Periodista.
No quisiera hacer una tesis respecto del peso de la historia de un club deportivo grande ni tampoco dármelas de adivino, pero las primeras reflexiones que se me vienen a la mente después del empate de Universidad de Chile ante Audax Italiano y del consecuente despido del entrenador uruguayo Alfredo Arias –ahora ex técnico del elenco estudiantil- tiene relación por una parte con el historial futbolístico de la institución siniestrada y, por la otra, con lo que pudiese concebirse al asumir Hernán Caputto al mando del primer equipo azul.
En cuanto a lo primero, sin desconocer que la «U» es uno de los clubes deportivos más grandes del país y del continente, con un historial del cual sus seguidores deben sentirse muy orgullosos, la regularidad en sus mejores campañas en tanto resultados no ha sido ni fue una constante en sus 92 años de existencia, pese a que tardó menos tiempo que Colo Colo en obtener su primer título de campeón profesional en competencias de primera categoría chilena.
La entidad universitaria dio su primera vuelta olímpica en 1940, dos años después de haber ingresado al profesionalismo; los albos levantaron la primera copa en 1937, a cuatro años de iniciarse en el fútbol rentado, donde el club fue pionero. Pero el elenco de Macul rara vez dejó de ser protagonista desde su fundación en 1925 -plena era amateur- hasta hoy, independientemente de cierta falta de brillantez de ciertas épocas en lo netamente futbolístico. El panorama histórico de la escuadra del chuncho es diferente: tardó 19 años en ser nuevamente monarca de la principal contienda de nuestro balompié profesional y, después de su década más brillante, gracias al históricamente ineludible «Ballet Azul» -seis títulos en 11 años- estuvo medio siglo sin ampliar su palmarés en el respectivo ámbito.
Entre 1969 y 1993 hubo algunos períodos de buenas campañas y logros relevantes para Universidad de Chile como las obtenciones de la Copa Polla Gol 1979 (denominación circunstancial de la Copa Chile), las liguillas pre Libertadores de 1976 y de 1980, y la Copa de Ciudades Universitarias de 1976. Pero ninguno de estos títulos se equipara a los de «primera categoría» o o «nacional» (excelente definiciones de Wikipedia para diferenciar esa clase de torneos con competencias de menor rango, como las de apertura, por ejemplo). De 1994 en adelante la «U» ganó 11 campeonatos (7 de ellos, cortos) de primera categoría, el doble y cuatro más en comparación a los obtenidos en los 67 años precedentes. Sus mayores logros oficiales internacionales también tienen lugar después de la «sequía» del cuarto de siglo: levantó la Copa Sudamericana en 2011 y llegó a las semifinales de la Copa Libertadores en 1996, 2010 y 2012.
No tiene estadio, pero…
¿Dónde se aprecia la irregularidad de la «U»? Superada sólo por Colo Colo en popularidad y en cantidad de títulos en la serie de honor profesional, la historia del club que hoy rige la sociedad anónima Azul Azul puede ser perfectamente apreciada con (aunque suene algo duro y rústico decirlo) envidia por el resto de los clubes, incluso por uno que lo supera en infraestructura y en área formativa: Universidad Católica, el otro gran rival. Con esto no quiero decir que Universidad de Chile no tenga infraestructura: no tiene estadio pero su recinto de entrenamiento de CDA es objeto de elogio permanente. Además, pese a que en el ámbito presupuestario se puede advertir escasez para contratar figuras de jerarquía, la S.A. está lejos de vivir la fragilidad del tiempo de quiebra.
Conclusión: El club puede perfectamente salir adelante y, en esa senda virtuosa, el impulso debe darlo su gran motor: el primer equipo de fútbol. Respondiendo a la pregunta de la parte superior del párrafo: el historial zigzagueante se debe a un conjunto de errores, que van desde desafortunadas decisiones directivas, falta de sintonía entre la plana superior y quienes deben mediar entre aquella y los jugadores, y la presencia de liderazgos del plantel cuyas decisiones y control pesan por sobre las del técnico de turno y, lo que es peor, en forma negativa.
La prensa especializada ha expuesto que después de la era más exitosa en cuanto a la relevancia de logros en menor cantidad de tiempo (tres títulos nacionales y uno internacional en menos de un año entre 2011 y 2012, sólo superado por Colo Colo considerando un lapso similar entre 1991 y 1992: tres internacionales y uno nacional), con Jorge Sampaoli a la cabeza, el club tuvo 11 entrenadores, de los cuales sólo tres fueron campeones en el club sin alcanzar la brillantez de la era del casildense: Darío Franco, Martín Lasarte y Ángel Guillermo Hoyos.
No se trata de buscar culpables, pero hay un detalle clave entre las dos temporadas más exitosas y las ocho siguientes; en la primera estuvo Federico Valdés a la cabeza y, en la siguiente, José Yuraszeck y Carlos Heller (José Luis Navarrete asumió hace muy poco tiempo). Allí irrumpe la pregunta del millón: ¿por qué dos empresarios reconocidos en sus negocios respectivos no fueron capaces de darle continuidad a un proceso que marchaba extraordinariamente bien?. No está de más señalar que parte de la generación dorada de la selección nacional formó parte de la «U» entre 2011 y 2012: Eugenio Mena, Marcelo Díaz, Eduardo Vargas y Charles Aránguiz. Evidentemente surgen más factores en la ecuación: desgaste del mejor plantel, desafortunados recambios de jugadores, entrenadores que no fueron capaces de domar a jugadores intransigentes o desmotivados (no existe seguridad plena, pero algunos dardos, incluso de hinchas, apuntan al multicampeón Johnny Herrera como generador de anticuerpos en los planteles) y la falta de una línea de juego clara (materia que con Sampaoli a la cabeza siempre estuvo resuelta: la frontalidad). Resultado final de todo: el club hoy está peleando su permanencia en primera.
El futuro
¿Cuál es el precedente histórico que permite imaginarse el futuro de la «U»? No me gusta la palabra «anticipar», porque se puede familiarizar con la supuesta capacidad de un mago de hacer realidad en lo inmediato una acción que difícilmente tendrá lugar con el chasquido de los dedos. Creo que la presencia de dos referentes históricos como directores: Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg, con un plan ambicioso pero honesto (tratándose de la credibilidad de dos ídolos del club), de tres años para cosechar las ideas, es una especie de bocanada de aire fresco en los últimos y convulsionados meses. Reproduzco los elementos de aquel espíritu que el «Superman» y el «Polaco» desean imprimir en esa «nueva Universidad de Chile», a los cuales me referí en otra columna: identidad (jugadores que seduzcan por su capacidad técnica, potencia, velocidad, especialización en cada puesto, adaptabilidad e inteligencia para jugar), valores (aspecto aparejado con el anterior, donde resaltan atributos como el respeto, la solidaridad, el sentido del esfuerzo y la responsabilidad), un estilo de juego basado en el control e ir al frente sin renunciar a distintos esquemas, la misma forma de jugar en todas las divisiones, que los refuerzos sean elegidos con pinzas, que en tres años el 40% del plantel esté formado por canteranos y que cada cuerpo técnico tenga un perfil que se condiga con la identidad deseada.
Caputto, quien llevaba hace algunos días un mes a cargo de las divisiones inferiores de la «U» tras ser adiestrador de la selección chilena sub 17, es hoy entrenador interino del primer equipo azul. No existe seguridad plena de su continuidad como tal si los resultados venideros son los óptimos. Su situación recuerda mucho a la de César Vaccia en 1999, quien tras reemplazar a Roberto Hernández tras su magro inicio de temporada en el elenco universitario, no sólo ayudó en la recuperación de un plantel, sino que dio origen a una de las mejores escuadras de la historia de Universidad de Chile, bicampeón en 1999 y 2000, y campeón de la Copa de Chile de ese último año.
Se barajan los nombres de Pellicer, Pelusso y Markarián para la banza azul: conocimiento del medio, del club y experiencia los avalan, según los referidos directores de la concesionaria. Nada garantiza que las buenas historias de 1959, 1994, 1999 y 2011 (por mencionar las más significativas) tengan sus ecos entre 2020 y 2022, pero al menos hay un mejor filtro, una idea y una convicción para lograr levantar a la «U» y que sus hinchas vuelvan a gozar motivos de orgullo.
