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No hay claudicación en la clarividencia

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Hay fuegos que nunca se apagan. Lo comprobamos ahora, cuando se acerca la conmemoración del medio siglo del golpe de estado de 1973. La renuncia a su cargo de Patricio Fernández, como coordinador presidencial de la conmemoración, es una demostración de las sensibilidades que resurgen.

Cada uno tiene la responsabilidad ética de reflexionar sobre lo ocurrido en Chile y el significado de una gran tragedia. Es una invitación a dialogar con humanidad. Estamos analizando hechos, pero también removiendo dolores.

Hay duelos que no terminan, quedan como heridas siempre abiertas. Hay penas que se llevan dentro y otras en las que vivimos inmersos. Esto merece respeto y, si es posible, ofrecer compañía, saber estar allí. Nada más, pero nada menos.

Ante las víctimas y sobrevivientes la compañía es la manera de compartir como prójimo. Tengo un amigo al que cada 11 de septiembre lo deja postrado porque el pasado vuelve entero al presente y esa carga le resulta casi intolerable. Así que entiendo que para ellos y ellas esta es una cita amorosa y solemne en que rinden homenaje a los caídos y nada más. No puede haber nada más.

Los otros, los que podemos aceptar la invitación a la reflexión y al diálogo abierto, tenemos una misión que cumplir y una tarea que realizar. Nuestra forma de rendir homenaje consiste en hacer posible el “nunca más” y para eso necesitamos conocer, hacernos preguntas, saber de errores y de fallas.

Queremos conocer a Chile, no inventarnos un cuento de hadas. Nuestro país no es un lugar donde seres perfectos se enfrentan a malvados perfectos. Conocer no es justificar, es trabajar activamente para el “nunca más”.

El mayor error colectivo de los demócratas en la pérdida de la democracia fue el dejarse arrastrar por la corriente de intolerancia, sectarismo y odio al adversario.

El 25 de agosto de 1973, a poco de desencadenarse el golpe, Radomiro Tomic escribía a Carlos Prats: “Como en las tragedias del teatro griego clásico, todos saben lo que va a ocurrir, todos desean que no ocurra, pero cada cual hace precisamente lo necesario para que suceda la desgracia que pretende evitar”.

No hay claudicación en la clarividencia. Para que el “nunca más” prime hay que asumir las responsabilidades del pasado, las propias o la de los propios. Cada uno ha de asumir las consecuencias de la lección aprendida y no dejarse arrastrar por quienes clausuran el diálogo porque no les gusta lo que se dice.

Se trata de conversar entre los que opinan distinto. El “nunca más” no es el producto del trabajo de sectarios ni de los poseedores de una verdad revelada.

Patricio Fernández fue invitado a una conversación en que se le pidió su opinión como intelectual sobre los acontecimientos de 1973. Respondió con notable serenidad, apertura de mente y sentido del equilibrio. No negó nada.

Hay opiniones a favor y en contra de lo que dijo. El que quiera opinar que se incorpore al reducido grupo de los que han escuchado la entrevista antes de hacerlo. Juzgo que su actuación antes, durante y después de la entrevista es un modelo de comportamiento demócrata y humanista. Sale Fernández, espero se mantenga la intención con que se despidió de Boric: “ayudarlo a construir el marco conceptual y el tono” para recordar. Es el camino al “nunca más”.

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