sábado, mayo 4, 2024
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Peor aún: Contraterrorismo a la Guerra

Crédito Foto: Patricio Muñoz Moreno

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Cuando la eficacia policial es materia de escarnio por la ciudadanía, que mira incrédula y asustada cuando los occisos del narcotráfico son despedidos con fuegos de artificio y ráfagas al aire impunemente, cuando se baten a tiros en la vía pública a la luz del día, cuando ya nadie cree que lo que se dice es verdad, cuando todos esperan quien o quienes serán los próximos corruptos descubiertos, legislar a la carrera para salir a tiempo con los anuncios antes que termine el trabajo de campo de la próxima encuesta, podemos imaginar el mundo que nos espera. Una ley para combatir el terrorismo no es baladí. La lucha contra este flagelo implicará la instalación de un escenario de alta complejidad.

Es inquietante imaginar a los dispositivos de inteligencia de las policías disponiendo de medios conspirativos sofisticados, no solo para luchar contra el crimen organizado, sino ahora contra el terrorismo.

No hay una descripción consistente, suficientemente sólida y menos consensuada respecto de qué es terrorismo. Ni técnica ni política y mucho menos suficientemente analizada y discutida para darle soporte a una ley con seriedad y más allá de la coyuntura. ¿En qué circunstancias específicas definidas como terroristas serán empleados estos métodos? ¿Cómo evitar que el apasionamiento político resulte desestructurante para el trabajo legislativo prolijo?

El lanzamiento de una ley corta implica, antes que nada, apresuramiento. Inquietante porque se pondrá en manos de las policías, fiscalías, y órganos de    inteligencia, atribuciones que deberían estar exquisitamente definidas, dadas dos circunstancias de fondo: la corrupción que se ha instalado en los organismos de control y la ansiedad del gobierno por revertir la pésima valoración que la ciudadanía le está dando a su gestión en estos temas. Cuando es necesaria la máxima prolijidad en la definición de los protocolos de aplicación de estos métodos, el presidente le dice a los parlamentarios que se apuren y con eso define que le interesa la aprobación y no la calidad de lo que se apruebe. Quiere mostrar que algo se hace y eso le parece suficiente.

Veamos los hechos concretos

Si actualmente los policías engañan a los fiscales y mezclan números telefónicos pertinentes con otros, que no lo son, para obtener escuchas que no forman parte de la investigación en curso y cuyos materiales servirán probablemente a otros fines, esta ley corta ampliará ese espacio sin antes revertir estas prácticas.

Si las escuchas permiten que los policías descansen en ese método y no utilicen otros de mayor eficacia pero que les demanda más trabajo como los seguimientos, las vigilancias, medidas activas, suplantaciones, infiltraciones y otros, sería necesario modificar los protocolos de aplicación. Quizá no se conozca en qué lugar se está infiltrando un agente encubierto bajo la cobertura de contraterrorismo, detrás de qué objetivos, en busca de qué resultados si el fiscal respectivo no posee un alto profesionalismo técnico para detectar las maniobras propias de los conspiradores, sujetar el cumplimiento y contener las bajas pasiones de los actores policiales en presencia.

Ni hablar del uso de montajes basados en estos sistemas para mostrar resultados.

La escucha telefónica, como método, resulta de alta eficacia frente a delincuentes inadvertidos. Los de mayor rango, saben perfectamente cómo esquivar los efectos de este método y los policías están viajando por las calles en sus carros sin saber muchas veces qué significa lo que escuchan. Es suficiente usar un lenguaje convencional para neutralizar las escuchas o cambiar constantemente de aparatos o chips. Los criminales organizados de más alto nivel lo saben perfectamente. Los terroristas islámicos dejaron en las sombras a la inteligencia norteamericana cuando dejaron de usar medios electrónicos, las transnacionales del narcotráfico hacen lo mismo. El FBI, la CIA y la DEA debieron regresar a los viejos métodos y trabajar nuevamente con fuentes humanas y algunos otros recursos clásicos eficientes siempre.

Resultará muy complejo, para los fiscales respectivos, controlar la decisión de los métodos y los términos de su aplicación por las policías en situaciones definidas, con los criterios actuales, como terroristas. Va a ser necesario crear una Agencia Nacional de Inteligencia que tenga atribuciones, capacidad y profesionalismo para regular la operatividad en estos ámbitos.

El antiterrorismo se prestará perfectamente para encubrir las demandas de información que provengan del narcotráfico respecto de la competencia en la guerra de territorios y rutas. Los pequeños pastabaseros las resuelven a tiros en las poblaciones y por las noches en las puertas de los pubs. Los otros, aplicando los usos de metodologías de inteligencia con la mano del gato verde, azul o gris y pagando bien los resultados, creando enlaces seguros e indetectables para lo cual usan, precisamente, las metodologías de inteligencia que dominan hace rato.

Las valoraciones técnicas para el diseño de una ley antiterrorista han estado ausentes, subsumidas en los intereses y los negocios políticos. Podemos imaginar cómo se evacuará una ley corta cuando el choque de opiniones entre parlamentarios del mismo sector son inquietantes. Francisco Huenchumilla (PDC): “Mientras no haya una reorganización profunda en Carabineros, no vamos a otorgar más facultades porque el gobierno está al debe en esta materia”. Felipe Harboe (PPD): “Me parece una buena decisión porque este es un proyecto muy largo, muy complicado y controvertido y la verdad es que le sugerimos nosotros al gobierno que hiciera esa separación para incorporar las medidas que hoy día se tienen, por ejemplo, en la ley 20.000 (de drogas) para las conductas terroristas”. Alfonso de Urresti (PS): Espera conocer el contenido de la nueva propuesta.

Hace un tiempo alerté en alguna parte: “El antiterrorismo se convertirá en un campo de batalla, el San Benito le será aplicado a quienes convenga y contra quienes se desplegarán toda clase de medidas a fin de alcanzar culpabilidades previamente negociadas, cumplir compromisos, despejar espacios de negocios, convertido en una herramienta para la comunicación portentosa, apabullante”.

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