Analista político y sociólogo.
Alcanzar mayorías suficientes en la Convención Constitucional es un desafío, lograr que el resultado de esos acuerdos perdure en el tiempo es otro de igual importancia. Lo que hace la diferencia es el trato que se les da a las minorías y lo que ellas hacen para ser tomadas en cuenta.
Llegar a acuerdos implica que se ha logrado trascender los grupos de referencia más próximos de cada cual, que es lo mismo que haber superado los maximalismos más burdos. Hasta los más duros pueden entender que de nada sirve no transigir si es nada lo que se consigue aprobar.
En la Convención ya se ha entrado en la dinámica de la construcción de mayorías, lo que es imprescindible para formular un texto constitucional viable. El ritmo de trabajo conseguido en las últimas semanas y las primeras votaciones muestran que se puede sacar adelante la tarea.
Ya sabemos que, en el plazo extendido de doce meses, se contará con un borrador constitucional a medidos de año; lo que importa es que su aceptación llegue a ser tan amplia que el resultado resista el paso del tiempo.
Esto implica abordar el diálogo con la derecha. El arte es saber cuáles de sus puntos de vista serán considerados, lo que es indispensable para que el texto corresponda a un acuerdo nacional y no al triunfo poco perdurable de un bando.
El que no gana nunca, en ningún tema y en ningún grado, puede llegar a concluir que su participación sólo está sirviendo para legitimar los puntos de vista de otros. Si esta convicción pasa a ser una certeza, bien puede ser que una parte de este sector opte el rechazo en el plebiscito de salida.
Lo que está en juego no es, por ahora, si se gana o no el día de la votación. Si el rechazo concita un apoyo importante, dará pie a que el texto aprobado siga siendo motivo de controversia desde el primer momento. En vez de partir unidos, predominaría un espíritu de confrontación que quedaría instalado con efectos perniciosos. El verdadero triunfo consiste en evitar este escenario.
El problema de la Convención es que hablan mucho los que tienen poco que decir y la prensa de derecha amplifica sus dichos en la medida que el desatino sea mayor. Es un tipo de prensa que informa, pero que no pondera. Se produce una distorsión desalentadora que no busca destacar los avances conseguiros.
Cabe preguntarse si el Parlamento resistiría un escrutinio público detallado de las sesiones de trabajo de sus comisiones o si daría la impresión de poder aprobar unos textos sumamente controvertidos.
En el Parlamento los procedimientos permiten la aprobación de acuerdos amplios, lo mismo sucede con la Convención. Lo que importa es concentrarse en la tarea fundamental y que se evite incluir todo tipo de reivindicaciones menudas que no vienen a cuento. Si todo se discute, nada se prioriza.
Lo medular de una Constitución es la distribución del poder y la explicitación de derechos. Se establecen las reglas del juego, no quienes ganan cada juego. En democracia las elecciones definen el rumbo por un tiempo limitado, la Constitución ha de mantenernos unidos a lo largo de todo el proceso. Tener un texto coherente y equilibrado que dé gobernabilidad a Chile es posible.
