Analista.
A propósito del secuestro de un militar venezolano en Chile, supuestamente por un team de infiltración de la contrainteligencia militar venezolana, sobre lo cual se puede especular mucho, es importante reflexionar sobre algunos alcances técnicos requeridos para enfrentar estas eventualidades que provocan un gran revuelo mediático.
Un ex oficial de la CIA, Robert Baer en su libro Soldado de la CIA, escribe en la página 15 del prólogo:
“Al igual que el resto de Washington, la CIA se había enamorado de la tecnología. La idea era que los satélites, Internet, las interceptaciones electrónicas e incluso las publicaciones académicas nos revelaría todo lo que necesitábamos saber sobre lo que estaba sucediendo más allá de nuestras fronteras…Hablando claro, la CIA se había desentendido del asunto del espionaje. Me pregunto por qué no teníamos una fuente de información en las mezquitas de Hamburgo para decirnos que Muhammad Atta, el presunto líder de los secuestradores del 11 de septiembre, estaba reclutando terroristas suicidas para el mayor atentado jamás visto en territorio norteamericano”. A continuación, se queja amargamente respecto del abandono que se había hecho de los infalibles viejos métodos.
Cada cierto tiempo, -como ahora- ocurre un incidente en donde se ve involucrada la capacidad de inteligencia del país. De inmediato surge una especie de moda dentro de la cual todo el mundo siente la necesidad de decir algo, criticar lo más rudamente posible. Aparece una catarsis que les permite en el futuro decir “yo lo dije” y se invocan múltiples acciones que resolverían las debilidades y la crisis. Políticos, policías jubilados, militares en retiro, expertos, ex funcionarios, abogados, algunos más asertivos que otros, más sensatos que otros, menos exitistas que otros, algunos exhibicionistas, aprovechan la coyuntura. Futuros candidatos a cualquier cosa, lanzan sus propuestas. El evento que le dio origen a este desenfreno se va diluyendo o aclarando en el tiempo y regresa entonces el silencio y el tema es abandonado una vez más. Es una apreciación pesimista, pero es lo que ocurre. Chile no puede tener un sistema de inteligencia de altura si no se subsanan falencias endémicas, si no se recurre a los viejos y probados métodos, si nos alejamos de la moda de las tecnologías y nos ponemos a pensar en la inteligencia en serio. Experiencia hay mucha diseminada en todo el mundo. Seamos humildes y aceptemos que no sabemos.
Nos han caído encima las altas tecnologías de un modo abrumador. Actualmente, enormes áreas como Internet, los desarrollos en Inteligencia Artificial, trazabilidad digital, las protecciones de blockchain, Big Data, ciberseguridad, comunicaciones encriptadas hasta el infinito, satélites, redes 5G, sensores, nano y cuántica, nanotecnologías, geoposicionamientos, etc. se aplican para la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Y estas lacras no cesan de avanzar y desplegarse a un ritmo desenfrenado. Algo pasa, algo está pasando con estas gigantescas capacidades que, me atrevo a decir, no parecen ser tan capaces ellas o sus gestores.
Un espía situado en un punto neurálgico en una organización delictual, nos proporciona información de alta calidad respecto de lo que está pasando y también algo inestimable: lo que pasará, dónde cuándo y cómo, vale decir, material insustituible para el diseño de contramedidas oportunas que nos eviten dolores de cabeza.
Proceso lento y costoso
Reclutar un espía capaz de situarse en el lugar preciso, o capaz de iniciar una escalada de penetración que lo lleve hasta los secretos que necesitamos, que sea el hombre o mujer con las calificaciones necesarias para la tarea, darle las capacidades y las habilidades pertinentes, no es tarea fácil. Antes que nada requiere un pleno dominio de los métodos requeridos, altas capacidades de los controladores y planificadores.
Conocer y romper los esquemas de seguridad de las organizaciones delictuales para poder concretar la penetración o la infiltración según sea el caso, es de alta complejidad, tomará mucho tiempo y el concurso de muchas instituciones que aportarán sus capacidades y conocimiento, es decir, un relacionamiento institucional altamente colaborativo exento de rivalidades o interferencias políticas.
El proceso de reclutamiento es lento y de alta complejidad. Requiere personal profesional, imaginativo, formado sólidamente en los métodos, con un sentido de disciplina. No puedo describir con todo detalle estos métodos, pero ellos garantizan la instalación de las llamadas fuentes humanas en el lugar requerido para luego iniciar el proceso de atención y dirección, con el fin de darles apoyo, direccionamiento, protección, y más capacitación de acuerdo a las variaciones de la situación operativa en que se encuentran.
Debe aceptarse, para tales menesteres, el abandono casi absoluto de los medios electrónicos y digitales para las comunicaciones. El crimen organizado posee muchas más capacidades para la adquisición de sistemas tecnológicos que los organismos públicos, también para la adquisición de personas, por lo cual podrán romper, sin tantos problemas, las rutas de contacto entre los espías y sus controladores, excepto que se usen los viejos métodos que resultan inviolables por su sencillez probada hasta la saciedad en años y años de aplicación. Por supuesto los recursos digitales son una capacidad de apoyo notable, pero no pueden reemplazar la idoneidad de un colaborador secreto bien situado y mejor entrenado.
Todo esto es un proceso lento y costoso. Requiere múltiples direcciones para el despliegue de las capacidades institucionales, coordinación, cooperación, interactividad. No puede existir improvisación, ni solo sospechas o supuestos o impulsos competitivos, tampoco interferencias políticas. La tarea es pausada, permanente. Un entrenador español me decía: “Si para tener un colaborador bien situado tuviste que hacer cien intentos. Para tener dos debes hacer doscientos intentos y así, joder. Pero cuando tengas uno, ese uno te facilitará muchísimo alcanzar los resultados esperados”.
Esta atmósfera de alto profesionalismo, disponer de altas capacidades diseminadas en el conjunto de organismos que apoyen estas acciones, operaciones sostenidas en el largo plazo, un centro con capacidad para procesar, evaluar y definir contramedidas y con capacidad para anticipar eventos, son necesidades indispensables para evitar lo que nos ocurre en el nivel de la inteligencia táctica.
Estas falencias de la inteligencia chilena no se superan hablando de ellas cada cierto tiempo. Tampoco dejando que las decisiones más complejas se tomen en un entorno de lucha partidista, menos que sean temas de los oportunistas de siempre que tomen algunas ideas de alguna parte y vayan a lucirse en los matinales para captar votos.
