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Tencha, cariñosamente Tencha

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Mientras veo emocionado el hermoso e íntimo documental “Allende, mi abuelo Allende” de Marcia Tambutti, nieta de Allende, pienso en la familia del compañero presidente, muy especialmente en Hortensia Bussi Soto, su compañera de vida, aliada en múltiples campañas, Primera Dama durante el histórico gobierno socialista y memoria internacional de lucha y resistencia en su largo exilio después del Golpe de Estado. Sus hijas y nietas le decían Memé a Hortensia Bussi mientras el pueblo la llamaba Tencha, cariñosamente Tencha.

De muy jovencito me interesé en la política y en la lectura historiográfica. Me apasionaba leer libros sobre Allende y la Unidad Popular. En la enseñanza media, recuerdo, mirando una película sobre Allende en mi colegio Cristóbal Colón de la población Juanita Aguirre, mi querido profesor Mario Soto me grita firme y claro: “Víctor Hugo, mira, ella es Tencha Bussi, la viuda de Allende”. Esa frase, expresada con educativa pasión y escuchada por todos mis compañeros, quedó en mi loca e inquieta memoria política. Desde ese día comencé a leer e interesarme en la vida de Tencha Bussi y en la azarosa e intensa vida personal de Allende, incluyendo sus otros amores no matrimoniales, “relaciones paralelas” dice Tambutti en el documental premiado en el Festival de Cannes, destacando aquí a la emblemática, discreta y enigmática Miria Contreras Bell, La Payita, secretaria (y amor) personal de Salvador Allende.

En mi apasionada historia de vida me crucé varias veces con la señora Tencha en medio de eventos sociales, políticos y culturales. En el exilio, se consigna, Tencha recorrió el mundo denunciando a la dictadura cívico–militar y desde su feliz regreso a Chile, continuó su quehacer político – público, transformándose en la memoria siempreviva de Allende. Mis más aguerridos recuerdos con la señora Tencha se concentran en un Congreso del Partido Socialista de Chile en el Edificio Diego Portales, un inolvidable 4 de mayo de 1996. Ahí, mientras Tencha pronunciaba un bello discurso inaugural dedicado a su amiga, la ex Primera Dama de Francia Danielle Mitterrand, presente en el acto, irrumpí en la ceremonia oficial para entregar una carta pública a Mitterrand, solicitando su apoyo a nuestra lucha nacional e internacional en contra del artículo 365 del Código Penal que castigaba con cárcel las relaciones sexuales entre hombres adultos. Luego de entregar la misiva desplegué una bandera chilena rota en su centro, una bandera hueca, sorprendiendo a los más altos dirigentes políticos socialistas de los años 90, Ricardo Lagos Escobar, entre ellos.

Junto con el temerario acto de la “bandera hueca” del Movilh Histórico, recuerdo con emoción la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Santiago en el Centro Cultural Estación Mapocho, un 21 de noviembre de 1997, cuando bailé desenfrenada cueca maricueca exigiendo “juicio a Pinochet”. La señora Tencha en primera fila, miró la osada e inesperada escena, celebrando la hazaña. Según señala mi libro “Bandera Hueca. Historia del Movimiento Homosexual en Chile”, el desaparecido diario La Nación destacó el hecho en portada recogiendo las palabras de Raúl Zurita y del entonces presidente del senado, Sergio Romero. “Me pareció muy bien. Encontré extraño que luego pidieran disculpas. A lo mejor pedían disculpas porque no había aún juicio a Pinochet. Por lo menos así lo entendí yo”, dijo el premiado y querido poeta, mientras Romero, amigo personal del dictador, expresó molesto: “Fue una intervención absolutamente anormal, que no tiene respeto ni por el libro, ni por el himno patrio. Es una vergüenza. No lo considero un ataque al general Pinochet, sino una muestra de grosería e incultura. Lo que más me extraña es que alguna gente del público haya aplaudido”. Un año después, en octubre de 1998, Augusto Pinochet Ugarte sería detenido en Londres, iniciándose un anhelado -anunciado y bailado- juicio a Pinochet.

¡Se siente, se siente, Allende está presente!

De mis encuentros y desencuentros con la señora Tencha, el primero es el más sorprendente y querido. Fue un sábado 24 de septiembre 1988, días antes del plebiscito, bello día cuando Tencha regresó de su doloroso exilio. Yo era muy joven, arrojado e intrépido. Tanto así que fui al aeropuerto internacional Arturo Merino Benítez para recibir a la viuda de Allende, leyenda viva de resistencia política. Lo más sorprendente de esa mañana no fue mi alocado deseo de conocer personalmente a Tencha sino como –mágicamente- integré la caravana oficial que acompañó a la ex Primera Dama de Chile en su glorioso ingreso a la ciudad de Santiago. No sé cómo lo hice, pero en un minuto, cuando Tencha subió a un auto familiar, después de recibir el cariño de un mar de chilenos que fue a recibirla, me encaramé a un auto negro con un chofer desconocido que integraba la comitiva. El chofer me dejó subir y partimos en la comitiva. El nuestro era el tercer auto de la comitiva de Tencha. Nadie habló, ni dijo nada. Ni el chofer, ni yo. No comprendía demasiado lo que ocurría, ni cómo había llegado hasta ahí, pero lo vivía y gozaba feliz, adolescentemente.

Recuerdo que la ciudad se veía hermosa, las calles repletas de pueblo movilizado que gritaba por Allende presente y la comitiva de Tencha avanzando lentamente. Yo, muchacho entusiasta, levantaba la mano por la ventana y saludaba al pueblo, mi pueblo, así como si se tratara de un integrante más de la familia Allende. Fue extraño y alucinante ese impulso irrefrenable de sentir y asumir ese cinematográfico rol de familia simbólica, familia allegada e inesperada, tal vez, pienso ahora, representando a mi querido amigo Alejandro Salvador Fernández Allende, hijo menor de Tati, nieto de Salvador Allende. Yo no conocía en ese minuto a Alejandro, ni mucho menos sabía de su asumida homosexualidad pero lo representé sin imaginarlo. Fue un misterio, muy real pero irreal a la vez, igual que el cierre de mi juvenil tránsito allendista, cuando enfilando por Avenida Santa María, llegando al centro de la ciudad, debí bajar del extraño auto porque el ensueño había terminado. Me despedí del chofer y nunca más lo volví a ver. Hace un tiempo relaté este increíble cuento a Alejandro y nos reímos como cabros chicos. “Es que eres muy loca, Vicky”, me dijo. Y sí, fue una hermosa e inolvidable locura de juvenil amor allendista.

Es sábado, víspera de la emblemática e histórica romería al Cementerio General de Santiago recordando el 11 de septiembre de 1973 y está terminando el documental sobre Salvador Allende en Televisión Nacional de Chile. Y el cariño por Tencha se acrecienta cada día más, palpitando agitado mi rojo corazón. Mujer valiente, hermosa, dulce y cercana. Una cercanía que atribuyo a mi fallecida abuelita Luzmira Monsalvez Alarcón Paillalef que me hablaba de ella. “La señora Tencha”, me decía, muy solemne. Me hubiese gustado estar más cerca de Tencha, haberla saludado y besado en su casa de Guardia Vieja cuando Alejandro me invitó a celebrar su cumpleaños. No pude ir, debía trabajar, mi jefatura en Universidad ARCIS no me autorizó. Nunca lo perdoné, ni olvidé. Llamé para disculparme con la señora Tencha. Ella comprendió. Alejandro me contó, tal vez para consolarme, que Tencha celebraba mis locuras, especialmente la cueca maricueca en la Feria Internacional del Libro de la Estación Mapocho.

Dedico estos sentidos recuerdos de loca política a la familia Allende, muy especialmente a mi querido amigo Alejandro Salvador Fernández Allende. Porque mucho más allá de las críticas públicas que he formulado a Maya Fernández Allende por su incomprensible rol de Ministra de Defensa del diletante Gabriel Boric y a Isabel Allende Bussi por permitir la exposición de una anticastrista en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, siento profundo y sincero afecto y admiración por la resistencia familiar, cultural e histórica de la familia querida del compañero presidente Salvador Allende Gossens.

El Cortijo de Conchalí, 10 de septiembre de 2023.

Víctor Hugo Robles
Víctor Hugo Robles
@elchedelosgays

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