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Revolución de la Dignidad con Igualdad de Género

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Después de años conmemorando cada ocho de marzo en las calles de nuestro país, inundando de justas demandas medios de comunicación, redes sociales, debates públicos y privados, este año la pandemia nos obliga a replantear nuestra forma de reivindicar los derechos de niñas y mujeres chilenas, las que sufrimos día a día de las brechas e inequidades propias de nuestro género.

Si hablamos de contexto, resulta imposible no mencionar la pandemia, la que vino a visibilizar aún más las inequidades de nuestra sociedad. Por ejemplo, las precariedades en materia laboral, de salud y reproductivas y de seguridad social, entre otras.

Sólo durante el año 2020 en Chile hubo 58 femicidios; más de 800 mil mujeres perdieron su fuente trabajo y 75 mil niños, niñas y adolescentes no recibieron su pensión de alimentos por parte de sus padres (90 por ciento del total, adeudado), debiendo las madres hacerse cargo por completo de cubrir esta necesidad vital.

Con estos datos, que son sólo una parte de la realidad de las mujeres en nuestro país, hoy decimos NO MÁS VIOLENCIA CONTRA LA MUJER y exigimos que el Estado de Chile impulse políticas públicas con perspectiva de género.

En primer lugar, exigimos reactivación económica igualitaria, porque sin enfoque de género será una reactivación insostenible y poco sustentable. Proponemos medidas concretas y financiables para que las mujeres podamos volver con fuerza al mercado laboral.

La primera medida es reemplazar el artículo 203 del Código del Trabajo, que limita la obligación de salas cunas solo a empresas con más de 20 mujeres.  Debe pagarse la sala cuna, ya sea de manera directa ((200.000) o a través de un fuerte subsidio a toda mujer trabajadora, independiente de tamaño de la empresa o número de mujeres que trabajen en ella ¿Cómo se financia? Vía cotización previsional adicional (estimamos 0,7%) o impuesto general (por ejemplo, medio punto porcentual del IVA).

La sala cuna es un beneficio que debe entregarse a padres y madres, sin distinción de género; pero además debe considerar una adecuación de horarios a las necesidades laborales.  Y ello, no sólo de salas cunas, sino que también de jardines infantiles y escuelas, al menos entre primero y cuarto básico, lo que implica extender horarios hasta las 19 horas, lo que será una ayuda gigante para el cuidado de niños y la supervisión de sus tareas.

Claramente el desafío es elevar la participación laboral femenina por medio de la socialización del costo de cuidados de dependientes sin distinción de género ¿Otro ejemplo de medida? Ofrecer una red de cuidados para personas mayores y personas con discapacidad, cuyo responsabilidad casi siempre recae en las mujeres,

Pero no basta sólo con facilitar el trabajo femenino. De una vez por todas, debemos promover un cambio cultural que empodere social y económicamente a la mujer.

En este sentido, proponemos revisar el material didáctico desde kínder en adelante para remover estereotipos femeninos y masculinos;  reservar un porcentaje de cupos preferenciales (40% de cada sexo) en todo curso de capacitación de oficio SENCE, CFT o carrera universitaria (especialmente en ingenierías, ciencias, tecnologías y matemáticas).  Debemos romper la segregación ocupacional.

En esta misma línea, debemos apoyar a las empresas que buscan mujeres para oficios y profesiones entendidas hasta hoy sólo como “masculinas”; establecer metas para que las sociedades anónimas aumenten la presencia femenina en directorios y cargos de responsabilidad; modificar las normas del régimen de Sociedad Conyugal para que la mujer quede en igual pie que el hombre a la hora de administrar sus propios bienes, enajenar vehículos y herencia sin consentimiento del cónyuge.

Eso, sólo en el sector privado.  En el sector público, es fundamental extender el derecho a asignación profesional, independiente de si la jornada de trabajo es completa o parcial. Muchas mujeres pierden este incentivo por estar, por ejemplo, haciendo uso de su post natal.

Hay mucho por avanzar respecto de la mujer.  Tenemos la obligación de visibilizarla en todos los ámbitos.  Por ejemplo, que la Prueba de Transición Universitaria pueda darse hasta dos semanas después para beneficiar a aquellas estudiantes que deben dar la prueba estando en su período menstrual, lo que afecta sus puntajes.

¿Más? impulsar de verdad, con fuerza, el emprendimiento femenino y promover la corresponsabilidad en el cuidado de recién nacidos.

Debemos apoyar a la mujer, también a las de más edad. Cada madre, biológica o adoptiva, debe recibir el bono por hijo o hija nacida viva, al que tiene derecho.  La diferencia es que sea a los 60 años, con el bono completo y no a los 65, como ocurre ahora, repartido en cuotas que lo transforman este beneficio en miseria.

Sólo con medidas concretas, derrotaremos las inequidades de género existentes en nuestro país, por lo que con toda convicción en este ocho de marzo del 2021 y todos los días, trabajaremos incansablemente para que la Revolución de la Dignidad sea con Perspectiva de Género.

Apoyar a la mujer no es sólo en función de mejorar su calidad de vida y la de su entorno.  También es un avance para el país. Cada punto de participación laboral femenina,  eleva los ingresos tributarios en US$210 millones, por lo que 2 ½ puntos los elevaría en US$ 500 millones, cifra más que suficiente para financiar salas cunas para los hijos de 0-2 años de las madres que trabajan.

Es posible pensar en sala cuna universal y más aún.  Mayor participación (en torno a 53%) generaría ingresos tributarios adicionales para financiar salas cuna para todo niño, trabaje o no la madre; una participación de 56% permitiría financiar sala cuna para todo niño hasta los 3 años, y en régimen (cuando se alcance promedio OCDE de 61%), tendremos jardines infantiles para todo niño de 4-6 años. ¡Hagámoslo! No esperemos más

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