candidato a presidir la Juventud Socialista de Chile.
La actividad política y la democracia viven tiempos complejos. El mundo que ha modelado el capitalismo global está lleno de incertezas e inseguridades. Miedo a la pérdida del empleo, miedo a una enfermedad que destruya la economía familiar, miedo a caminar los barrios de siempre ante la posibilidad de un asalto hipotético, miedo a no llegar a fin de mes, a no poder pagar los estudios, miedo a ser realmente quienes somos, miedo a ser aceptados, un miedo que vivimos desde la cotidianeidad y que nos acompaña a donde quiera que vayamos.
En ese mundo se desenvuelve la actividad política, en un mundo donde la representación democrática se ha vuelto compleja en su función de cumplir las promesas que se pactan con la sociedad, a lo menos por dos razones. La primera, es que el Estado y la democracia han perdido fuerza para modelar la vida social, el Estado es un gigante viejo y pesado, lastrado de amarras, mientras que el capital fluye libre y transnacional como un poder salvaje, ingobernable. La segunda, es que la sociedad se ha vuelto líquida, la modernidad ha disuelto las viejas comunidades y en ese abismo que se constituye entre la persona y el Estado, la persona y la sociedad, hay un vacío y mucha soledad. En esa soledad de la sociedad líquida es difícil que las personas se identifiquen con colectivos definidos o que sean capaces de percibir con claridad cuáles son sus intereses más estructurales. Esto explica que votantes pasen de votar por izquierda a derecha sin mayores complejos o cuestionamientos.
La política, en estos tiempos, se hace con un Estado que no tiene poder y en una sociedad que no identifica claramente sus intereses (de clase).
La apuesta de las derechas en el mundo es mantener los ataques al Estado con sus políticas de austeridad que quitan derechos a las personas para abrir los mercados: les quitan la salud, la educación, precarizan el contrato de trabajo y buscan obtener el control sobre los fondos de la previsión. En Chile esta pesadilla está plasmada ni más de menos que en la Constitución. Y si las cosas se pusieran mal en una elección para la derecha, está el Tribunal Constitucional para asegurar que nada realmente importante cambie.
La democracia ya no tiene poder y la gente empieza a perder la esperanza frente a tantas promesas incumplidas.
Este diagnóstico explica que los distintos pueblos de América y Europa busquen refugio en gobiernos fuertes que dejen atrás tanta debilidad de la democracia liberal, que se sacudan las amarras y emprendan proyectos que rediman del miedo cotidiano y estructural de esos ciudadanas y ciudadanos tan pequeños si se los mira desde la sociedad global.
La derecha, hasta ahora, ha tenido la astucia de leer mejor el escenario y ha respondido ofreciendo liderazgos populistas fuertes que se salten las formas del consenso liberal, dando una respuesta a esa debilidad que repulsa y desmotiva la participación. Trump, Duterte, Salvini y Bolsonaro son expresión nítida de esto.
Toda la energía producida por la molestia de la sociedad, y acá el otro acierto de la derecha, no es dispuesta contra las causas que producen el miedo, el sistema mismo y sus mecanismos, sino que es dirigida contra enemigos especialmente imaginados para distraer de lo importante, toda esa fuerza y esa rabia se dirige contra caravanas de pobres que arrancan de la miseria, contra pobres que cruzan el mediterráneo en improvisadas barcazas, contra pobres y miserables de la ciudad y la periferia, siempre contra pobres. Porque los pobres importan muy poco y valen muy poco. Resulta fácil disponer de ellos. Y así la derecha, imaginando enemigos, logra canalizar el malestar y la rabia fuera de sus centros de control y de interés. Con un discurso duro de cambiarlo todo para que todo quede igual.
En Chile, la posibilidad de que la extrema derecha llegue al gobierno con un discurso populista está a la vuelta de la esquina. José Antonio Kast, un activo defensor de la dictadura militar, encabeza los sondeos de opinión de su sector y se perfila como la opción más fuerte en la derecha. La receta de mano dura y desmantelamiento del Estado se repite como fórmula.
¿Qué opciones tiene un proyecto socialista para enfrentar este escenario?
El Partido Socialista de Chile, con su 10% histórico ha jugado un rol relevante en la política chilena desde su creación. Con un rol articulador de políticas sociales y disputas de cambios estructurales profundos, en el marco de la democracia representativa, ha dejado su huella en este país. A su haber tiene el legado del gobierno de Salvador Allende en el siglo XX y la conceptualización y puesta en práctica de la vía chilena al socialismo, proyecto que buscó conciliar el proyecto socialista ortodoxo con la vía democrática. Antes participó en gobiernos populares en alianza con grupos de izquierda, radicales y de centro y, después, fue clave en la articulación de los partidos que derrocaron al dictador. La historia juzgará los aciertos y desaciertos de las generaciones de socialistas que en el pasado le dieron una propuesta y conducción a Chile. Sin perjuicio de esto, su biografía está llena de orgullo por las trabajadoras, dirigentes, profesores, intelectuales, hombres y mujeres que dieron la vida por la defensa de la democracia y por la posibilidad de un mundo mejor. Lorca, Kirkwood, Allende, Bachelet, González y tantos otras chilenas y chilenos marcan su historia de compromiso con Chile.
La historia del PS se escribe desde donde la dejaron otros hombres y mujeres, otras generaciones que nos preceden. Miramos esa historia con orgullo y sobre sus hombros se debe parar la nueva generación socialista. Salvador Allende, en la hora más difícil de su existencia y de la antigua democracia, predijo que ese momento gris y amargo sería superado por otros hombres y mujeres
que vendrían a recoger y volver a levantar las banderas del socialismo. El metal de su voz se apagó para siempre, pero su mensaje vive en cada joven militante socialista. Desde esa fuerza y ese espíritu debe levantarse cada joven socialista frente a la sociedad.
¿Cuál es la respuesta al miedo en el que viven millones de seres humanos en el mundo, cuál es la alternativa al populismo de extrema derecha y cómo hacer frente a todo esto desde un Estado sin poder? Estos son los desafíos que tienen las nuevas generaciones de socialistas. Sin una respuesta a estas preguntas, no hay futuro posible.
Ha llegado la hora de que una nueva generación de socialistas contribuya a detener el avance de la extrema derecha y de su discurso de odio como respuesta al miedo que produce el orden capitalista. Los enemigos del pueblo no son los pobres que migran en busca de un mejor destino, ni los pobres de las ciudades ni de la periferia; el enemigo es la desigualdad que producen los poderes salvajes y desregulados que hegemonizan el orden mundial, convertidos en clasificadoras de riesgo y en entramados financieros que buscan eludir impuestos.
¿Qué respuestas tenemos frente a esto?
Las demandas de mayor protección y seguridad que provienen de las profundidades de la sociedad civil deben ser contestadas desde un Estado fuerte que asegure a los ciudadanos y ciudadanas un sistema de protección social que los ampare en la enfermedad, que les proteja del abandono, que los proteja en sus barrios, que les provea alimento y que les ofrezca la oportunidad de una comunidad en sus territorios inmediatos.
La respuesta al proyecto de desmantelamiento del Estado que trae la derecha con la austeridad debe ser contestado con el re empoderamiento simbólico y estructural del Estado, lo que supone sacarlo del letargo y ponerlo en marcha para constituir una red cada vez más amplia y eficiente de protección social. El uso de la tecnología y la ciencia supone posibilidades nunca antes vistas para conseguir este propósito; como contrapartida a las amenazas que la robotización del trabajo representa para los trabajadores menos calificados.
Mil trabas y trampas tiene el camino que permitirá avanzar en un proyecto distinto, sin ir más lejos, en Chile la Constitución es el legado vivo de la dictadura militar que frustra cualquier modelo alternativo. Si la Constitución no va a permitir que se desarrollen los cambios que demandan las grandes mayorías de Chile, entonces hay que restituir la soberanía popular para que alumbre una nueva Constitución. Cuánto costará esto? será muy difícil, por eso la unidad del pueblo vuelve a ser un requisito indispensable.
Los socialistas debemos plantearnos de aquí en adelante de cara a la sociedad, nunca más mirándose hacia adentro, porque los desafíos están afuera y son grandes y difíciles. Respaldo el rol opositor desarrollado por el PS este año, pero la reflexión y la acción política que viene debe ser capaz de proponer alternativas al orden neoliberal, y en ese desafío las generaciones jóvenes del PS tienen un rol fundamental como articuladores, como candidatos y como futuros representantes del pueblo para llevar adelante esa tarea. Si nuestra generación no asume la urgencia de este deber, quedaremos en deuda con la dignidad y la historia de los hombres y mujeres que han hecho del PS un partido fundamental para Chile.
Llegó la hora de ser fuertes, resistir la adversidad con unidad y comprometerse.
La protección social depende del acceso universal, gratuito y de calIdad a la salud y educación, así como del acceso a pensiones dignas provistas por una seguridad social solidaria. Para financiar lo anterior el Estado deben recuperar las rentas y utilidades producidas por los recursos naturales, las obras publicas y los servicios públicos que son de la nación. Por eso se han entregado en concesión tanto por el Gobierno Militar como por la Concertación. Eso seria una real política anti neoliberal .
La seguridad ciudadana depende de la distribución del ingreso, en particular de que los mas bajos ingresos permitan vivir decentemente. Aquí tenemos una de las mejores situaciones de seguridad ciudadana del mundo y la mejor de la región, con tendenciA a disminuir la victimizacion , pero la derecha y el centro quieren instaurar el miedo.