Analista político y sociólogo.
La derecha le recomienda a Yasna Provoste, con el desinterés que es de imaginar, que se concentre en competir con Boric para así pasar a segunda vuelta. Es dudoso que este consejo sea razonable.
Esta sugerencia constituye un error porque el problema de Chile no consiste en escoger entre alternativas a una derecha de antemano derrotada, sino, primero, en convencerse de que cambiar de rumbo es algo completamente necesario.
Sin haber ganado en la mente de los ciudadanos la formulación del dilema central en cuestión, concentrarse en debatir cómo queremos hacer los cambios es inoficioso. Es lo mismo que fabricar la propia derrota, poniendo como punto de partida aquello que aún no se consigue y de lo cual depende todo.
Pero es algo todavía peor. Es caer en el mismo error que cometió Jadue, es decir, la autorreferencia, el convencimiento de que se tiene la clave de la historia en la mano y que lo único que le queda a los demás es reconocerlo. El que era el próximo Presidente de Chile es hoy el ratificado alcalde de Recoleta; si la historia terminó así fue por lo que él hizo, no por lo que alguien le hiciera.
Lo que hay que plantearse en serio es si la crisis social, evidenciada en nuestro país con el estallido, se resuelve con un casting para la Presidencia o requiere una clara transferencia de poder. Incluso la pregunta más básica consiste en juzgar si se está seguro de que Chile sea gobernable si no se intenta avanzar hacia una sociedad más integrada e integradora.
Sichel puede pasar por cualquier cosa, pero lo que no puede evitar es ser el complaciente representante de los grupos más poderosos. ¿Puede nuestra nación ser más cohesionada sin ser más justa?, ¿podemos ser más participativos si las decisiones fundamentales escapan a la mayoría?, ¿seguiremos teniendo democracia sin una Presidencia que ponga rumbo a la equidad? No asumir el desafío principal implica un gran riesgo.
Decir que “Chile puede más” es lo mismo que afirmar que “Chile puede aguantar más” la conducción de los mismos de siempre, que se preparan para implementar mejoras de superficie. La derecha puede esconder a Piñera bajo el poncho durante la campaña, pero no puede esconder el hecho de que está usando poncho por la necesidad de esconder algo. La campaña comunicacional de Sichel habla de todo, excepto de la transferencia de poder. Su mensaje siempre será el hacer mejor lo que ya se hace.
En el oficialismo la retórica se usa para producir la apariencia de cambio. No es propiamente un engaño, es la oferta que se hace cuando se está de acuerdo con un modelo, se estima que funciona y que la gerencia hace la diferencia. Aquí el estallido social sólo se puede entender como una enorme exageración.
Pero no se trata de intentar cambiar el país y de morir en el intento, tampoco se trata de proponer titulares de algo que no se sabe en concreto cómo se hará, simplemente porque nos entusiasma la idea. Esto tiene que funcionar desde el principio y sin improvisaciones. Nos jugaremos la suerte en el “plan A”; no es cosa de hacer como que “echando a perder se aprende”, porque no tenemos un país B donde refugiarnos en caso de fracasar. Esta elección importa mucho.
