Profesor
¿Quién no se ha ensimismado y emocionado observando el cielo nocturno, completamente estrellado? Ciertamente el asombro nos sobrecoge; esa grandeza pánica y telúrica a la vez no es posible hacerla inteligible y correlacionarla con información astronómica hoy día disponible en la Internet de un modo instantáneo. Hay que hacer un esfuerzo por volver a la realidad; y si a eso agregamos los grandes problemas políticos, medio ambientales y de relaciones entre los seres humanos, entonces mirar el cielo y leer sobre los temas actuales de la astronomía, parece simplemente un acto de evasión que limita con el miedo que hoy sentimos respecto del estado de la humanidad y del mundo.
Yo mismo me pregunto qué sentido tiene todo esto, más allá de esa emoción indescriptible de poder vislumbrar otros mundos y sortear las portentosas distancias interestelares en naves de tecnología avanzada como las que hemos descrito tan someramente.
Sabemos que mientras el ser humano no se supere moralmente a sí mismo, mientras no resuelva sus grandes problemas morales de la política y de sus élites corruptas; mientras no se dé a la tarea de “conócete a ti mismo” que propuso hace miles de años el gran Sócrates y comprenda que debe superar el egoísmo, la mezquindad, la ambición y la violencia; y mientras no asuma que no somos superiores a nada del universo, todas estas búsquedas desesperadas, serán inútiles e inconducentes.
Llegar a otros mundos con las enormes taras que el género humano no ha superado me parece inviable y sin sentido. Qué decir de las tareas de la modernidad de la que hablaba Inmanuel Kant, hace más de 300 años, entre otras la igualdad de género entre hombres y mujeres y del reconocimiento de las diversidades sexuales, por ejemplo, o de respeto de la naturaleza, o la superación de las inequidades económicas y sociales por citar solo dos o tres urgentes; a pesar de los esfuerzos del genio tecnológico, no serán garantía de nada bueno ni definitivo.
Probablemente llegaremos a una nueva Tierra y allí nos despedazaremos unos a otros en guerras absurdas y terribles como las de Irak, Siria, Afganistán y ahora Ucrania, para repartirnos el planeta y crear bienes y propiedades y enriquecernos. Ya ciertos grandes inversionistas norteamericanos han empezado a hablar de “minería espacial” y han avistado asteroides para explotarlos y saquear sus riquezas; su oro y sus diamantes dispersos por la superficie como guijarros; y cuyo valor duplicaría la riqueza actual del mundo. ¡Qué lejanas seguirán estando, entonces, las estrellas y sus sistemas solares y sus planetas en zonas de habitabilidad!