Socióloga especialista en Género y Doctora en Educación. Coordinadora Proyecto InES Género Universidad Tecnológica Metropolitana-UTEM
El 28 de junio pasado conmemoramos el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, el cual convoca a minorías sexo genéricas, que, según cifras recientes, equivalen al 12% a nivel mundial. ¿Podemos decir, entonces, que se trata de minorías?
Existe poca información que nos permita entender a este grupo humano, ya que no hablamos sólo de una expresión, sino de una diferencia que se multiplica en base al distanciamiento con la heterosexualidad y la binariedad. Pero hay más que eso, como la apertura de ese mundo que arbitrariamente aparece dividido, de personas que no se auto-perciben como hombres o mujeres.
Aquí comienzan los debates respecto al sexo de origen, que es algo sólo referido a lo biológico, donde la forma de vivir es la construcción generizada creada por la cultura. El género nos antecede, ya que está predispuesto por marcos lingüísticos, conductuales y éticos, entre otros, que otorgan una estructura dividida, dando forma al mundo binarizado.
A comienzos del siglo XIX las ciencias médicas elaboraron una rebuscada clasificación, generando potentes estigmatizaciones que terminaron produciendo consecuencias funestas, sin entender que las identidades diversas siempre han existido, como muestra, por ejemplo, el código de Hammurabi Babilónico, primer texto legal del que se tiene registro. Podemos concluir, entonces, que la binarización del mundo es lo realmente nuevo en la breve historia de nuestra especie.
El género fluye en nosotras/os, como fluyen las emociones y las necesidades. Sin embargo, nos cuesta respetar a quien ha asumido una adscripción identitaria distinta a la que enarbolamos como una bandera (de un solo color, rosa o azul). En el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+ la idea de diversidad sexual nos interpela, ¿Es malo lo diverso? Qué triste sería el mundo sin más colores.
