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185 años de Matronería en Chile

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¿Qué decir sobre este nuevo aniversario de la matronería que ya no hayamos dicho antes?

Esta fue mi principal reflexión de las últimas semanas, mientras preparaba mis palabras para conmemorar estos 185 años, junto a mis colegas y a la máxima representante de las matronas del mundo, Franka Cadée, en un evento que estamos programando en el Senado, en Santiago, este 31 de agosto.

De esta manera, empecé por hacer un repaso desde la creación en 1834 de la primera Escuela de Obstetricia, a cargo del médico francés Lorenzo Sazié, hasta nuestros días; surgimos junto a los médicos y se nos dio como rol primigenio evitar que las mujeres se murieran en el parto.

Nos convertimos en un grupo de mujeres preparadas profesionalmente, con competencias técnicas para salvar vidas. En definitiva, era un verdadero servicio a la Patria para este Chile naciente en independencia.

La primera en recibir este título fue Isidora Góngora, destacada alumna, la primera en su clase y la primera profesional universitaria del país, una matrona cuya historia hemos debido construir a pedazos. No hay registros fotográficos o pinturas que la retraten, no hay mayores antecedentes de su labor, aunque se sabe que era una de las matronas preferidas de la sociedad aristocrática.

Queremos mantener su memoria y es por eso que rescatamos su legado mediante la creación de un reconocimiento que lleve su nombre.

Revolución sexual

Durante el desarrollo de la historia de la salud pública en Chile, la matronería se ha consolidado en un sistema gravitante, involucrándose como protagonista en todas las acciones de salud reproductiva y de salud sexual, transformándola en un profesional, internacionalmente reconocido por el impacto de sus acciones en los indicadores de mortalidad materna y perinatal, y su cercanía no solo con las gestantes, sino que con las más vulnerables.

Esto no varió mucho durante prácticamente 130 años, hasta la década del 60, cuando se produce, sin duda, una verdadera revolución sexual. Hasta esos años, el promedio de hijos de una mujer era de 10 a 12 en su vida fértil, sumados a los muchos abortos. Ha sido la fuerza que impulsó a la mujer a decidir cuántos hijos quería tener y allí nos las dejamos solas. Nos hicimos cargo de la indicación y entrega de métodos, que a esa fecha se reducían al preservativo y al dispositivo, cuando aún muchas parejas optaban por el sistema más simple y barato: la abstinencia o incluso las camas separadas.

Mujeres con derechos

La llegada de la píldora no solo revolucionó la vida sexual de los matrimonios, cambió para siempre el paradigma de las mujeres. Ya no eran solo amas de casa, esposas abnegadas, madres ejemplares, eran mujeres con derechos. Se rompía para siempre el dominio paternalista y patriarcal de los hombres.

Las mujeres empiezan a ingresar a la universidad, al mundo del trabajo, llegan ocupar puestos de poder, el camino aún hay que seguir recorriéndolo, pero fue ese hito uno de los hechos fundamentales para la lucha feminista. Y las matronas de la época, conocedoras del sufrimiento de los miles de mujeres que atendían, fueron las primeras en ponerse al servicio de la implementación de esta innovadora posibilidad, que permitía no solo la planificación familiar, sino que sobre todo salvar vidas de mujeres que llegaban desangrándose por abortos mal practicados. Dentro de una sociedad tan conservadora como la chilena en los 60, sin duda las matronas fueron toda una revolución.

De esta forma, y en forma más bien tímida, se comienza a perfilar un trabajo enfocado en la salud sexual. Las mujeres ya no solo venían embarazadas a control; ahora venían a pedir consejos. Por primera, sin internalizarlo totalmente, se daban cuenta que eran dueñas de sus cuerpos: podían decidir cuándo ser madres, y así afrontar otros desafíos y no solo el pilar invisibilizado de la economía del país; pueden, por primera vez, a empezar un camino de desarrollo personal y profesional.

La Matronería se convirtió así en gestora de salud, orientadora, psicóloga, experta en familia, incorporando a su quehacer elementos que le ayudan a identificar, desde su lugar de atención, a la mujer dentro de un contexto sociocultural que les marca la vida y las identifica desde su vulnerabilidad, como las que viven en violencia intrafamiliar, abuso sexual, acoso laboral o pobreza.  Nuestras competencias se amplían así desde la partería a la salud sexual, al cuidado del piso pélvico, a identificar conductas sexuales de riesgo, y hoy día necesariamente debemos intervenir en el envejecimiento saludable, etc.

Hoy tenemos nuevos y grandes desafíos, enfrentar la globalización y reconocer que la igualdad no es aplicable solo a los nacidos en Chile, sino que también a respetar la migración como una condición importante para el desarrollo de cualquier país. Las nuevas chilenas merecen el mismo trato y no es posible aceptar la existencia de discriminaciones de ningún tipo, venga de quien venga.

Asimismo, seguiremos defendiendo a nuestro gremio. Somos una institución de carácter nacional de Arica a Punta Arenas, con dirigentas y dirigentes activos en cada regional, atentos a las dificultades de una profesión que no se ha visto exenta de problemas de índole administrativo y judicial.

Mientras exista el Colegio de Matronas y Matrones de Chile, nuestros colegas nunca estarán solos, y así se lo hemos dicho a todos los ministras y ministros de Salud en los últimos 30 años, no hay ninguna norma ni nombramiento que borre 185 años de existencia.

El rojo se defiende, cueste lo que cueste.

¡Felices 185 años de matronería en Chile!

 

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