
Periodista y Psicóloga.
Las plataformas erótico-sexuales se han transformado en una salvación para muchos que están al borde, o en plena crisis económica. De ganar $500.000 al mes a ganar $5 millones o más en el mismo periodo hay una diferencia de 5 millones, ni más ni menos.
Probablemente, todo partió en los angustiosos tiempos de la pandemia. ¿Qué hacer para ganarse la vida cuando el mundo estaba detenido laboralmente, especialmente para quienes quedaron cesantes o sus oficios quedaron en pausa? Muchos iniciaron sus propios emprendimientos y vieron que era mejor ser sus propios jefes que esclavos en un restaurant, una fábrica o una tienda.
Pasó la crisis del Covid 19 y, para muchos, la vida nunca volvió a ser lo que era. Las crisis económicas dejaron secuelas graves. No era fácil rearmarse y partir de nuevo. Y entonces surgieron salidas alternativas, impensadas antes en las vidas de muchos. Especialmente de muchas mujeres.
Una de ellas fueron lugares como Arsmate, Only fans, Onfayer, entre decenas de otras plataformas que ofrecieron sus vitrinas para quienes querían usar su cuerpo para ganarse en pan de cada día, pero sin caer en la prostitución.
Hoy día son cientos los hombres y mujeres que se sumaron a este nuevo “oficio”. Plataformas donde sus dueños son empresarios que saben dónde está la plata y como es de fácil hacer a otros cruzar la delgada línea roja. El dinero está en la calle y hay que saber ir a buscarlo. Es sabido que hay tres grandes negocios que nunca fallan: la droga, el tráfico de armas y de personas y el sexo. Las dos primeras son riesgosas e ilegales. La tercera tiene miles de vías de entrada y solo requiere vencer pudores y prejuicios. Más aun cuando te ofrecen una bandeja tan apetitosa como aquella donde te dicen que tú puedes poner tus límites.
Y entonces empezó a masificarse esta forma de ganarse la vida cuando el camino se hace cuesta arriba. Y cuando las ansias de afecto, fama y billete dulce es el caramelo al final de camino.
Más fácil aun, cuando vivimos tiempos en que ser parte redes que te puede llevar a ser parte de una tribu dorada donde los jóvenes –y los no tanto- pueden comprar el mundo, la fama y la felicidad con dinero. Es demasiado tentador.
Y es entonces cuando la delgada línea roja se torna de rosa a blanca. Y solo hay que querer cruzarla. Y entonces ya no tienes que mostrar solo fotos. Puedes ir cobrando cada vez más con un poco más de audacia y destape de tu cuerpo. Y vas subiendo la tarifa. Y te das cuenta que si ofreces sexo real en tu maravillosa plataforma puedes llegar a cifras idílicas. Y que si ofreces ese sexo en persona, las cifras llegan a ser siderales.
Encuentro carnal
Ya cruzaste la línea y eres cada día más feliz con el abultamiento de tu cuenta bancaria. Porque sabes que siempre habrá alguien al otro lado de la pantalla que estará dispuesto a pagar $ 8 o $10 millones por un encuentro carnal con esa diosa (o dios) que eres tú en ese mundo virtual cargado de promesas de momentos mejores y sublimes, Más aun, cuando ese personaje al otro lado de la pantalla gana 50 o 100 millones al mes. ¿Qué le podría hacer el agua al pescado?
Esta es parte de la realidad en el mundo que nos tocó vivir. Una llena de “oportunidades” inimaginables en otros tiempos, una cotidiana vida que corre paralela actualmente en el mundo on-line.
Porque hoy el sexo y el amor no son lo que los viejos conocimos. Uno en que se agranda geométricamente la brecha entre sexo y amor. Cuando parece estúpido –como me lo narró un joven de 28 años- que alguien te diga te amo” en el segundo encuentro sexual, tras conocerse en un carrete. “¿Cómo vas a amar a alguien en dos polvos??” es la lógica de mi interlocutor. Es inconcebible. El sexo es el sexo. Y no buscas nada más que eso. “El amor podría surgir ¡pero no lo va a ocurrir con una mina que te da la pasada la primera vez!”, me dice categórico otro joven del mismo rango etario. Le recuerdo que nosotros, en los años 70, nos encantábamos, nos prendábamos en los prados del Pedagógico, y producto de ese encantamiento, lo más probable eras que termináramos en la cama. Porque éramos románticos y nos gustaba el sexo con amor.
Me rebaten diciendo que los hombres son completamente distintos a las mujeres. Pero parece que hoy día ambos son de distintas galaxias. Es muy difícil encontrarse de esa forma. Le veo difícil camino y destino a las parejas hoy en día.
Entonces siento que tanto avance en la equidad de género parece habernos hecho retroceder en temas cruciales para el ser humano. Como el afecto y los vínculos. ¿Dónde y cómo se encuentran dos jóvenes que se la pasan combatiendo para mostrar su espacio de poder? La hembra quiere pasarlo bien y no ser constreñida en la libertad que ha logrado después de décadas. El macho quiere salir a cazar y busca su coto de caza en la misma disco a la que asiste la hembra. Los dos quieren ganar y no parecer estúpidos románticos. Salir indemnes en esta lucha de territorios. El amor no tiene mucho espacio en este juego.
Me confunde esta nueva juventud. Me deja un poco asustada. Me deja sin poder dar con respuestas que me iluminen. Siento que habito un mundo que ya no reconozco.
También me sorprende la nueva forma de apearse frente a la necesidad económica. Me complica que vaya de la mano de una forma de prostitución blanqueada, como creo que es el mundo de las plataformas eróticas. No es que esté en contra de este antiquísimo oficio en la historia de la humanidad. Pero antes el pan era pan y el vino, vino. Quizás porque siento que en esto, siempre hay una lucha desigual, donde la mujer lleva las de perder. Habría sido maravilloso para la profesora de un pequeño colegio del sur de Chile haberse podido ganar la plata para medicar a su hijo a través de su quehacer pedagógico. No a través de una actividad donde, por supuesto, fue condenada socialmente, perdiendo su trabajo de maestra. Por supuesto, porque ella solo era una profesora. No un rostro, como la Patricia Maldonado, que hace ostentación de su nueva incursión en una plataforma y todos la aplauden.
En fin, me quedo al final de esta columna con más interrogantes que respuestas. Y eso me desafía. Pero también me inquieta.