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La Música: su Magia y su Impacto Biológico

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La música de la Nueva Canción chilena estuvo profundamente relacionada con el surgimiento de nuevos actores sociales y políticos en los años 1960: movimientos de obreros, pobladores, campesinos, estudiantes que estaban reclamando sus derechos y proponiendo una nueva concepción del Estado y la sociedad. Se propuso encarnar a los sectores mayoritarios del pueblo latinoamericano, es decir, la gente excluida y marginada, cada vez más combativa, y expresó, a la vez, las esperanzas, las aspiraciones y los sueños de multitudes. La Nueva Canción despertó un sentido de solidaridad, unidad y empatía para muchas personas en lucha.

En este artículo considero un interesante aspecto de la música: su efecto físico en el cuerpo y el cerebro humano. Me refiero a varios estudios modernos, incluso investigaciones científicas recientes, sobre el efecto biológico de la música en las personas, particularmente neurológico.

Desde los días de Aristóteles y Platón se ha reconocido y apreciado el tremendo poder de la música. Pero a partir de 1998, más o menos, hay nuevas tecnologías, como escáneres PET (tomografía por emisión de positrones) y técnicas de imagen, cómo resonancia magnética (en inglés MRI), que nos permiten ver el impacto de la música en el sistema neural. Hay un estudio reciente, por ejemplo, que demuestra que la música activa la región del cerebro asociada con la empatía (Belluck 2011). Es claro, intuitivamente, que la música lleva y provoca emociones poderosas y este poder es fuente de su influencia. Pero con las nuevas técnicas es posible observar cambios en el cerebro cuando una persona escucha la música; hay datos científicos. Este estudio mencionado sugiere que las regiones del cerebro asociadas con la emoción actuaron como espejos de las emociones en la música. El hecho de que la música podía activar empatía en las personas tiene muchas implicaciones interesantes, especialmente relativas a la Nueva Canción. Nos permite formular la hipótesis de que la música despierta más solidaridad y sentido común entre los públicos que escuchan, que es un efecto con claro significado político.

Sabemos que la música unifica personas y da un sentimiento de colectividad y causa compartida. En muchas culturas—quizás todas—la música es una manera de atraer a la gente a una comunidad y enlazarla en conjunto. La música conecta a las personas que están escuchando, transmitiendo y generando adhesión colectiva y calidez humana.

También en años recientes investigadores y médicos han venido reconociendo que la música tiene otros efectos físicos en el ser humano: puede aliviar el dolor, reducir ansiedad y depresión, calmar problemas del corazón, facilitar al sueño y bajar la presión alta. Hoy la música es parte de terapias para tratar al cáncer, el corazón y la enfermedad de Parkinson. Jóvenes chilenos se aprestan a usar la música para mejorar la comunicación de personas autistas. La directora del Instituto de Música y Función Neurológica en Nueva York, Dra. Concetta Tomaino, dijo que la música estimula y activa redes en el cerebro; puede alterar el estado de ánimo y transportar a la persona a otro lugar (Abrahms 2013).

Hay otros nuevos estudios que examinan la importancia de la música en la evolución humana, en el desarrollo de la comunicación y la cognición. Es decir, la música tiene importancia biológica. Una investigadora, Dra. Nina Kraus, desarrolló la hipótesis de que “un sistema de nervios que es sensible y bien afinado a diferencias de ‘timing’ sería un sistema que, desde la perspectiva evolucionaria, sería más probable que escapara de potenciales enemigos, sobrevivir y procrear” (Belluck).  Otro estudio demuestra que cuando una persona escucha música que le gusta, el cerebro descarga una cierta cantidad de dopamina en el cuerpo: un químico que crea buenas sensaciones en una persona (está vinculado con la motivación y también con la adicción, así como con actividades centrales para vivir, es decir necesidades del cuerpo). La manera en que el cerebro interpreta la música genera una respuesta fisiológica positiva, relajante y cálida, y un afán por lograr más. Este estudio implica que la música es necesaria para los seres humanos; una especie de alimentación espiritual, también entrelazada con elementos físicos.

Finalmente, hay otro estudio interesante que sugiere que el cerebro está constantemente reorganizándose sobre la base de la experiencia diaria (Ackerman 2012). Hay circuitos que forman memorias, emociones y el sentido de sí mismo (“sense of self”). Las relaciones personales y sociales se imprimen al cerebro de manera positiva o negativa. En este sentido, la experiencia de estar en una multitud, cantando en unísono, o en cualquier grupo oyendo música juntos, se registraría como una experiencia social ardiente y afirmativa. Esta experiencia crea memorias sociales que una persona no olvida. Esto también es relevante para entender el poder de la Nueva Canción en particular. La música vive en miles de personas que vivieron este periodo. Pero no sólo ellos. La música has sido clave para millones de personas más que comparten los valores de la época y de la música, personas extranjeras y chilenas que nacieron después de la época. La música tiene una magia (una magia con base en la biología) que nos lleva a lugares llenos de esperanza, posibilidades y sueños.

La Nueva Canción fue parte de la idea de poder popular y lo expresaba. La música motivaba y sostenía la participación cultural y política de cientos de miles de personas y dio voz a las demandas sociales que crecían en Chile. El arte y la música del tiempo captaban el espíritu de los movimientos contrahegemónicos. Esa música ha sido importante en Chile, en América Latina y en el mundo entero como depositaria de valores y esperanzas humanas. Los estudios neurobiológicos sugieren que la música es necesaria para los seres humanos y una manera de conectar a la gente en comunidades, una perspectiva confirmada desde hace mucho tiempo por estudios de las ciencias sociales.

 

Las fuentes completas están disponibles a través de la autora.

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