Camilo Escalona Medina, Secretario General del Partido Socialista
Al conmemorarse, este 25 de Agosto, un año más del deceso de Clodomiro Almeyda, eminente intelectual y líder del socialismo chileno, es revitalizante recordar al militante socialista que, desde que fuera un joven estudiante, dedicó su vida al fortalecimiento de una alternativa popular y democrática de izquierda que ensanchara los límites de lo posible en la brega política para agrupar una amplia mayoría nacional que sustentara las reformas estructurales necesarias con el objetivo que la democracia chilena venciera el atraso y la pobreza provenientes de una economía basada en la propiedad de la tierra por un latifundio improductivo y la explotación del cobre por las compañías extranjeras.
Fue Canciller del Presidente Allende llevando a cabo una brillante gestión de ampliación de las relaciones internacionales de Chile, logrando impedir el aislamiento que pretendía la política norteamericana, dirigida por los objetivos intervencionistas de la administración Nixon-Kissinger. Desde el mismo 11 de Septiembre fue encarcelado y vejado, hasta ser expulsado por los sátrapas en el poder. Nunca se sometió y preservó inclaudicable su dignidad de luchador social.
En el exilio fue activo protagonista de las campañas de solidaridad con la resistencia a la dictadura y la denuncia del terrorismo de Estado en Chile, así como, del debate crítico y autocrítico acerca de las causas del derrocamiento del Pdte. Allende y de las responsabilidades de la izquierda chilena tanto en los aciertos como en los errores de la “vía chilena” al socialismo, en democracia, pluralismo y libertad. Hizo juicios reflexivos profundos, no por lucirse intelectualmente, acerca del más importante proceso político de nuestra historia.
Por su retorno fue nuevamente encarcelado, aún así se involucró intensamente en la campaña del NO para poner término a la dictadura; desde la cárcel bregó para que se logrará un gobierno cuyos fines tuvieran un contenido democrático y social que superara los enclaves autoritarios y el peso decisivo alcanzado por la élite financiera en el destino del país. Con esa perspectiva, asumió la responsabilidad de su liderazgo en el socialismo chileno y apoyó la Concertación de Partidos por la Democracia incorporándose al gobierno de Patricio Aylwin del cual fue embajador, en la entonces Unión Soviética.
Almeyda un intelectual libertario luchó con férrea disciplina contra el fascismo y por la democracia, haciendo un esfuerzo decisivo para rehacer la unidad del socialismo chileno como un actor relevante en el proceso de reimplantación de las conquistas históricas del pueblo chileno, en el ciclo político abierto por la derrota de la dictadura de Pinochet.
Almeyda valoró la acción política, como instrumento esencial en la conducción del proyecto histórico del movimiento popular, nunca renegó de su condición de líder político sintiendo profundamente la responsabilidad que emanaba de su compromiso con la justicia social, por eso, sufrió la cárcel y los vejámenes del régimen dictatorial, pero no se amilanó y regresó clandestinamente a Chile, desde el exilio obligado al que fue sometido, para hacer valer su derecho a vivir en la patria.
La orgánica socialista de la que era Secretario General, desde Mayo de 1979, se comprometió a luchar contra la dictadura de Pinochet con todos los medios que tuvieran a su alcance. Me enorgullezco de haber implementado esa política venciendo las severas dificultades que surgían de un Partido Socialista acosado sistemáticamente por la represión dictatorial. Desde Mayo de 1983, en las Jornadas de Protesta Nacional, los socialistas se volcaron a redoblar su tenaz contribución a las luchas populares que fueron determinantes para concluir la dictadura y generar las condiciones de su derrota política el 5 de Octubre de 1988.
Almeyda al retornar a Chile se propuso contribuir a la unidad del dividido Partido Socialista, disperso y debilitado en múltiples orgánicas. Así lo hizo, la reunificación del socialismo chileno tiene en él a uno de sus principales artífices.
Desde la conciencia política que guiaba su vida, Almeyda condenaba las malas prácticas políticas, el caudillismo y el aprovechamiento personal que muchos hacen de las privaciones de las familias, simplemente, para manipularlas en el corto plazo, lejos de forjar con la potencia y la coherencia necesarias un Programa de transformaciones que verdaderamente de cuenta de los requerimientos generados por la pobreza y la marginalidad social.
Así también, sentía un especial rechazo hacia los métodos circenses para llamar la atención mediática con que se inundó la vida pública ya a inicios de los años 90, prácticas que derivaron en la triste y lamentable farandulización de la política que recrudeció en los últimos días, en medio de la inscripción de las candidaturas a los comicios de Noviembre próximo.
Almeyda aún tenía mucho que aportar desde la teoría y la práctica al socialismo y al pueblo de Chile. Su inquebrantable compromiso militante y su vasta formación teórica así lo indican, pero el cáncer se lo impidió.
En una etapa de pérdida de los ideales y descrédito de la política recordar su memoria y consecuencia no es solo un acto testimonial, se trata de reponer la confianza necesaria en las fuerzas del socialismo chileno, con amplitud y sin sectarismo, con vistas a proyectar la coherencia y la voluntad necesaria para que en Chile cobre vigor una alternativa de cambio social que no sea sólo un reclamo, sino que una opción auténtica de transformación democrática de acuerdo a los intereses de la gran mayoría del país.
