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La UE ante el inevitable ciclo de la historia

Foto de Christian Lue en Unsplash

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«El ascenso de los nacionalistas y demagogos plantea un peligro no sólo para nuestra nación, sino también para nuestra Europa, así como para el lugar de Francia en Europa y en el mundo», afirmó el presidente de Francia, Emmanuel Macron, al anunciar la disolución de la Asamblea Nacional y elecciones anticipadas para el 30 de junio y 9 de julio de este año. «No puedo fingir que no pasó nada», agregó.

Pero, ¿qué es exactamente lo que pasó? Tanto el presidente como su equipo político, consideraban como una probabilidad realista que la izquierda, los centristas y la derecha moderada del partido de gobierno Renaissance (Renacimiento), disminuyesen su representación en las elecciones del Parlamento Europeo, sobre todo ante el aumento del rechazo a las políticas eurocentristas y al antimacronismo.  La duda evidente era cuán profunda sería esa temida caída; sin embargo, el presidente galo aclaró ex ante que cualquiera fuese el escenario post 9 de junio, “no afectaría a la política interna”.

Terremoto político

A medida que se conocían los resultados, la pesadilla se convertía en realidad. Al correr de las horas, la sombra de la ultraderecha avanzaba sobre Europa como un déja-vu y, casi de manera simultánea, caían las piezas del tablero político europeo: el Primer Ministro belga anunciaba su dimisión; el gobierno del alemán Olaf Scholz pende de un hilo; y, en Francia, Macron anunciaba en cadena nacional la activación del “arma nuclear constitucional”: “He tomado la decisión de disolver la Asamblea Nacional y convocar a nuevas elecciones”.

El redactor jefe del diario francés Le Figaro, Alexis Breze, lo graficó así en la red social X: “Ni la locura de los discursos, ni la explotación del conflicto ucraniano, ni la expropiación de la televisión pública y privada, ni la descarada explotación de las ceremonias de desembarco aliado en Normandía cambió todo”.

¿Suicidio político, dimisión encubierta o brillante estrategia?

La estrategia de Macron es un salto al vacío que nadie pidió.  Sin embargo, no es menos cierto que con ello ganará tiempo valioso para negociar una fórmula que permita mantener una mayoría parlamentaria mediante nuevas alianzas con la izquierda y el centro, aún cuando las reacción de los miembros de su partido demuestran que esta postura -un frente unido contra la extrema derecha y nacionalistas- no cuenta con mucho respaldo interno, no por voluntad o compromiso ideológico, sino porque se ha posicionado la idea de que “la pasión compartida por franceses es el antimacronismo”. Mientras tanto, l´extrême droite françaisese reagrupa y fortalece.

Si la jugada sale mal para el oficialismo y la derecha francesa obtiene una fuerte mayoría en el parlamento después de nuevas elecciones, Macron deberá convivir con un Primer Ministro de tendencia nacionalista, opositor a su programa de gobierno y complicaría las relaciones con la UE, OTAN y EE.UU sobre la ayuda militar y financiamiento de la guerra de Ucrania. Bref: con la política interna francesa casi completamente fuera del control del presidente ¿podría dimitir y dejar el camino abierto al palais de l´Elysée a Marine Le Pen?

¿La misma historia con otros actores?

Mark Twain dijo que «la historia no se repite, pero sí rima», a lo que Marx agregó que “la historia se repite dos veces: una vez como tragedia, y la otra vez como farsa”. Mientras, Nietzsche prefería hablar del “eterno retorno” o la “no-linealidad del tiempo”.

Ante este eventual curso político, y con el país sumido en la incertidumbre, no podemos sino recordar el término acuñado por el sociólogo francés Emmanuel Todd “La fracture sociale” y que el candidato Chirac usó sin autorización como slogan de campaña en el 95, pero que expresaba claramente el malestar y la decepción popular con la política francesa después de 1981.

En 1996 con su llegada a la Presidencia, puso fin a 14 años de gobiernos de izquierda en Francia. El pragmático y experimentado político conservador Jacques Chirac -quien dominó la escena política de la V República por más de cuatro décadas- propuso un plan de austeridad para la incorporación de Francia al Euro, provocando fuertes protestas sociales que lo llevaran en 1997 a disolver la Asamblea Nacional con la esperanza de obtener apoyo para la transición a la euromoneda. El neogaullista perdió su mayoría y se vio obligado a nombrar primer ministro al líder socialista, Lionel Jospin, obligando a una cohabitación de 5 años en la que -con el artículo 20 de la Constitución gala bajo el brazo- limitó sin tregua a Chirac desde que asumió, provocando constantes -y evidentes- roces e incómodas indirectas dentro y fuera de Francia.

Otro episodio reciente fue el proceso político del british exito ‘Brexit’. El referéndum para decidir si Reino Unido debía continuar o no en la UE fue una de las promesas de campaña del ex primer ministro, David Cameron, quien logró la reelección en 2015. El “todo o nada” se basaba sólo en la confianza de que los británicos serían leales al proyecto europeo y que, por lo tanto, ello debilitaría a los nacionalistas. Sin embargo, ese 23 de junio de 2016, un 51,8% de los votantes se pronunció a favor de abandonar el bloque. Cameron perdía así no sólo el poder, sino su influencia en la política británica, dejando a un país en la incertidumbre:  Theresa May -a pesar de las constantes idas y venidas a la Europa continental- renuncia luego de tres intentos fallidos por sellar un acuerdo con el Parlamento; luego, con el conservador Boris Johnson en el poder y con la aprobación un acuerdo de salida (prenegociado con Bruselas) fijó el “fin del proceso” para el 31 de diciembre de 2020, por menos en lo concerniente al divorcio con Europa, porque aún quedaban las heridas y quiebres internos.

Si bien, el “giro a la derecha” no golpea de manera directa a los Estados miembros de la UE, el cambio en posturas políticas en torno al apoyo a Ucrania vía suministro de armas y transferencias de dinero, como co-financista de una guerra contra Rusia, podría ser la gota que faltaba para rebasar la paciencia de los europeos que han expresado con su voto el rechazo al eje franco-alemán de Macron y Scholz, que conducen a sus países- de la mano de la OTAN y Estados Unidos- al borde de un enfrentamiento ajeno en sus propias calles. 1933 podría estar a la vuelta de la esquina.

 

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