Periodista y Psicóloga.
Las alamedas de las que habló el Presidente Allende en su discurso de despedida al pueblo de Chile están pronto a abrirse, el próximo 11 de marzo, cuando el nuevo Presidente electo el 19 de diciembre pasado asuma el poder. Será la llegada del Frente Amplio al poder, un grupo de jóvenes políticos encabezados por Gabriel Boric, de 36 años, hasta la casa de gobierno chilena. Jóvenes que recorrerán esas amplias alamedas de las que hablara el Presidente Allende, 52 años después de la tragedia que sumió a nuestro país en una pesadilla por 17 años.
El hecho es noticia mundial porque Chile es el único país del mundo donde un ex dirigente estudiantil saltará al cargo más importante de un país en tan solo 10 años, acompañado por sus compañeros de los tiempos de la lucha callejera, quienes asumirán los cargos también más relevantes del país. Es inédito y, por ello, tan sorprendente. Son jóvenes que quisieron y pudieron. Que apostaron y ganaron. Que lograron lo que otros importantes movimientos políticos no fueron capaces, como el “Podemos” de España, que nunca pudo…
Boric y su grupo lo hizo. Porque cambiaron los paradigmas. Porque le dieron el tiro de gracia a una forma de hacer política que ya no servía, y rescataron lo positivo de esa experiencia, dando un vuelco a la escena política con el rotundo triunfo de diciembre pasado, donde derrotaron ampliamente a la propuesta neopinochestista. Porque su programa contempla las demandas del movimiento de octubre de 2019, demandas que hablan de la necesidad de que –de una vez por todas- puedan los y las chilenas ser libres y no esclavos de un modelo económico que nunca dio las respuestas que prometía.
Boric y sus socios entrarán a La Moneda por la puerta ancha para iniciar un camino que no será fácil, como ellos mismos lo saben. Pero que ha estado precedido de tantas inéditas y positivas señales, que es dable pensar que se trata de buenos augurios.
El nuevo presidente se ha convertido en un ídolo, en el buen sentido de la palabra. La casa donde estuvo su comando, hoy bautizada como “La Moneda Chica”, está día y noche llena de gente que quiere verlo, tocarlo, hablarle, darle regalos, consejos, hacerle peticiones y ruegos, darle buenas vibras. Algo que no se había visto antes con un presidente electo. En ese grupo cotidiano de visitantes, sobresalen los niños y niñas de corta edad, que quieren sacarse fotos y entregarles sus dibujos, donde proyectan sus más puros y positivos sentimientos hacia el nuevo presidente.
Cuando Boric sale a la calle, ocurre lo mismo. Vendedores ambulantes revolucionados, peatones que le brindan palabras de estímulo, gente que se arremolina en torno a él y que quiere departir como con un igual. Como ocurrió cuando fue Antonia, la joven que obtuvo el más alto puntaje en la prueba de selección universitaria, a quien Boric invitó a su oficina. La televisión nos mostró a ambos frente a frente, un poco tímidos, hasta que ella se le lanzó al cuello y le agradeció que se hubiera “dado el tiempo para llamarla e invitarla”. Tras la reunión, Antonia relató que “fue como hablar con un amigo” y que en la reunión con Piñera se había sentido extraña. Es que así es el Presidente electo. Normal. Sencillo. Sin aspavientos. Sin mucha conciencia del lugar donde lo situó la historia. Alguien que incluso pidió que le avisarán si se le iban “humos a la cabeza” y se empezaba a creer el cuento…
Esa es la gracia de Boric y talvez por ello ha sido tan fuera de lo común lo que ha ocurrido con su triunfo. En la mañana nombra, solemne, a su Gabinete y por la tarde, sale en short y botas a comprar comida a una “picada” de su barrio. Amable y sonriente cuando la gente lo saluda. Siempre dispuesto a responder lo que sea. Sin escabullir el bulto. Sin los eufemismos propios de la clase política. Al pan le llama pan y al pito, pito.
Un joven que, a sus 35 años, vive en un departamento con su polola en el centro de Santiago y a quien le gusta ir a vitrinear libros.
Ya no podrá hacerlo más. La seguridad que rodea a los Presidentes de la República le ha exigido cambiarse a una casa. Él ha debido acceder. Pero, al parecer, no se irá a un barrio de clase alta. No es probablemente su gusto. El viene de “provincia”, como se decía antes, y su hogar era común y corriente. Como muchos magallánicos, su papá era de la Enap y su mamá acogía a niños desamparados porque ese fue el pacto que hizo con la Virgen cuando sus hijos partieron a la capital y le pidió que los cuidara…
Sería bueno poder llamarlo “Gabriel”, como en Uruguay le decían “Pepe” al Presidente Mujica y en Cuba “Fidel” al ex primer mandatario, especialmente en los primeros años. En Chile somos más “enguantados”, más formales, más presidencialistas. Y hasta el mismo Boric se rindió a la evidencia. Y señaló que habría que llamarlo como protocolarmente se estilaba en Chile. En lo que no transó, ni transara, es en el uso de la corbata. A pesar de que esa prenda está ligada a sus antepasados croatas, según le dijo Don Francisco cuando le regaló uno de esos accesorios. Quizás porque lo encuentra justamente algo accesorio…
Gabriel Boric probablemente ya no podrá ir a tomarse una cerveza a la esquina. Ni sus amigos podrán decirle en público por su nombre de pila. En cambio, desde el próximo 11 de marzo tendrá sobre sus hombres una gigantesca responsabilidad. Con 36 años recién cumplidos, deberá tener en consideración los millones deseos y demandas que le han hecho los chilenos, especialmente aquellos más vulnerables, y tendrá que ver como concilia los medios y los tiempos para darles respuesta. Sin contar con las zancadillas que muchos buscarán hacerle y las indiferencias de otros tantos, que mirarán para el lado.
Para cumplir con lo prometido, ha mostrado que entiende que “otra cosa es con guitarra” y que el “avanzar sin transar” no permite, precisamente, avanzar mucho. Boric ha mostrado amplitud –porque es imposible no tenerla si se va a gobernar a un país donde el 44% es del bando contrario-; empatía sin ingenuidad –porque, por ejemplo, sabe que hay muchos presos de la revuelta injustamente detenidos por más de dos años pero que hay también otros que no fueron “blancas palomas”, y que las respuestas deben estudiarse caso a caso-; paciencia, porque sabe que los cambios no pueden ser de un día para otro, menos aún en un aparato estatal que hay que empezar a conocer y manejar para que deje de ser un “elefante blanco”, pesado, burocrático y lento.
Para suerte de todos, Boric también ha mostrado ser un hombre sabio, sensible e inteligente para navegar en mares tormentosos. Y al que no le entran balas cuando cree que está en lo correcto. Como cuando se sentó a firmar el acuerdo de noviembre de 2019, con la derecha a su lado.
Asimismo, desde el momento que cruce la gigantesca puerta de La Moneda, siempre tendrá presente que él se convirtió en el Presidente que abrirá las anchas alamedas a través de las cuales Salvador Allende quería que pasara el hombre libre otra vez. Cinco décadas después de ese deseo -expresado a minutos de morir en un palacio de gobierno bombardeado por las fuerzas armadas de su propio país-, será un joven proveniente del lugar más austral del mundo quien tome la posta y abra esas alamedas.
Serán las anchas alamedas que hace 10 años comenzó a abrir un Amplio Frente político-estudiantil que creyó que era posible construir un país mejor y más justo para los chilenos y chilenas. Y que luchó sin tregua, y rompiendo moldes, hasta que lo hizo posible. Y pasó a la historia.
