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Cuotas Si, Paridad, Mejor…

Crédito Fotografía: Patricio Muñoz Moreno

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Entre los muchos impasses que han surgido y seguirán surgiendo entre el oficialismo y la oposición para realizar un justo y democrático proceso constituyente, una de las primeras barreras que levantó la derecha más conservadora para retardarlo, fue cerrarse a admitir espacios pre-reservados para dos sectores siempre discriminados: las mujeres y los pueblos originarios.

No han querido aceptar que sólo con cupos asegurados para estos sectores de nuestra ciudadanía tendremos una Convención Constituyente que nos represente a todos y todas y, al final del proceso podamos respetar su resultado al momento de aprobar la Nueva Constitución con el trabajo de hombres y mujeres por igual.

Se niegan a entender que se trata compensar los siglos de atraso que llevamos las mujeres en la participación en el ejercicio del poder para la conducción del país. Olvidan que hace solo ochenta años desde que en 1935 los varones que manejaban el Parlamento nos abrieron las puertas a la votación para las elecciones municipales y setenta desde que en 1949 pudimos votar también para elegir Presidente (a) y parlamentarios e incluso ser candidatas a algún puesto de decisión importante.

¿Por qué queremos participar más en los puestos de poder? Porque allí es donde se define y decide qué hacer en todos los campos de la vida humana: desde las relaciones entre los países, la producción de bienes, las materias de salud, educación, vivienda, trabajo, derechos sociales…  Y si se hace con perspectiva de mujer, tanto mejor para nosotras, que somos más, y para todos.

Ley de cuotas

Ahora parece tan fácil, pero han sido años de lucha para que los patriarcas de este mundo comprendan que podríamos aportar y mucho al progreso de nuestras naciones. Una lucha que no ha terminado.

El siguiente paso ocurrió cuatro décadas después, con las “cuotas” de mujeres para comenzar a emparejar la cancha participando en las más altas tribunas públicas. Argentina fue el primer país en el mundo que aprobó una ley de cuotas para la mujer en la vida política y ello ocurrió en 1991, hace sólo veintiocho años. En Chile, por primera vez se planteó el tema bajo el primer gobierno de Michelle Bachelet, donde ella se lanzó con todo al presentar un gabinete paritario.

En las elecciones parlamentarias de 2001, cuando no se mencionaban las “cuotas”, sólo conseguimos el 10 %  del total de las candidaturas. Y cuatro años después, seguíamos estancadas: éramos sólo el 11 % de los parlamentarios. Sólo teníamos 2 senadoras y 15 diputadas.

La “cuota”, que todavía es rechazada por algunos y algunas que aún creen que el mérito es suficiente,plantea que un mínimo de 40 % de los candidatos a elección sean mujeres. Se logró en el segundo gobierno de Bachelet, en 2015, con la Ley 20.840 que cambió el tramposo Sistema Binominal, donde los partidos con menos votos ganaban posiciones inmerecidas, volviendo a uno proporcional como el D´Hont. Esta legislación estableció además que cada género debe presentar un mínimo de 40 % de candidato(a)s.

En las elecciones de 2017, el 23 % de las candidatas mujeres resultaron electas, lo que permitió tener 6 senadoras y 35 diputadas. De este modo aumentó el porcentaje femenino en la Cámara de Diputados de 19,6 % en que estuvo estancado durante un tiempo, al 41,3 % actual.

Veamos en qué se ha notado nuestra presencia en los hemiciclos.

Entre los temas propuestos con mirada de mujer al Parlamento y que cristalizaron en leyes están: la plena capacidad jurídica de la mujer y el nuevo régimen patrimonial en el matrimonio (que nos permite administrar los bienes conyugales);  la ley que sanciona la violencia intrafamiliar; el divorcio vincular (en reemplazo de la falsedad de las nulidades); la igualdad de derechos entre hijos e hijas nacidas fuera del matrimonio;  la ley de Acoso Sexual; el postnatal para los padres; mejora en  el contrato de trabajo de las empleadas de casa particular y en las condiciones de las temporeras y descanso dominical para los trabajador@s del comercio.  

Hoy tenemos un nuevo proyecto de ley en marcha que se refiere exclusivamente a la Ley de Cuotas.  Se aprobó por la Cámara a comienzos de octubre pasado, pero tras el estallido social, quedó estancado. En el cual, para estimular nuestra participación, se fija un incentivo a las candidatas mujeres bajo la forma de un reembolso adicional de parte del Servicio Electoral (Servel) por cada voto obtenido por una candidata mujer. Además, se ordena que la cuota rija hasta después que el Servel haya hecho los tradicionales descartes de candidaturas por razones legales. Es decir, la cuota mínima para las candidatas debe regir a partir de las candidaturas aceptadas por éste.

La paridad

Aunque tenemos ya un camino recorrido, la campaña para que los chilenos comprendan que es bueno para el país que las mujeres participemos en su conducción, no ha terminado.

Ahora necesitamos dar un paso más: la paridad en las papeletas y en los resultados. Las cuotas” han ayudado a reparar una postergación histórica de la mujer en la vida pública y a corregir la desigualdad en el acceso a los puestos de poder. Pero más justo y democrático sería un país gobernado mitad por mujeres y mitad por hombres. Por algo somos la mitad de la humanidad. Y en Chile, el 51%.

Michelle Bachelet fue la primera figura pública que habló y ejecutó durante su primer gobierno una paridad de género en su primer gabinete. Y hasta el final, con algunas dificultades logró mantenerlo. La ciudadanía supo que podemos cumplir más tareas que la reproducción de la fuerza humana, su cuidado y su mantención. Queremos ser parte de quienes promueven el crecimiento con desarrollo e igualdad, dar espacio a nuestra creatividad, a nuestra búsqueda y encuentro de soluciones a los problemas de la vida.

Hace años ya que después de siglos de exclusión, demostramos nuestra capacidad para emprender cualquier tarea.

Muchos sabios han dicho que si las mujeres hubiéramos gobernado desde siempre, habría habido menos guerras en el mundo. Somos más pacíficas, buscamos más la armonía en las relaciones humanas tal vez porque siempre hemos vivido poniéndonos en los zapatos del prójimo.

Si creemos en la democracia, debemos aceptar la justa medida en la distribución del poder. Mitad y mitad.

Es justicia, es igualdad y es real democracia.

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