Analista político y sociólogo.
Cuando un resultado es estrecho lo que importa es el análisis electoral que intenta orientar entre múltiples cifras; si el resultado es rotundo, generalizado e inapelable, lo que más puede importar es el análisis político de causas y efectos.
La mayor lección que dejará el Plebiscito es que la pizarra política ha sido borrada, con sus certidumbres de antaño y las agrupaciones de siempre. Viene un tiempo nuevo para actores políticos de recambio.
Lo que fue derrotado es la idea de que Chile marcha hacia cambios radicales en continuo incremento, que permitía desechar el patrimonio histórico acumulado. Los protagonistas de esta perspectiva pasarán a disputar el liderazgo dentro de la izquierda, pero no la conducción del país.
La arrogancia es un lujo que nadie se puede dar en política, pero que resulta de cierta manera explicable cuando se representa a la mayoría. Cuando se es una minoría manifiesta, la jactancia y la presunción son puro desatino.
El triunfo del Rechazo fue celebrado por el heterogéneo conjunto de sus actores. Rechazar unidos, sin embargo, no es lo mismo que proponer unidos. El cuadro político no está fijo, al contrario, se va a empezar a mover ahora con una rapidez asombrosa y la razón es que el liderazgo conductor de la nación no ha sido elegido aún. Para escogerlo hay que aglutinarse en positivo.
Lo que fue derrotada fue la arrogancia más reciente, pero las arrogancias futuras seguirán siendo derrotadas. Estamos ante un despertar de los moderados.
Los que desde la centroizquierda apoyamos el Apruebo lo hicimos a sabiendas de que la propuesta plebiscitada requería reformas. En cambio, muchísimos electores se pronunciaron mirando el texto que tenían al frente y no las posibilidades de rectificación. Los temores despertados no permitían esperas.
Se constata una notable reducción de la capacidad de maniobra gubernamental. No cabe duda de que la derecha buscará condicionar el acuerdo constitucional a un pacto programático con el gobierno, vale decir, a incidir en la forma en cómo se han de implementar las reformas comprometidas. Perder rara vez es gratis.
Será esto lo que defina el nuevo campo de fuerzas políticas emergentes. No hay un solo proyecto de país posible y las diferencias se expresan en reagrupamientos distintos. Desde ya se puede apreciar que los acuerdos que vienen serán político y constitucionales, pero no estarán referidos únicamente a normas a incluir en la nueva Carta Fundamental.
Cuando se agregan casi cuatro millones y medio de nuevos votantes, comparativamente con la última elección presidencial de segunda vuelta, la política cambia por completo. No se agregaron mayores preferencias a los polos.
Lo que viene, por lo mismo, es una competencia por la atracción de un electorado moderado, cuyo contorno recién se empieza a perfilar, pero que está presente, despierto y que ha tomado conciencia de su capacidad de decidir.
La conquista de los recién llegados lo intentará la derecha, la centroizquierda por el Rechazo y por el Apruebo en su versión reformista. Estamos en una transición y las transiciones son una pintura de secado rápido. En la nueva selva política las especies con capacidad de sobrevivir serán las más veloces.