Periodista y Psicóloga.
Vamos a cumplir un año desde que la vida en todo el planeta dio un vuelco y nos dejó mirando la realidad al revés. En el Tarot, el Arcano mayor El Colgado está en esa posición y nos habla de la posibilidad de cambiar nuestro punto de vista, de ampliar la perspectiva porque en esa carta, el protagonista también tiene luz en la cabeza. Algo útil si se piensa que esa carta nos habla de la necesidad de hacer una travesía por el desierto, en la cual la vida nos indica que aún tenemos mucho que aprender.
Así estamos. Como en El Colgado. Patas para arriba, en un verano donde nada parece indicar que estamos en época de recrearnos sino de cuidarnos el doble porque estamos en una “segunda ola” que inunda, cual literal tsunami, el país, avanzando por todos sus rincones. En una época donde esperábamos aflojar la tensión de un año horrible, y hacer un aro, y solo sentimos que la soga sigue apretando. En un periodo estival añorado por todos y que solo nos habla de “nuevas cepas”, o de hallazgos tan temibles como que este virus se “escondería” en el cerebro para volver a atacarnos aun después de haber pasado por la enfermedad y que se trataría más bien de una enfermedad que afectaría nuestro “procesador central” y no los pulmones.
Habitamos un país patas para arriba donde ya sabemos que hasta para comprar un analgésico hay que hacer cola; donde la gente enloquece cada día más y arranca para adelante, multiplicando las veladas veraniegas clandestinas, huyendo casi por los tejados cuando es descubierta…
Un país patas para arriba, donde se llega del trabajo justo para encerrarse hasta el día siguiente debido a un toque de queda que comienza casi cuando aún no oscurece.
Un país donde la economía está patas para arriba porque no solo destruyó a miles de trabajadores, de pequeños empresarios o de emprendedores sino que, como siempre, enriqueció a aquellos más acaudalados. Recordemos que, a río revuelto, ganancia de aprovechadores…
Un país patas para arriba donde no tenemos piscina, ni cines, ni obras de teatro presenciales y donde las demostraciones de afecto están suspendidas. ¡Qué doloroso es un ir a un funeral y no poder abrazar a los deudos! Ni a nuestras madres, que están viviendo ya su descuento, o a nuestros amigos enfermos, para no exponerlos más… Dolor sobre el dolor. Desamparo sobre el desamparo. Desolación sobre la desolación. ¿Quién puede salir indemne de estos tiempos?
Entretanto, esperamos la vacuna que debe gestionar un gobierno que está mucho más preocupado de buscar candidatos presidenciales -sacándolos de sus cargos gubernamentales- que de cuidar al país y su gente y que lanza discursos delirantes, donde habla de vacunar 60 mil personas al día, algo que desmienten los propios médicos y entendidos del tema.
Un país patas para arriba donde los poderosos deciden cuándo sacar del aire un programa televisivo porque se les pregunta por delitos cometidos por sus hijos. Y donde comienzan a develarse bizarros y dramáticos abusos sexuales de parte de “honorables” diputados de la Republica o de viejos ídolos de la “nueva ola” (la musical, no la de Covid claro está…).
En fin, un país que pasa por El Colgado, imposibilitado de moverse, aferrado a su rama para no caer de cabeza pero que tiene la posibilidad de aprender lo que nunca aprendió antes. Tal vez a ser un mejor país, más inclusivo, más empático, más sincero, más autocrítico, más pacífico, más dulce, más tolerante. Y sobre todo, menos enfermo, no solo de COVID…
