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Las Víctimas de Kast

Foto Twitter Rojo Edward

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Se dice que la primera víctima en la guerra es la verdad. También se podría decir que aparte de la verdad, en las contiendas electorales la otra víctima es la racionalidad.

Los contendientes quieren el poder con todo lo que ello implica, instalar un modelo ideológico político con sus intereses asociados. Ganar la contienda con una votación apabullante que no deje dudas en torno a la victoria. Frente a la campaña desplegada por J. A. Kast, candidato de la ultra derecha pinochetista, esta afirmación respecto de la victimización de la racionalidad, presenta un potente entorno de veracidad.

No es comprensible desde este punto de vista, que el candidato lanzara su postulación presidencial sobre la base de un programa extenso y detallado. Instaló pilares duros y precisos que reforzaban los valores integristas, ponían explícitamente con fuerza valores, conductas, ofertas y anuncios. Se mostraba a cuerpo entero levantando un slogan persistente: “siempre con la verdad”, “de frente”. “mirando a los ojos”. Dibujó las conductas que deben tener los ciudadanos de acuerdo a sus particulares concepciones de la vida. Agregó de qué manera se reprimirían los actos de los trasgresores. Una mujer violada debía tener a su hijo. Solo las mujeres de familias bien constituidas podrían aspirar a un subsidio, las otras no. Repudiaba toda forma de relaciones de pareja que no fueran estrictamente entre un hombre y una mujer. Suma y sigue. Afianzar los formatos depredadores del mundo empresarial, bajando  impuestos y anulando la legislación que les resulta perjudicial a sus estándares de acumulación.

Fue rápida la pérdida de condiciones para seguir sosteniendo esta postura. Percibió claramente la inconsistencia de sus dichos y chocó de frente con la realidad, las demandas, las aspiraciones de la muchedumbre, la gran masa de ciudadanos dañados, ofendidos, rabiosos por años de sometimiento bajo las triquiñuelas de una elite indolente, abusiva.

Y allí murió la racionalidad. Comenzó a desdecirse, a cambiar la naturaleza profunda de sus posturas y convicciones. Dejó de mencionar que hablaba con “la verdad”. Ya no podía porque era claro que estaba mintiendo, diciendo lo que no cree. En los debates, en vez de dibujar con precisión y convicción, como él dice, sus ofertas programáticas, prefería atacar a los contrincante y así evitar el fino escrutinio  de las contradicciones del antes y el después.

Otra conducta irracional es no darse cuenta de que era necesario controlar a su entorno, pautearlo para que sonara acorde con sus dichos y sus posturas. No lo hizo y quedó atrapado entre la verdad proclamada por sus seguidores y las mentiras que estaba obligado a difundir. De allí nacen los Johanes Kayser, los Ignacios de la Carrera, las Naveillán, los sitios patriotas de youtube, los Hermógenes Pérez de Arce, los Rodrigo Rojas y muchos más.

La ciudadanía está observando este modelo catastrófico, diseñado torpemente desde el fanatismo político, ideológico y religioso. Observa a este sujeto que modifica constantemente sus “profundas convicciones”, “su verdad” , “sus valores permanentes” y muchos otros dichos vapuleados en sus discursos que se desdibujaban sin parar.

Al final. ¿Qué se puede creer? ¿Qué representa Kast? ¿Los dichos de sus fanáticos circundantes o las mentiras que le son enrostradas sin parar en los debates y en las columnas de los medios?

No se sabe. No hay cómo asumir una postura sensata, no hay como asumir sus convicciones y votar por él si no se sabe qué se está votando, por quién se está votando, qué será lo que hará si gana. La verdad ha quedado enredada e invisible en este carrusel de opciones.

Miente y tiene una postura irracional este candidato. Se ha permitido asesinar ambos conceptos, la verdad y la racionalidad política, con la frente en alto y sonriente como si lloviera.

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