Periodista y Psicóloga.
Aunque no tomemos real conciencia, los chilenos estamos viviendo uno de esos momentos que, en jerga informativa, se bautizan como “breaking news”, noticias que rompen completamente la cotidianeidad, que alteran la calma reinante (aunque no lo sea del todo), secuencias noticiosas que muchas veces marcan un antes y un después en la vida de las personas y los países.
La arremetida ultraderechista de la que hemos sido testigos en Chile en los últimos meses –especialmente después del doloroso resultado del plebiscito del 4 de septiembre de 2022- es una noticia alarmante pero que, como se ha ido esparciendo poco a poco, día a día, hora a hora, muchos chilenos no han alcanzado a dimensionar su gravedad. No han logrado ver que, de verdad, estamos ante una situación política muy peligrosa, que tiene visos evidentes de estar poniendo en riesgo nuestro futuro como una nación democrática y decente políticamente, como lo he hemos vuelto a ser desde marzo de 1990.
Parece claro que estamos viendo, y viviendo, una solapada vuelta del fascismo a nuestro campo político, con una arremetida vulgar y violenta por ejemplo a instituciones sagradas, como la de la Presidencia de la Republica. Hemos visto en el último tiempo como se ha caído en ataques vergonzosos a la figura del primer mandatario, a su equipo y a sus decisiones. No hay duda que el humor y la sátira forman parte de la libertad de prensa pero no así editoriales, columnas, crónicas o reportajes emitidos a través de decenas de medios de comunicación opositores, que pretenden –eso es lo peor- ser muestras de periodismo serio. Y más parecen piezas de una bajeza comunicacional que casi habíamos olvidado, propia de periodos dictatoriales oscuros que creemos superados.
Nube oscura
Desde un tiempo a esta parte se está tiñendo nuestro país de una nube oscura de ultraderechismo y ya sabemos hacia donde conduce ese clima. Donde desemboca. Nos los anticipan rayados, multiplicados en muchas murallas, llamando a las Fuerzas Armadas a “salvar” al país, denigrando al Gobierno del Presidente Boric.
Son muchas las señales que nos indican que podemos estar al borde de una nueva tragedia institucional como la que muchos vivimos en 1973. Por ello es que debemos denunciar y detener esta avalancha antidemocrática.
Es necesario advertir sobre esta situación porque, a todas luces, estamos en la antesala de una secuencia que puede ser devastadora. Es preciso hacer, no solo un llamado de alerta a la ciudadanía que cree en la democracia, y que luchó largamente -a increíbles costos personales y sociales- por recuperarla, sino también es necesario hacer un llamado a la acción para unirnos y enfrentar con decisión y fortaleza estos tiempos sombríos, que podrían avecinar una nueva hecatombe democrática.
Es preciso detener esta ola a tiempo. Evitar que se transforme en tsunami. Y apoyar a un gobierno que fue elegido por una abrumadora cantidad de votos a fines de 2021, el que no puede estar a merced de un ultraderechismo casi calcado al que vimos (y seguimos viendo) en el Estados Unidos de Trump y en el Brasil de Bolsonaro.
Ni Chile, ni las luchas estallaron por construir un país mejor en octubre de 2019, se merecen lo que hoy se pretende instaurar como verdad No se puede permitir que la mentira impere a destajo, que los medios voceros del poder instalen la pauta informativa, que el poderío factico dictamine la vida, creencias y costumbres de los chilenos.
Las mayorías progresistas que repudian este clima amenazante, que ha sido construido en la tierra de las fake-news, tienen la obligación de pronunciarse antes que sea demasiado tarde, como muchos recuerdan que ocurrió en 1973…
