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¿Dónde está la agenda nacional?

Crédito Foto: Memoria Chilena

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En 1973, antes de perder la democracia, habíamos perdido una agenda nacional compartida. Se habían formado dos bandos polarizados y lo que estaba claro era la divergencia en cada aspecto importante de nuestra convivencia.

En la crisis puede ser que pocos supieran los entretelones de la preparación del golpe de Estado, lo que nadie podía dejar de percibir es que ya no se estaba construyendo en común, que los demócratas no habían encontrado salidas pacíficas a tiempo y que la iniciativa no estaba en sus manos. Ese fue el drama.

Después de 50 años, cuando nos encontramos muy cerca de la fecha simbólica del 11 de septiembre y queremos ratificar nuestro compromiso colectivo con la defensa de los derechos humanos y la democracia, tenemos que preguntarnos qué es aquello que ahora compartimos a pesar de todo.

Si cada cual se conforma con identificarse con un bando de hace medio siglo y da continuidad, sin más, a la historia que nos dividió, en los hechos habremos perdido como comunidad. Y, en efecto, esta tendencia está muy presente.

Lo que va en aumento es nuestra voluntad de divergir. Si comparamos esta conmemoración con los sucedido el 2003, cuando cumplíamos 30 años del golpe, nos daremos cuenta de esta preocupante tendencia.

Hace dos décadas el interés nacional por analizar la pérdida de la democracia fue, comparativamente, enorme. Los programas de prensa abundaban sobre la materia. Los homenajes sobrecogían por la emoción que despertaban. El “nunca más” llegó a su punto más alto. El interés fue intergeneracional.

Se dice, acertadamente, que el pasado nunca pasa, pero no siempre le damos la misma importancia. Ahora estamos en un reflujo. Son los herederos de la dictadura los que han mejorado posiciones. Lo que viene puede ser peor.

Todos sabemos que Republicanos se tiene que morder la lengua para no dar su opinión sincera sobre Pinochet y el que se pone a decir la verdad es de inmediato censurado por los otros. No les conviene decirlo, pero lo piensan igual.

Nada formalmente incorrecto pasa en estos días. Es solo que no estamos poniendo el acento en lo que compartimos y esa es una mala señal. Son ausencias que pesan. Los reencuentros se preparan o se pierden.

En esta gira el Presidente Boric ha acentuado su perfil de líder de izquierda. En esta calidad ha reconocido el papel jugado por Garzón y el muy querido Joan Manuel Serrat. Nada que objetar. Su discurso sobre la defensa de la democracia y su rechazo al golpe y al inicio de los crímenes es impecable.

Lo que no se oculta es que, en dos años más, el péndulo puede haber cambiado de dirección y sea otro el que, queriendo validarse como líder de derecha, dé otra interpretación y los reconocimientos sean muy distintos.

En esto la improvisación presenta su peor cara. No sé cuáles son los hitos de confluencia nacional que se preparan de aquí a septiembre. Sé que la organización de la conmemoración perdió a Fernández, pero no sé en qué se ha avanzado. Ni siquiera se sabía que Boric iba a empezar a repartir premios.

Me pregunto, entonces, si para septiembre no tenemos una agenda nacional de la conmemoración, ¿quiénes, en realidad, están ganando? Miren el péndulo.

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