Analista político y sociólogo.
El problema con la estrategia propuesta por Piñera es que convoca a una integración de fuerzas que exclusivamente se puede entender dentro del arco de la derecha. Allí es un paso muy importante pensar en una convergencia con Republicanos, disputándose el liderazgo. Los demás son invitados laterales.
Se trata de reintegrarse con una variante partidaria que rompió el marco de la coalición de centroderecha por diferencias internas. Al aumentar la representación de Republicanos, este grupo más duro no puede renunciar a seguir creciendo, lo que pone un freno natural a la libre expresión de sus ideas radicales.
Lo que los une es el mismo hecho de que están disputando el liderazgo, pero que están obligados a compartir el gobierno si han de competir para ganar.
Es comprensible desde la derecha, no desde el centro. Semejante arco es más de lo que pueden soportar de buenas a primeras personas que se definen por su rechazo a las posiciones polarizadas, sin importar para qué lado se polarizan.
Lo que de verdad pudo tentar a estos sectores es que la centroderecha los invitara a constituir una coalición de nuevo cuño en reemplazo de una alianza que incluye al partido de Kast.
Ahora saben lo que pueden esperar de este sector político: ser algo así como un asistente en un reencuentro de la derecha de un tipo con la derecha de otro tipo.
Lo que hizo Piñera fue sumar y calcular. Encontró que los números daban para ganar. El problema es que omite la intolerancia a una integración tan heterogénea. Lo que ha faltado aquí es el esfuerzo de ponerse en el lugar del otro, en beneficio de un análisis frío, pero correcto de utilidades.
Para construir una alternativa de gobierno hay que estar, previamente, de acuerdo en aceptar que cualquiera, dentro del pacto, pueda ganar la nominación presidencial en una elección primaria, incluyendo, en este caso, la derecha dura.
En la práctica, para cualquier partido de centro eso implica aceptar que puede terminar en breve con Kast de candidato presidencial, puesto que todo indica que esta definición se tomará antes de la primera vuelta.
Es una invitación al suicidio político en el nacimiento de nuevos partidos, puesto que dejan de tener independencia para cualquier decisión que no sea la de acompañar la corriente principal. Es cancelarse como opción emergente.
En política todos han de estar preparados para sorpresas en cada nueva jornada. Justo cuando Evelyn Matthei afirmaba “me estoy preparando para la responsabilidad que me puede caer encima”, lo que le cayó encima fue la candidatura presidencial de un viejo adversario. Historia conocida.
La propuesta de Piñera será bien aceptada en el arco opositor porque sincera la condición necesaria para ofrecer un gobierno con suficiente respaldo político. El expresidente se apresuró a revelar la estrategia porque quería asociarla a su nombre. Lo que consigue es alejar a quienes se ubican en el centro.
La pregunta es, entonces, si desde la centroizquierda se puede hacer una oferta más inclusiva, respetuosa e integradora, que dé paso al diálogo para construir una alternativa amplia y pluralista para Chile. Lo cierto es que se puede influir más cuando no está todo resuelto ni te lo comunican por la prensa.
