Sociólogo y Magíster en Asentamientos Humanos
Acaba de terminar la Semana de la Movilidad en nuestro país y en el mundo (del 20 al 26 de septiembre), una oportunidad para imaginar un diseño de ciudad sustentable, que facilite tanto el desplazamiento cotidiano, como el mejoramiento de la calidad de vida en nuestro distrito.
Primero hay que decir que, cuando hablamos de Movilidad, nos referimos a un Derecho y no a una industria. Recordemos que el “transporte” es la rama de la economía que se preocupa de llevar la mayor cantidad de bienes y personas, al menor costo y en el menor tiempo posible de un punto a otro, optimizando las distancias, pero asumiendo que será frecuente cruzar toda la ciudad, entre los lugares de producción, residencia y consumo. La comodidad y el respeto a la dignidad de las y los usuarios, son aspectos transables, o al menos pueden ser relativizados, en el marco de este enfoque.
En cambio, cuando hablamos de “movilidad” pensamos en la posibilidad que tiene cada persona de elegir no solo su destino, sino su ruta y la forma en que construye el desplazamiento a través de esta. Incluye con mayor fuerza factores como la sostenibilidad, el respeto a las comunidades que cruza y conecta, así como, especialmente, a las personas que se encuentran en movimiento, quienes buscan producir, estudiar y conectar con sus familiares, así como acceder a los bienes y servicios que la ciudad genera, a fin de recrear su entorno cada día y mejorar sus vidas.
En ese esfuerzo nos encontramos todas y todos, ya que en la Zona Sur de Santiago y en el Distrito 13, en este ciclo enfrentamos una oportunidad tremenda, que no podemos dejar escapar, sin intentar conseguir su mejor versión.
El Metro extiende la Línea 2 hasta El Bosque y San Bernardo y la futura Línea 9 alcanzará a San Ramón, lo que se complementa con las Líneas 4-A y 6, dando una mucho mejor cobertura a todo este entorno, pero esto debe ser solo el comienzo.
El Plan Metropolitano de Estaciones Intermodales, detenido desde hace algunos años, debe retomarse, considerando cada una de estas infraestructuras no solo como un “nodo” que permita pasar rápido hacia el barrio alto, sino, por el contrario, deben ser lugares en sí mismos, atractivos y conectados a su entorno de forma amable y productiva, lugares que impulsen la economía local en lugar de reprimirla, lugares que acojan a todos los modos de transporte, de corta y larga distancia: metro, buses, autos, bicicletas, scooters, transporte de carga y sobre todo a las y los peatones.
Vamos más allá. Existe un proyecto de remodelación del Eje Lo Ovalle – Errázuriz, que va desde las comunas de San Joaquín a Lo Espejo, generando una vía expedita y cómoda, que incorpora ciclovías de alto estándar y resuelve múltiples problemas de conectividad metropolitana… está prácticamente listo, pero requiere que se le asigne presupuesto para hacerse realidad. Lo mismo ocurre con el proyecto de remodelación de Av. Lo Espejo, entre La Cisterna y El Bosque, que nos permitiría conectar la zona de Gran Avenida con Maipú, otro diseño que espera financiamiento desde hace años.
Obras que conecten barrios
Y si nos proyectamos al presente, hoy están en su fase final de desarrollo varios proyectos muy interesantes, que incluyen áreas verdes, ciclovías, iluminación sostenible, mejores elementos de seguridad vial, absorción de aguas lluvias para hidratar las napas subterráneas y minimizar escurrimientos superficiales e inundaciones… ¿dónde?, en toda la extensión de Av. Padre Hurtado, en Lo Blanco y en Lo Martínez, conectando Gran Avenida J. M. Carrera con Av. Concha y Toro (antes Vicuña Mackenna) en Puente Alto. Se trata de proyectos que revitalizarán el conjunto de la Zona Sur y el distrito, pero… ¿contarán finalmente con financiamiento para hacerse realidad? Es nuestro deber generar las condiciones sociales y políticas para que si se realicen, para que se materialicen y refuercen el Distrito. Se han desarrollado con participación ciudadana, con una gran involucración de los municipios del territorio, significan una inversión muy relevante que beneficiará a más de un millón de personas… es lo mínimo que necesitamos, pero no es suficiente.
Hay que fomentar la electromovilidad en el transporte público, para que las personas se muevas con mayor comodidad y para dar señales de sostenibilidad en nuestro sistema de transporte urbano.
Por otra parte, la propuesta de una ciclovía en toda la extensión de Gran Avenida se ha planteado innumerables veces, pero hoy ya cuenta con diseños definitivos, en desarrollo por los municipios de San Miguel, La Cisterna y El Bosque, es tiempo de asumir ese desafío. La duda es nuevamente si contaremos con los fondos para generar una infra ciclista de alto estándar que cruce Santiago de Sur a Norte, conectando con la que ya existe en Av. Independencia.
El próximo decenio, en Chile, será un período de avance en infraestructuras, por su efecto dinamizador de la economía, por su aporte en contener los volátiles ciclos de depresión financiera internacional, por su capacidad para integrar mano de obra, pero también por su valor para incorporar nuevos territorios a las funciones productivas de la región… por eso también es importante la calidad del diseño que se implemente en esas infraestructuras, el “como” se hace efectivo este esfuerzo.
Necesitamos obras que conecten barrios y no que los aíslen, que faciliten la circulación de las y los peatones, ciclistas y usuarios de rodados (sillas de ruedas, coches de guaguas, carros de emprendimientos, burritos de adultas y adultos mayores), que no sean un imperio automotriz sin control, sino que necesitamos reducir la accidentabilidad y proteger la vida. La infraestructura debe considerar más ciclovías y nuevas veredas, debe considerar el espacio público no solo como un lugar para transitar, sino también para permanecer, para estar, para conversar, para encontrarse y ser humanas y humanos, ciudadanas y ciudadanos de un espacio urbano que constantemente reconstruye, esta vez en una mejor dirección.