Sociólogo.
Hay veces en que mirar desde lejos, nos permite ver lo que tenemos cerca. A veces mirar hacia atrás, nos muestra el camino que tenemos por delante. A veces, hay veces.
En esta entrada abordaremos dos hechos de la máxima importancia y que podrían dar cabida a investigaciones acotadas, pero, sobre todo, que habrían de entenderse como una labor de crear conciencia entre todos y un llamado a nuestras autoridades, para abordar los temas fundamentales relacionados con el cambio climático, en una perspectiva de política pública proactiva, enfocada al bienestar y el equilibrio de la población. La ocasión privilegiada que se nos presenta, por ser el país sede de la COP25, a fin de año, no debiera ser pasada por alto, para que “nadie quedara atrás”.
Actualmente, los más ricos del mundo, se encuentran reunidos como todos los años en Davos, Suiza, en el WEF o Foro Económico Mundial. Como todos los años, desde hace algún tiempo, dos temas han ocupado un lugar preponderante que merece ser destacado: el Cambio Climático y la pobreza. Hermanos gemelos de un mismo origen, ambos han adquirido una importancia creciente y desmesurada que ya no puede ser más ignorada. Ni en sus consecuencias, ni en sus orígenes.
El informe científico del IPCC AR15, de octubre 2018, que hemos citado en nuestras dos contribuciones de este año y que ciertamente ha de marcar en sus efectos, las relaciones que tengamos con el mundo en el tiempo a venir, nos dice que cualquiera que fueren nuestras acciones globales para limitar el aumento de gases efecto invernadero (GEI) en los próximos años (1,5°, 2°, 4° o 7°C… a fin de siglo, según fueran nuestros esfuerzos), el alza del nivel del mar continuará más allá del 2100 y por miles de años.
Un estudio publicado en la revista especializada Science la semana pasada (enero 2019), sobre la cantidad de calor que absorben los océanos, tendría de que hacernos reflexionar y viene a ratificar lo que hemos establecido al citar el informe del IPCC. En él se demuestra que las estimaciones sobre la absorción del 90% del calor planetario acumulado en el mar, entre 1971 y 2014, han sido mucho menores que lo que actualmente consideramos y, en consecuencia, las proyecciones acerca de los deshielos de la Antártica y la subida de los niveles del mar, son notablemente mayores que lo que hasta acá podíamos asegurar. Es cierto que ningún registro individual, de forma aislada, puede atribuirse al calentamiento global. Pero colectivamente, estos registros de calor y las demás manifestaciones asociadas, son consistentes con el tipo de eventos extremos que esperamos ver crecientemente aumentados en un planeta que se calienta
Si tomamos en cuenta que la subida del nivel del mar afectará la vida de unos 600 millones de personas que habitan en las costas y sufrirán las consecuencias de un alza del mar de varios metros de altura, así como si consideramos la fuente de vida, que la pesca marina significa para una gran parte de la población, que allí encuentra la fuente principal de proteínas animales en su alimentación, veremos que los efectos de esta realidad están lejos de ser tan ordenados como nuestras palabras tratan de serlo.
Aún más, por si creyéramos que ello no nos afecta de manera directa, digamos que los cambios de temperatura en el océano, que -ya sabemos-, ocupa las tres cuartas partes del planeta, afectan todo el sistema hidrológico y la criósfera y por ende, la existencia de agua dulce, su utilización en la agricultura, la desertificación, las sequías, los incendios y los mismos aumentos de temperatura. La vida parece constituir una enorme e intrincada red de relaciones en sistema, donde todas las formas de vida están íntimamente vinculadas con nosotros, nuestros estados de ánimo y equilibrio general.
Aunque no podamos saber aun como ello ocurre, no pareciera caber duda que nuestros valores éticos y sentidos profundos de estar en el mundo, tienen que ver con esta perspectiva de consciencia colectiva, entre cuyos alcances podríamos al mismo tiempo, encontrar los gérmenes de la necesaria transformación global que necesitamos.
Hace ya una decena de años, se ha incorporado en las negociaciones de Cambio Climático de NU, la noción de “deuda histórica”, que en Chile se ha discutido desde hace mucho más y que concierne todas aquellas acciones realizadas por una de las partes en su beneficio y que han impedido el desarrollo equivalente de la otra, o provocado ciertos efectos históricos, que aún siguen afectando.
Y si desde la perspectiva cuantificable de la monetarización, ello ha producido ciertas certezas (por ejemplo, en las compañías aseguradoras) y ciertas incertidumbres (actualmente se discute en UN, en el seno de Daños y Pérdidas) acerca de la dimensión y contenido de los Costos Económicos No Cuantificables (NELD), otra es la realidad cuando se trata de valores que simplemente no pueden tener precio, y que precisamente por ello, se ubican en el corazón significante de una cultura.
El alza del nivel del mar, tiene de que preocuparnos a todos. El que la mitología Mapuche haya consignado este hecho, debiera ocupar a varios. Fundamentalmente, a los “tomadores de decisiones”, porque sería de gran interés para la política pública y las acciones de crear consciencia acerca de los significados del caos climático, que se supiera, en las “zonas de conflicto”, que en Chile tenemos una tradición que ha recogido estos hechos en su memoria colectiva.
En efecto, la experiencia nos ha demostrado que parte importante de la solución de un conflicto, radica en el reconocimiento por parte de los “ganadores”, de las tradiciones y costumbres de quienes en los enfrentamientos a que ha dado origen “el progreso” (guerras, exterminios, explotaciones, genocidios) han llevado la peor parte, pero que, como los mapuches, siguen resistiendo.
Resultaría de interés pensar en cómo el mito de fundación Mapuche de Tren Tren y Cai Cai, a la luz del caos climático actual, refiere casi como un relato vivencial, al alza del nivel del mar y el recalentamiento de la tierra, por la lucha encarnizada de dos fuerzas en permanente pugna, que conducen a la desaparición de la humanidad, la extinción de las especies y su posterior repoblamiento.
También, por cierto, que, aunque más allá de los sistemas de creencias, pueda discutirse del carácter visionario de este relato de historia mítica, no podría discutirse, que su utilización en los espacios locales de las comunidades Mapuches, sería un incentivo para que la gente recuperare su amor en las historias de la tradición, la confianza y orgullo en su cultura, así como que sería un aporte para la generación de espacios públicos de respeto, para los no Mapuches involucrados en el proceso.
Los gobiernos alimentan los extremos de la desigualdad, al subsidiar los hidrocarburos fósiles, conceder beneficios fiscales a las grandes empresas y las personas ricas, mientras siguen sin financiar adecuadamente servicios públicos básicos, como la salud y la educación. Y si las personas en situación de pobreza son quienes se ven más afectadas por estas políticas, debemos tomar en serio que, entre los Mapuches, la pobreza es de casi un tercio más que entre los chilenos.
¿Qué le estaría pareciendo a Némesis, con vara de manzano y corona de plata?
