“Los huemules vienen de la luna. Enamorados de la Tierra, de sus crepúsculos, ríos, nevadas cumbres, verdes valles y orgullosos bosques, se acercaron a los contornos de la luna para mirar la Tierra que los hechizaba. Se acercaron tanto al borde que terminaron cayendo a la Tierra. Desde entonces usan sus astas como alas para navegar en ella en las noches patagónicas”. Antigua leyenda indígena Aonikenk o Patagona.
A pesar de que el huemul es un símbolo presente en el Escudo Nacional es uno de los animales menos conocidos por los chilenos. Esto porque naturalmente es difícil verlos pues es un animal muy huidizo y también porque a los chilenos les cuesta conocer lo que le es propio.
Su nacimiento, como símbolo patrio en el escudo nacional fue curioso. En la primera versión de este, al conocido cóndor lo acompañaba un regordete y brioso caballo chileno. Luego, en 1832 ya en el gobierno de José Joaquín Prieto, el inglés Carlos Wood Taylor, con mentalidad de identidad nacional, instaló definitivamente allí al huemul y desde entonces nos ha acompañado.
A la llegada de los españoles a América en el siglo XV había unos 200.000 huemules repartidos entre Chile y Argentina. Ahora, solo quedan 2.000 ejemplares, unos 1.600 en Chile y 400 en Argentina. Acá sobreviven algunos pocos ejemplares en la cordillera andina de Ñuble, otros en los montes de los Lagos, un núcleo importante en Aysén y escasos individuos en Magallanes. Lo que la Naturaleza se demoró 3 millones de años en perfeccionar evolutivamente los chilenos lo han liquidado en unas pocas centurias. En solo 500 años esta especie está a punto de perderse en la bruma de la historia evolutiva.
El huemul es un conspicuo descendiente nativo de América de los primeros cérvidos de Asia, donde se originaron, que luego pasaron a Europa y más tarde a América del norte y desde allí al sur por el istmo de Panamá. Este bello animal es un producto evolutivo que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo. Genéticamente es muy raro y se distingue claramente de las otras 48 especies de ciervos que existen en el mundo. No pareciera haberse originado de un tronco común sino como una especial creación local. Más aún, es muy distinto a los otros dos ciervos chilenos: la nortina Taruka y el sureño Pudú. El huemul pareciera venir de otro mundo o de la luna.
El huemul es un rumiante delicado. Es muy pacífico y come solamente algunas plantas, muy tiernas, pues en su maxila carece de incisivos y caninos. Las hembras demoran 7 meses en tener el cervatillo. Este, una vez nacido es dejado solo, camuflado entremedio de la hierba. Solo los machos tienen cornamenta la cual mudan todos los años.
Previo a la Colonia española era posible hallar huemules desde el actual río Mapocho hasta el Cabo de Hornos. Se expandió hasta Santiago luego del retroceso de las diversas glaciaciones que afectaron al territorio chileno durante miles de años. En la medida en que la tierra se fue calentando, su hábitat optimo comenzó a disminuir y sus grupos poblacionales retrocedieron hacia el sur austral, a reductos montañosos y fríos. Sin embargo, hasta allí legaría el holocausto del progreso persiguiéndoles. La mal llamada Pacificación de La Araucanía y la Colonización europea de Vicente Pérez Rosales, llevarían consigo gigantescos incendios forestales, mediante los cuales se quemó lo mejor del bosque nativo chileno, para abrir campos trigueros y praderas para el ganado. Más tarde no tardaría en llegar la colonización de la Patagonia, durante la cual arderían también millones de hectáreas del bosque patagónico, sus montes y con ellos los últimos senderos del huemul.
Al igual que los otros animales silvestres chilenos fue solo hasta 1929, cuando se promulgó la Ley de Caza chilena, que el huemul pudo respirar algo. Sin embargo, el mayor daño ya había sido hecho. Durante 400 años fue una presa abundante y muy codiciada por su carne y piel. Los pueblos indígenas australes, los hacendados coloniales y criollos, ganaderos, campesinos y cazadores exterminaron sus diversas poblaciones de las zonas centro y sur. Sin embargo, a pesar de la ley, la caza ilegal siguió siendo frecuente durante décadas en el campo chileno. Este especial animal no tuvo descanso sino hasta el establecimiento de CONAF por el presidente Salvador Allende en 1970 y con ella, la instauración de muchos Parques, Reservas y Monumentos naturales, mediante los cuales los últimos reductos de su hábitat esencial fueron protegidos. Desde esa fecha, su hábitat, su alimento y zonas de reproducción ha sido titánicamente preservados con un miserable presupuesto impidiendo su temprana extinción. Hoy día subsisten pequeños grupos aislados de este animal cada vez más asediados por perros de vida libre, los cuales se asocian instintivamente para cazarlos, especialmente a los indefensos cervatillos. Estos son muertos hasta en un 30% cada año. Las madres huemul hacen un esfuerzo gigante todos los años por avanzar hacia una población viable, pero los agricultores y ganaderos, sus ovejas, vacas y perros, colindantes a su hábitat, no cooperan a esta titánica tarea. No se puede repuntar con tal sangría.
Hace ya casi un decenio, un abogado fotógrafo aisenino comenzó a fotografiar huemules con unas extrañas protuberancias en ojos, cuello e ijares. Los animales comenzaron a morir. Las necropsias mostraron que esos abscesos purulentos y malolientes eran causados por una enfermedad que las 300 mil ovejas aiseninas traspasaban a los huemules. ¡Las ovejas están matando a los pocos huemules que quedan! El monitoreo de CONAF indica que hasta un 40% de los huemules locales están infectados con diversos grados de daño. La Pontificia Universidad Católica de Chile a través de su centro CAPES, la Facultad de Veterinaria y Ciencias Pecuarias de la Universidad de Chile, alarmados han comenzado a investigar temas claves para controlar esta enfermedad. Sin embargo, el Estado chileno hace ya varias décadas no destina fondos adecuados para ello. Es el incomprensible abandono fiscal del Escudo Nacional, al borde de una posible extinción final.
Un país desarrollado es un país sin extinciones biológicas. Actualmente los países avanzados han logrado prevenir y evitar todas sus posibles extinciones de animales y plantas nativas. Eso refleja la robustez de sus políticas medioambientales y el enorme compromiso fiscal y de la ciudadanía. ¿Se extinguirá pronto la mitad del Escudo Nacional? Si en los próximos 20 años el Fisco chileno sigue escatimando los recursos para controlar sus amenazas, sino modifica la llamada Ley Cholito, que con su millonario gasto no ha alejado a los perros de las crías del huemul, sin duda que lo hará. Habremos perdido la oportunidad de ser un país moderno y desarrollado, pues se habrá extinguido una parte muy especial de nosotros.
