Periodista.
“¿El pueblo vota mañana, cierto?”, rezaba un twitter después de las 21 horas del sábado 15 de mayo. Es que recién se había entregado el primer boletín del Servicio Electoral, dando cuenta de la primera jornada de una de las elecciones más importantes de los últimos años. Las cifras fueron inquietantes. Sobre todo porque nunca los ciudadanos de a pie han podido elegir a sus representantes para construir una Constitución que reemplace a la hecha durante la dictadura y que hasta hoy nos rige.
En el primer día de la jornada electoral acudieron a las urnas cerca de 3 millones de chilenos, es decir, un 20,4% del total. Y lo que llamó de inmediato la atención fue la posibilidad -concedida por los dos días en que se hará el proceso- de saber cómo se está votando en comunas y regiones.
Y ahí se encendió una luz amarilla. La derecha en masa salió a defender lo que consideran suyo. Las cuatro comunas con mayor participación pertenecen al distrito 11, donde viven y conviven las elites: Vitacura (41,31%), Lo Barnechea (36,21%), Las Condes (34,21%) y La Reina (33,68). Las siguieron otras tres del distrito 10: Ñuñoa (28,83%), Providencia (27,64%) y Macul (27,60%).
Cifras muy lejanas a lo que ocurrió, hasta ahora, en las comunas más vulnerables del Gran Santiago: El Bosque (15,93%), Lo Espejo (15,34%), Cerro Navia (15,33%), San Bernardo (15,32%) y La Pintana (13,69%). La Región Metropolitana fue la que tuvo una mayor participación durante este primer día. En Santiago participaron 1.256.813 de votantes lo que corresponde al 21,46% del padrón. Le siguen Valparaíso con 348.363, Biobío con 264.076) y Maule con 189.610.
La Región de O’Higgins fue la que mayor porcentaje de votantes tuvo, con un 22,13% de participación. Y quienes están en último lugar son la Región de Antofagasta con un 14,81%, seguida por Tarapacá con un 15,74% y Atacama con un 17,95%.
Para el analista Claudio Fuentes “este diferencial es lamentable para una sociedad que está tan deseosa de participación, pero los niveles socioeconómicos son determinantes en la participación”. Hay otros expertos electorales que señalan que para chilenos y chilenas, el ir a votar es un rito, un verdadero proceso cultural. Se sabe a qué hora -de preferencia- van las personas de tercera edad; a qué hora lo hacen los hombres; a qué hora los pocos jóvenes que acudían a las urnas en las últimas elecciones, salvo en el plebiscito de octubre, donde los muchachos acudieron en masa. Se contabilizó más de un millón de votantes jóvenes que anteriormente no lo hacían.
Ir a votar un día sábado, con la posibilidad de hacerlo al día siguiente, es todo un cambio. Una costumbre no tan fácil de cambiar. A ello suman incluso una cierta suspicacia respecto de los dos días de votación. Muchos dijeron que preferían ir el domingo, porque no querían que les robaran su voto. Y se agrega que aún la pandemia campea por todo el territorio.
El llamado de los dirigentes opositores es ir a votar aplicando todos los cuidados sanitarios. Porque -dicen- hay que tener presente que el destino futuro del país está en manos de toda la ciudadanía, no de unos pocos.
Es lo que destaca la prensa extranjera, que analiza con asombro lo que significa este hecho que califican de histórico.
