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“La historia del despojo. El origen de la propiedad particular en el territorio mapuche”

Imagen: Ceibo Ediciones

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El presente libro de historia es un acontecimiento intelectual y político para nuestro país, particularmente para las presentes y futuras generaciones de jóvenes que desconocen nuestra historia; que va más allá de la exhaustiva y rigurosa tarea investigativa del doctor Martín Correa, para constituirse en un aporte a la comprensión del Conflicto Mapuche en nuestra sociedad.

Pero, hay que decirlo con toda claridad también: no ha habido difusión de la presente publicación por ningún medio, – ni pensar en la televisión que distorsiona, desinforma, y manipula groseramente el tema-, tampoco comentarios críticos en alguna publicación de actualidad nacional. Nada de nada.

Se ha impuesto la ley del silencio; pero dicha omisión intencionada es, ciertamente, transitoria: si parafraseamos al gran Víctor Jara, habría que agregar “libro que ha sido valiente, siempre será un libro nuevo” y la recomendación de su lectura vuela de boca a boca.

En efecto, el libro desmitifica la supuesta colonización y pacificación o integración del pueblo mapuche y hace documentada claridad, de un crucial periodo de nuestra historia “republicana” de la segunda mitad del siglo XIX, y que se conoce como “Pacificación de la Araucanía”.

Hasta hace algunas décadas atrás, se imponían los textos de un puñado de historiadores conservadores y genuflexos con el poder – Diego Barros Arana, Francisco Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre, Sergio Villalobos y otros- y la divulgación interesada y expresamente dirigida de los libros escolares en uso en el sistema de la educación pública; pero esa mentira sostenida durante tantas décadas ha ido quedando atrás, con historiadores de años recientes quienes han investigado el tema de la “pacificación de la Araucanía”, como Luis Vitale,  Jorge Pinto Rodríguez, José Bengoa y otros que han ido escribiendo una historia desde una perspectiva social que, como Martín Correa Cabrera, se han atrevido a correr el tupido velo de la mentira y la omisión frente a esta supuesta “pacificación”; para no hablar de aquellos como Gabriel Salazar o Julio Pinto Vallejos, que han investigado sobre la conformación de las clases trabajadoras y el movimiento popular desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

 El libro que comentamos, de paso, desmitifica, también, la imagen impoluta de personajes de la historia del Chile del siglo XIX, como Manuel Montt, Benjamín Vicuña Mackenna o Cornelio Saavedra; que hicieron gala de un racismo y desprecio tal por los pueblos originarios que deja perplejo, pero que también permite entender las raíces de dicha concepción de superioridad moral e intelectual de nuestra oligarquía respecto de nuestros pueblos originarios; o las características argumentales supuestamente ilustradas de la prensa de entonces, como  “El Mercurio, de Valparaíso”; “El Mercurio”, de Santiago; “El Correo”, de Valdivia; “El Sur”, de Concepción; que representaban la opinión y la visión política e ideológica de las burguesías provincianas solo movidas por la codicia y el afán de riqueza; y qué decir de la “Revista Católica”, que expresaba a ciertos sectores “reformistas” de la Iglesia Católica, y que consideraba fundamental someter a los mapuche por “razones e imperativos civilizatorios”, para su propio bien.

Leer este libro produce perplejidad y asombro, fundamentalmente por evidenciar las verdaderas motivaciones para emprender la supuesta pacificación, como lo fueron –y lo son también hoy en día- la codicia, la ambición y la crueldad de una clase social, por demás soberbia y arrogante que, cuando aún el estado moderno creado por ellos mismos todavía no cumplía ni un siglo de existencia histórica, ya mostraba su vocación por la violencia, el robo y la impostura ideológica para ocultar una codicia sólo comparable a la de los conquistadores y encomenderos españoles y europeos del siglo XVI y XVII. Es decir, asombra leer una historia de horror.

No hubo tal “pacificación”; los mapuche mayoritariamente vivían en paz; y si bien ocasionalmente solían incursionar en el territorio al norte de la línea demarcatoria del Bío Bío, llevaban una relación de coexistencia pacífica e intercambio comercial de beneficio mutuo de las dos naciones: el estado nacional chileno y la nación mapuche –rica en tierras comunitarias y crianza de ganado-, reconocida como tal  por los patriotas –como O”Higgins y otros, que lucharon por la independencia de la Corona de España, apenas 10 ó 20 años antes, firmaron el reconocimiento y la independencia de la nación mapuche y su territorio en el Tratado de Tapihue de 1825. Fue, en términos estrictos –como lo dejan ver los anales del  ejército de ocupación-, una guerra de invasión y conquista; de exterminio étnico y racial de una raza bárbara incivilizada e inferior que había que eliminar y, por consecuencia,  una guerra de despojo, emprendida por la oligarquía chilena –y su institucionalidad estatal- a partir de 1863.

En contra del pueblo Mapuche

En efecto, dicha guerra fue decidida y planificada en contra del pueblo mapuche, con el fin de colonizar, anexionar y enajenar el rico y feraz territorio del Wallmapuche que se extendía desde la ribera sur del Bío Bío y hasta el archipiélago de Chiloé, con el fin de integrarlo al desarrollo capitalista de dicha clase social, repartiéndolo y entregándolo a la voracidad de individuos y familias que se enriquecieron sin límites y sin escrúpulos de ningún tipo, estableciendo un orden jurídico y político y un régimen de propiedad de la tierra viciado y espurio que todavía perdura, base de un conflicto histórico que hoy supura abierto y contingente.

Parte de los aciertos de esta investigación es la documentación que se presenta como antecedentes incuestionables: no solo las publicaciones de la prensa de la época, o los discursos y documentos políticos del Congreso y funcionarios de la administración del estado,  sino también los archivos y registros de los conservadores de bienes raíces, de las notarías, y los documentos e informes militares y, por supuesto, los testimonios de quienes tuvieron la claridad de dejar constancia de los horrores del genocidio que supuso la supuesta pacificación.

Además, es posible correlacionar la concatenación o hilación de los hechos expuestos aquí, y que conformaron esta guerra, con la memoria contenida en narraciones orales  de abuelos y gente mayor y que guardamos como recuerdos de infancia. Dichas narraciones que, aunque aparentemente inconexas,  y de tema variado y hasta heterogéneo guardan una relación y completan un cuadro ahora nítido; y que indudablemente debe ser dado a conocer a las nuevas generaciones. Hace apenas algo más de 150 años se iniciaron estos oprobiosos hechos; pero esa cantidad de años que parecen muchos, en términos históricos, son muy pocos como para que parezcan zanjados definitivamente. De allí, entonces, que la actual lucha reivindicativa del pueblo mapuche sea la continuación de un problema histórico pendiente.

Este conflicto y la complejidad de su problemática intrínseca, debe ser, junto con el problema de la mediterraneidad de Bolivia; el control de las fronteras del territorio nacional y la descentralización del poder; acaso el principal y más grave de todos ellos para la continuidad histórica en este nuevo siglo del estado chileno. Afortunadamente, la nueva constitución, de aprobarse en el plebiscito de septiembre próximo, ofrece un marco de resolución, vía devolución de tierras ancestrales y reconocimiento de su autonomía, a la justa demanda del pueblo mapuche y su necesaria dignificación, dándole una salida al conflicto. El pueblo mapuche siempre ha tenido conciencia histórica de su territorio y sentido de sociedad; de hecho siempre han  sido una sociedad y han perdurado como tal a través del, venciendo los prejuicios y el genocidio. Las tierras hoy reivindicadas vía recuperación, o reclamadas y bajo litigio, siempre fueron comunitarias. No se concebía hasta antes de 1851 que algún mapuche pudiera poseer tierras privadas; fue el estado chileno bajo el gobierno de Manuel Montt quien introdujo dicho concepto en algunas comunidades como parte del proceso de “integración” y asimilación con el fin de aplicar las nociones de un capitalismo incipiente y, posteriormente,  consumar el despojo que describe el historiador Martín Correa Cabrera.

Autor: Martín Correa Cabrera, 1962, historiador y doctor en Antropología, Ensayo histórico, Santiago, Pehuén Editores, S.A., CEIBO Ediciones, 1ª. Edición, 2021, 359 páginas.

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