imposibles, ni pensar en la perduración de tales implementaciones.
Además, cuando es necesario que las crisis no anticipadas aparezcan imparables, y los homicidios y despliegues del crimen organizado se hagan dramáticos, para recién entonces empezar a diseñar sistemas y leyes, el resultado siempre será una improvisación que nada tiene que ver con el diseño cuidadoso, analizado en profundidad, pensado con serenidad, sin pasiones bastardas o competencias de última hora. El resultado es lo que tenemos. Un escenario confuso, trabado, sin horizontes de largo plazo, una inteligencia provinciana, anclada en viejos prejuicios y ataduras obsoletas. Enfrentamos un escenario estratégico en continuo movimiento, que se desplaza entre variantes muchas de ellas no suficientemente analizadas. Ello impulsa a copiar diseños ajenos que sí funcionan en otros países y quizá es probable que funcione en el nuestro, se hace entonces una aplicación mecánica, al margen de la idiosincrasia, modalidades, requerimientos específicos, se buscan fórmulas probadas en otras partes, se inducen textos superados por la práctica. Entonces, hay que esperar la próxima crisis o el próximo homicidio para agregar una par de artículos a la iniciativa en curso. Es decir, el ritmo del desplome.
«Quis custodiet ipsos custodes» . Se atribuye al poeta romano Juvenal la frase, pero el uso politico fue de Socrates al referirse a la moral funcionaria: » ellos se cuidan solos» responde Platon y discurre una triquiñuela: Hagamosles creer que son mejores que nosotros y asi formados (y envanecidos) nos protegeran. El lenguaje literario es connotativo y nos arroja a nuevos posibles significados – » Quien cuida a los custodios» es una sentencia polisemica y derrama una cascada de significados, interpretaciones y aplicaciones a la vida politica: vigilar a los custodios? cuidarnos de los mismos? asi durante siglos, y yo, propenso a las teorias conspirativas comienzo a derrapar: a quien protegen los custodios? Asi , caigo en la opinion de un consejero constitucional que reclama un titulo especial en el proyecto para las F.F.A.A. reboto en las columnas del especialista en temas de defensa Sr. R. Kouyoumdjian Inglis de E Mostrador quien en su preocupacion por preservarlas de la contaminacion politica reitera la demanda de un estatuto constitucional aparte para las F.F.A.A. producto de valores anteriores al Estado chileno y a los tumbos leo con atencion la excelente nota «El desplome de la inteligencia» de A. Ramos L. en este medio. Alerta por la urgencia de un debate y sin buscar vecindades ideologicas entre las voces mencionadas se me ocurre pensar que siendo » la inteligencia» un enfoque instrumental de la comunidad para construir una institucionalidad imaginada cae, inexorablemente, en la categoria de un organo politico y pretender comprender el problema, ´porque asi lo califica Ramos, despojandolo de intereses y circunstancias es un improductivo error movido por un positivismo idealista sin respaldo.
La moral funcionaria y su correlativa reflexion etica no son entidades inmutables y eternas sino sustancia de la dinamica social en su proceso permanente de generacion, que historica y militantemente debemos , nosotros, y no los custodios solamente, cautelar en pos de un imaginado futuro institucional que nos trascienda.
Agradezco el trabajo de Pagina 19 por sostener una mirada critica de los hechos y la oportunidad de opinar, cordialmente. R. Marcel