viernes, marzo 29, 2024
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A dos minutos del fin

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Ha sido una reificación de nuestra cultura Occidental, impuesta a todo el mundo por las armas y no por la razón, -aunque el pragmatismo de lo cuantificable y la economía nos hayan (casi) convencido que las cosas tienen razón en ellas mismas-, la creencia universal que Kronos, el tiempo, tiene una sola dimensión, la que regula nuestras actividades diarias, los relojes, las misas, el trabajo… Desde los relojes de sol, pasando por las clepsidras, hasta los relojes mecánicos, que sustituyeron con el siglo XV las campanadas de las iglesias, y los relojes que nos pusimos en las muñecas, para dar cuenta que éramos propiedad del tiempo, creyendo poseerlo, hemos aceptado que la división regular del día, en 24 horas, de sesenta minutos, es un «hecho objetivo», que luego de 86.400 segundos volverá a repetirse, igual a si mismo, infinitamente.

Pero no. Ha tenido que llegar un ahora, cargado de transformaciones, al mismo tiempo lejanas e interiores, para que nos diéramos cuenta que ellos estaban equivocados, que no todo se vende, que el tiempo ni nosotros tienen precio, que la historia es invaluable y no está en el mercado, que ellos no han ganado, aunque lo parezca, que el tiempo tiene dos dimensiones. Las dos conviven simultáneamente, una y solo una, puede ser capturada en los relojes, la otra no: es esencialmente libre, sin forma, ni dirección, como la mente, el despertar, el sueño o la conciencia de todos. Podríamos decir que hay un tiempo de razón y otro de sentimiento. Claro que la distinción no es nueva: ya Homero en la Odisea hablaba del Kairós como la otra cara del tiempo. Albert Einstein, hace algo menos, estableció que el tiempo era indisociable del espacio y que tenía entonces dos dimensiones.

.La Sociedad del Boletín de Científicos Atómicos, organización académica de USA (que cuenta en su dirección a 15 premios Nobel… ) se encarga desde 1947, de actualizar anualmente el Reloj del Apocalipsis (“Doomsday Clock”), para alertar a la gente y los “tomadores de decisiones”, de la proximidad en que nos encontramos de la extinción total. Se comprende que su existencia no sea muy difundida en las noticias de la tele.

Éste, es un reloj “normal”, en el que dos giros de 12 horas señalan un día. Cada año, según el análisis de los elementos recogidos, esta Sociedad de Científicos Atómicos, moverá sus manecillas más cerca -o más lejos-, de la medianoche. Si una situación ideal de equilibrio, paz y seguridad absoluta se simboliza por 24 horas, ahora estamos a dos minutos del desastre total. Como en el 2017.

El reciente 24 de enero, al repetir la hora del año pasado, se inauguró una nueva dimensión: la de “nuevo anormal”. Los estados habían buscado un rol de liderazgo en el diseño y el apoyo de acuerdos globales que promovieran un planeta más seguro y saludable.

Desde el 2007, que el Boletín de los Científicos Atómicos encargados de evaluar la situación de seguridad mundial, a la amenaza de la conflagración nuclear, ha incorporado el Cambio Climático, como el otro elemento que nos amenaza de extinción total

Lo “nuevo anormal” describe un momento en el que el hecho, se está volviendo indistinguible de la ficción, socavando nuestras propias habilidades para desarrollar y aplicar soluciones a los grandes problemas de nuestro tiempo. Los nuevos riesgos anormales, alimentan la ignorancia, envalentonan a los autócratas y acosan a los ciudadanos de todo el mundo, creando una peligrosa sensación de anomia y parálisis política.

La declaración del Doomsday Clock de este año, llama la atención sobre el estado crítico de la seguridad nuclear y climática. También apunta a un cambio cualitativo en la guerra de información y una tergiversación constante de los hechos, lo que está minando la confianza en las estructuras políticas y la investigación científica. Al mismo tiempo, la ciencia sigue avanzando, y se necesitan con urgencia nuevas estructuras de gobierno global, para gestionar tecnologías de rápida evolución y potencialmente peligrosas, como la geoingeniería, la biología sintética y otras.

En 2017, el Boletín acercó la hora del Reloj del Juicio Final a dos minutos de la medianoche, en parte debido a las políticas militaristas, los enfoques imprudentes hacia las armas nucleares y al creciente desprecio por enfrentar los mayores desafíos de hoy, sobre todo el cambio climático.

Los líderes mundiales durante el año, no solo no trataron adecuadamente las amenazas nucleares y climáticas, sino que las aumentaron «a través de una variedad de declaraciones y acciones provocativas, incluida una retórica irresponsable sobre el uso de armas nucleares y el desafío indiscriminado de las verdades científicas». Hoy se ha vuelto aún más claro que «la corrupción intencional del ecosistema de información», amenaza con socavar el discurso racional necesario para enfrentar tales desafíos. La declaración de 2019, por lo tanto, proporciona un marco para que los ciudadanos puedan comenzar a organizarse y responder colectivamente.

El calentamiento del océano, debido a las emisiones de gases efecto invernadero, que causa la civilización capitalista occidental (aún en sus reificaciones  fuera de occidente…), equivale, según un estudio reciente que hemos citado, a la explosión de tres bombas atómicas, por segundo, cada segundo, desde 1970 a la fecha. Estoy seguro que es un montón de bombas atómicas.

La revolución francesa

Marianne, es una figura mítica francesa, que simboliza la fuerza del pueblo, que surgió con la Revolución Francesa, en 1879. Aunque los efectos y consecuencias mundiales que ha tenido el movimiento de las “abejas” o Gillets  Jaunes, (chaquetas amarillas), habrá de ser abordado con mayor detención, en sus alcances de espontaneidad y así de imprevisibilidad y control, no podemos dejar de mencionar aquí, que la movilización ciudadana, autónoma, espontánea y sin dirección, plantea dificultades muy grandes a las tácticas clásicas de represión y control que ejerce el poder.

Tal vez por ello, movimientos calcados sobre los “chalecos amarillos”, se han visto emerger en Alemania, Bélgica, Italia, Inglaterra y los USA, entre otros, haciendo que el mismo presidente de Francia se haya visto obligado a crear un Gran Debate Nacional, el 19 de enero, para poder entender y enfrentar las causas de esta insatisfacción popular generalizada.

También es digno de llamar la atención, el que distintas manifestaciones parciales se hayan también producido en su interior, como los “lápices rojos”, de los profesores, que vehiculan demandas por la mantención de la educación pública frente a la privatización de la educación, o los “pañuelos rojos”, que a su vez protestan por la represión y claman por una sociedad en paz.

Es significativo señalar asimismo, la reciente ola de demandas legales contra los Estados y Municipalidades en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, hechos por ciudadanos sindicatos, y ONG´s ambientales, demandando al Estado por no tomar las medidas adecuadas para defender a la población del Cambio Climático. A principios de enero de este año, una demanda popular contra el Estado Francés, recogió en unos días dos millones de firmas.

Ello viene a reafirmar que lo más significativo de todo el proceso, ha sido el que por encima de las demandas corporativas parciales haya surgido como un tema unificador, el catastrófico estado del planeta por los efectos del Cambio Climático. Ello, se vio objetivado el último fin de semana en una “jornada por el clima”, que se llevó a cabo simultáneamente en las distintas capitales del mundo, en conjunción con el “acto XI” de protesta de los “chaquetas amarillas”. Abejas que con su zumbido persistente, comienzan a agitar el aire que respira toda la colmena.

Pueblos originarios y cambio cultural.

Cabe también señalar la importancia que en los foros internacionales de Naciones Unidas -de Cambio Climático (CMNUCC), pero también de la Convención de la Biodiversidad (CDB) y otros-, están adquiriendo los pueblos originarios, quienes, lo sabemos, no obtienen el mismo nivel de reconocimiento a nivel de los propios países en que se encuentran sus territorios. En efecto, aunque los indígenas forman menos del cinco por ciento de la población mundial, encuentran su hábitat donde vive, el 80 por ciento de la biodiversidad planetaria, siendo los principales garantes de su supervivencia, según la ONU.

Los pueblos indígenas tendrán la oportunidad de compartir sus conocimientos tradicionales sobre el medio ambiente y sus visiones ancestrales de respeto a la naturaleza, y jugar un papel en la implementación del Acuerdo de París 2015, para combatir el cambio climático y construir un futuro sostenible bajo en carbono.

Actualmente se están realizando procesos de selección, para nominar a 14 miembros de un grupo de trabajo de la Plataforma de Comunidades Locales y Pueblos Indígenas (LCIPP), que fue creado por el Acuerdo de París en 2015. Se espera que el grupo final celebre una primera reunión en junio.

En ausencia de la necesaria política democrática de difundir entre los ciudadanos la información científicamente validada acerca del estado actual del recalentamiento de la tierra, y de los acuerdos políticos internacionales para combatirlo, nos hemos dado por tarea realizar nuestro aporte desde estas páginas virtuales.

Gobernanza sustentable.

Un principio general de toda investigación, debiera ser el reconocer los beneficios de compartir los datos y resultados de investigación. Sin embargo, las instituciones aprisionadas desde hace 40 y tantos años, en las redes asfixiantes del mercado y la privatización, no abordan estos principios con decisión y el intercambio de información, sigue siendo tan bajo como la coordinación entre ellas.

Los incentivos externos para compartir datos, las instituciones y los departamentos, deben llevar la transparencia un paso más allá y establecer políticas de intercambio de datos que especifiquen procedimientos sucesivos de procesamiento adecuado de información.

Estos objetivos deben ser consistentes con los de las propias instituciones. Si una institución pretende fortalecer su capacidad de desarrollo, con la comunicación adecuada de sus resultados y la retroalimentación activa con el público, el fortalecimiento de la democracia indicaría que la toma de decisiones política debe hacer lo mismo y fundamentarse en la participación informada.

A guisa de corolario, podríamos decir que la sociedad se ha estructurado de acuerdo a escalas jerárquicas, que cobran cuerpo en los distintos campos en que realizamos nuestro cotidiano. Todas discutibles, no por ello son menos existentes. Unas más, otras menos, referidas a escalas de tiempo, todas se cristalizan en el espacio, del cual el tiempo, aunque no está ausente, puede no ser considerado. Familia, trabajo, lenguaje, siempre hay una figura de referencia que se ubica sobre nosotros, el padre, el jefe, el maestro. Lo que se nos olvida con frecuencia, es que a su vez esas personas también están inscritas en esta dinámica de gobernanza y también tienen superiores a quienes rendir cuentas. El jefe de una empresa, tendrá un directorio, el de un Servicio público un ministro, el Ministro un Presidente y el Presidente, responderá -idealmente-, ante el pueblo.

Puede que nuestro convencimiento sobre la ciencia climática y sus efectos, tienda a ser ignorado por estructuras de Gobernanza y compartimentación de las comunicaciones, que replican el modelo de la propaganda y que no toman debidamente en cuenta las transformaciones que están ocurriendo. No hay que despreciar nuestra posibilidad de influir a través de distintos medios, en quienes toman las decisiones que nos afectan a todos. A ellos también les puede ayudar recordar que en los desfiles (victorias) romanos, o cuando un nuevo César era entronizado, en cada una de las siete colinas de Roma, había un sabio gritando: “¡Recuerda que eres humano!”.

Volvamos a recordar pues, -en ausencia de políticas oficiales-, que este año se realiza en Chile la COP25 de la Convención Marco de Naciones Unidas por el Cambio Climático (CMNUCC) y que ello, nos pertenece a todos, no a un gobierno u otro. Como el Cambio Climático, que es el asunto de todos. En rigor mucho más a los pobres, o los pueblos originarios, quienes de muchas maneras están ya sufriendo las consecuencias de un presente global en que las decisiones políticas no se toman en base a la investigación científica, el debate racional y el diálogo constructivo. No nos queda mucho tiempo. Dos minutos, en 24 horas, dicen algunos.

 

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