Periodista y Director de Página 19.
Este sábado 14 de marzo dejó de existir, a los 88 años de edad, el cura obrero Mariano Puga Concha, dejando tras él la pena y el dolor de quienes lo quisieron tanto. Mariano desarrolló gran parte de su actividad pastoral en varias comunidades. La Óscar Romero en Pudahuel Norte; Villa Francia en Estación Central en su comunidad “La Minga”; La Legua en San Joaquín; y en Chiloé.
El sacerdote nunca desconoció su origen: provenía de la alta aristocracia chilena. Los Puga Concha tenían un alto poder adquisitivo. Lo cierto es que Mariano estaba casi “matrimoniado”, como decían los antiguos, cuando tuvo que decirle a su novia que no podía contraer nupcias, porque tenía un amor mayor. Su polola, le manifestó que lo entendía y que no podía lidiar con un querer así: Dios.
Ingresó al Seminario de Santiago donde tuvo formadores que, tiempo después, se transformarían en obispos de la Iglesia Católica, pero lo que le marcó para siempre fue una visita que hizo al Zanjón de la Aguada donde vio que niños, mujeres y ancianos comían basura. Allí hizo una apuesta radical por la Opción de los Pobres para más tarde abrazar la Teología de la Liberación.
Las distintas comunidades recuerdan con afecto su paso por ellas. Sus misas eran antológicas. Las oficiaba sentado con la Última Cena, rodeado de pobladoras, obreros, niños, entre otros. Se comulgaba con la marraqueta que se compraba en el almacén de la esquina, mientras tocaba su querido acordeón. Los mismos parroquianos de la Óscar Romero recuerdan que Mariano entregaba su propio plato de comida si una persona tocaba su puerta o entregaba su camisa para quien la necesitase.
Pinochet y el Nuncio
Pero su compromiso social también estuvo enfocado a la defensa de la vida y los derechos humanos en plena dictadura. Por ello, estuvo varias veces preso cuando militó en el Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo, denunciando los centros de tortura del régimen militar.
Por lo mismo, cuando un día estaba pintando la fachada del Colegio Médico de Chile junto a un grupo de pobladores de Villa Francia, que él había agrupado como Comité de Cesantes, fue detenido y lo llevaron al ex edificio Diego Portales (hoy GAM). Augusto Pinochet lo había mandado a llamar. Primero con un tono amable, le pidió “que no revolviera tanto el gallinero, que se dedicara a hacer misas, que para esos estaban los curas”. Mariano le respondió que su tarea como pastor era estar con el pueblo que sufre y que de ahí no lo iba a sacar nadie. Pinochet lo desterró por un tiempo a Lima. Porfiado como era, a su retorno el dictador lo volvió a llamar y le preguntó si había aprendido la lección. El curo obrero siguió pregonando lo mismo: “estoy al servicio de la Iglesia y de los más pobres”
Años más tarde, lo llamó el Nuncio Apostólico de la época, diciéndole que el Papa quería que fuese obispo auxiliar de Santiago. Mariano agradeció la invitación, pero se negó a ella. Su explicación fue diáfana: mi labor pastoral es estar con los más pobres, los que sufren, los excluidos de una sociedad, cada vez más individualista.
Mariano partió de este mundo con esos 88 años a cuesta, con ese metro noventa de altura, seguramente con esos jeans gastados que le gustaban tanto y con ese chaleco blanco con cuello alto que lo protegía de los duros inviernos en una caseta de madera de 2 x 2 metros.
De seguro estará de complicidades con Pepe Aldunate yRoberto Bolton, entre tantos otros y otras que han partido, cantando con su acordeón “Buenas Nuevas para mi Pueblo”…
