Analista político y sociólogo.
Napoleón recomendaba identificar el punto más vulnerable del enemigo y concentrar allí todas las fuerzas disponibles. Lo que acaba de hacer la derecha al interpelar a Tohá es, justamente, lo contrario.
La oposición se sabe determinante en el Parlamento, pero eso implica una fortaleza y una debilidad. La fortaleza es que puede opinar sobre cualquier cosa, sea que se esté legislando sobre ella o no. La debilidad es que no puede ejecutar acciones al respecto, por lo que siempre añora el ejercicio del mando.
Ahora que la atención ciudadana se centra en seguridad, hay un momento en que opinar no basta porque tener la capacidad de actuar importa más que mil opiniones sobre el tema, sobre todo si se opinan obviedades.
Entonces, al finalizar la campaña de consejeros constitucionales, a alguien con insomnio se le ocurre que sería bueno interpelar a una ministra para ubicarse lo más cerca posible de la actuación concreta: exigir que otros actúen.
Aparentando una inocencia que solo conoce por referencias bibliográficas, la derecha dice que esta medida no se relaciona con la elección porque es para después de los comicios y porque no era lo más duro que estaba a su alcance.
La forma como se ejecuta esta medida tiene por objeto proteger a la propia derecha en los próximos días. Tohá aún no se puede defender, puesto que la sesión será el 16 del próximo mes y porque los instigadores pueden seguir hablando cuanto quieran de lo mucho que protegen a la ciudadanía.
Pero no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague (a menos que uno sea un directivo de Isapre). Esta determinación es un error por dos motivos.
Primero, la interpelación es un procedimiento que le otorga una gran ventaja a quien es interpelado, no al que lo interroga. Por mucho que alargue las preguntas, levante la voz y exija aclaraciones, al final, quien le contesta tiene mucho más tiempo para explicarse y argumentar. Tiro por la culata.
Segundo, porque le dan tribuna a una polemista nata y no a cualquiera, sino a la mejor de la plaza. Puedo pensar en varios ministros del Interior que hayan destacado por su capacidad ejecutiva o de coordinación de gobierno. Se me ocurren otros que se imponían por presencia. Tohá brilla en debate.
No puedo pensar en otro conocido que pueda expresar ideas y argumentos a mayor velocidad y sin esfuerzo aparente. Al contrario de otros en el gobierno, no se refugia en un surtido de cuñas repetidas. Es como si pidiera más preguntas.
Tohá es la política más entrenada en responder temas de seguridad. La derecha se sacaría el Nobel si encuentra una pregunta que no le hayan hecho.
El que debiera asustarse es el interrogador. La derecha no está acostumbrada a la polémica, sino al complaciente mensaje a los propios. Como decía Kissinger al enfrentar una ronda de prensa: “¿están preparados para mis respuestas?”.
Una sola precaución. El defecto de la ministra es que tiende a excederse. La modestia no figura entre sus cien principales virtudes. Cuando ya ha contestado bien, tiende a hacer una pausa, en vez de poner un punto final. Quiere brillar más y eso es tropiezo seguro. En ese momento, el interrogador no importa, la Cámara no importa, lo que interesa es dejar claro que se tiene la iniciativa política.
