Periodista y Psicóloga.
Cuando ya pensábamos que no podía haber vuelta atrás, 40 comunas en el país retrocedieron en el Plan Paso a Paso del Ministerio de Salud. Duro golpe noticioso para los chilenos el lunes primero de marzo. Especialmente, cuando muchos habían tomado decisiones significativas, como volver a confiar y mandar a sus hijos al colegio.
En Santiago, 7 comunas volvieron a fase 2, es decir nuevamente fines de semana de encierro. Algo que desconcierta y descoloca si se piensa que ya habían abierto los cines y se esperaban otras buenas noticias en el ámbito cultural y recreativo.
Pero hoy somos presa nuevamente de la incertidumbre, de la falta de certezas cotidianas, de la inseguridad instalada en medio de nuestras vidas. Y si hay algo que el ser humano necesita es certidumbre. Y algo que lo puede desquiciar es la incertidumbre. No tener claro sobre qué terreno se pisa y donde podrán encaminarse nuestros pasos provoca miedo, ansiedad y, muchas veces, angustia. Aunque tengamos claro que la vida siempre nos podrá poner en alguna encrucijada y muchas veces nos enfrentará a caminos inciertos, la incertidumbre siempre nos da malos ratos porque nos quita el control que creemos poseer sobre las cosas y las personas.
Hasta el 18 de marzo del 2020 nos creíamos dueños de nuestros sueños y nuestros planes. Nadie hubiera imaginado que deberíamos congelar tantos proyectos en los más diversos ámbitos y que seríamos presa de una sensación de descontrol absoluto. Ya nada estaba (ni está aún) en nuestras manos. Compramos un pasaje y no tenemos idea si podremos usarlo. Queremos cambiar el auto y no hay autos hasta muchos meses más adelante. Buscamos una hora al médico para tratar dolencias que tuvimos que guardar en el cajón de lo no urgente, y hoy nos dan hora para 2 meses o más…
Esta falta de control nos hace sentir muy vulnerables. Nos sentimos presa de hechos y lógicas desconocidas. Y tenemos que navegar diariamente en medio de señaléticas que nos asustan y nuevas rutinas que nos hastían. Nada es fluido, nada es expedito, nada es claro. Y nos desenvolvemos en ciudades y barrios que evidencian dramáticamente los embates de la pandemia. Lugares queridos se muestran heridos, quebrados o cerrados hasta quien sabe cuándo. Lugares con nuevos rostros, nuevos dueños y nuevos rubros se nos aparecen cada jornada.
En fin. Un entorno nuevo a nivel mundial, que nos grita sobre la fragilidad de la vida, lo perecedero de costumbres y hábitos antes tan arraigados. Tratamos de retomar nuevamente el control buscando respuestas en la razón, en la lógica, pero se nos desbaratan rápidamente. La vida nos vuelve a decir, como se los debe haber dicho a los neoyorquinos el 11 de septiembre de 2001, que muy poco es predecible y que más vale, a veces, girar en el centro de la rueda para evitar salir disparado si todo en el exterior se está moviendo. Es el mensaje del Arcano de La Rueda de la Fortuna en el Tarot. La vida está siempre en movimiento y hay que asegurarse de girar a su favor…
Llevamos un año girando junto a una rueda que se volvió loca. Y debemos entender que ella representa el movimiento eterno de la existencia. De no haber movimiento, viviríamos en aguas estancadas, es decir, muertas. Ese movimiento conlleva el viaje a lo nuevo y desconocido, algo también perpetuo. Y vaya que nos ha quedado claro este último año que el cambio se apoderó del planeta y de la humanidad! Nada, al parecer, volverá a ser igual. Y mientras las placas tectónicas de la existencia se asientan, debemos aguantar tiempos inciertos y misteriosos. Lo que es muy difícil porque nos gusta tener certezas y aferrarnos a ellas. Nos gusta sentirnos seguros y amarrarnos a creencias e ideologías que nos garanticen esa seguridad. Pero ello no siempre es posible y la vida nos obliga, cada tanto, a reinventarnos y a buscar el equilibrio nuevamente.
Lo bueno de este ejercicio vital que acompaña y remece al ser humano es que va aparejado de la creatividad. Si nunca nos viéramos enfrentados a crisis, a sismos personales y sociales, no conoceríamos nuestro potencial. No nos veríamos obligados a inventar, a buscar nuevas soluciones porque enfrentamos nuevos problemas. Es quizás la esperanza que nos deja el Covid, a pesar de lo trágico y desconcertante que ha sido este fenómeno que parece no querer ceder todavía.