Analista.
Wayand Kulin el teatro de sombras chinas.
Un reputado experto en Defensa, ha dicho que vivimos una tragedia de Seguridad Nacional. Aporta contundentes argumentos para sostener esta afirmación. El estado actual de los temas referidos en el título, puede ser abordado desde diferentes puntos de vista y se puede aportar insumos críticos de variada naturaleza, amplitud y profundidad. Siempre hay algo más que la corrupción. Una larga lista de males que aquejan a las instituciones que gestionan estos temas y cuentan con la confiabilidad pública, o deberían, ya que esta se va perdiendo sostenidamente a medida que la información fluye. Todos estos aspectos mencionados pueden ser, y están siendo abordados para superar la crisis que amenaza no solo a la Seguridad Ciudadana sino también la Seguridad Nacional y las capacidades para enfrentar el crimen organizado.
Se busca por diversas rutas y propuestas mejorar el estado de situación mencionado: correcciones institucionales, controles de todo tipo.
Pero una realidad insoslayable se impone. Este estadio de crisis y vulnerabilidades evidentes, debe estar siendo observado desde diversos centros interesados en estos asuntos. Inteligencias tanto estatales como aquellas desplegadas por el crimen organizado transnacional, orgánicas delincuenciales nacionales, también desde el mundo diplomático. La intensidad de esas observaciones depende del tamaño de los intereses en juego. Podemos mencionar desde aquellos estados que deben tomar decisiones respecto de la naturaleza de las relaciones con el nuestro, sobre todo en los ámbitos de los intercambios de inteligencia táctica como estratégica, las vulnerabilidades y la integridad de las decisiones técnicas del gobierno, el efecto de influencias extrañas, el análisis del amplio abanico de capacidades en el área de la Defensa, la integridad de los diseños analíticos y operativos, contactos para favorecer la gestión criminal en su más amplia expresión, la confiabilidad de nuestras decisiones en los acuerdos internacionales, la idoneidad y seriedad al impartir justicia, etc.
Parece un catálogo de exageraciones.
No lo es tanto si tomamos muy en cuenta aquella antigua verdad comprobada que nos dice: “donde hay personas se puede penetrar, dañar, influir, más aún si aquella actividad toma muy en cuenta en cuenta la naturaleza de esas personas, su formación, integridad, lealtad, en busca de los puntos débiles o el momento oportuno para actuar.
Entonces, si miramos el conjunto de vulnerabilidades que han quedado a la vista, sobre todo y especialmente en las personas que gestionan las seguridades nacionales, en las distintas instituciones que se encuentran en procesos de modificación debido a graves trasgresiones, vemos que hemos quedado en un estado de indefensión y de riesgo de muy alto nivel.
No se ven acciones decididas y claras respecto del personal que funciona en estos organismos donde se han cometido trasgresiones gravísimas, aparte de la represión y el despido. No parecen suficientes los controles, la intimidación, las modificaciones orgánicas, las auditorías. Todo aquello que ya se ha mencionado y que se está haciendo.
Sería relevante poner el acento en las personas. Ellas son depositarias de las vulnerabilidades más importantes, las responsables de la solidez de las instituciones y por lo tanto de la eficacia de las gestiones.
Si un operador de inteligencia le paga a su espía extranjero por Chile Express –como ocurrió- para robarse el viático, los pasajes y lo deja al descubierto, ese funcionario ladrón está listo para recibir una oferta de mayor envergadura y traicionar.
Si los funcionarios policiales de los organismos de control colaboran con los narcotraficantes y además roban enormes suman del presupuesto destinado a viabilizar ese control, la contención del delito se convierte en música y que hoy en día está a la vista.
Si el máximo jefe del Ejército, destina el dinero de la inteligencia y la contrainteligencia para satisfacer gustos personales o enderezar negocios, esa institución enfrenta una verdadera tragedia.
Sabemos que existe una observación minuciosa de diversos organismos de inteligencia y asociaciones ilícitas en busca de brechas para fortalecer sus misiones o agilizar sus negocios reclutando colaboradores secretos.
¿Cómo podría un servicio de inteligencia extranjero intercambiar información sensible con los nuestros si han sido infiltrados por adversarios comunes? Lo mismo ocurre con las policías y mucho más grave aún con las instituciones de la defensa. Esa realidad constituye la vulnerabilidad más crítica, emana de las conductas de los funcionarios y lanza un manto de incredulidad y sospecha sobre todo el sistema.
Porque es saludable preguntar ¿quién vigila a los vigilantes?
Se puede instalar una exquisita red de controles pero, ¿quién controla a los controladores? ¿Quién audita a los auditores?
Es deprimente pensar que todo ese despliegue, todas esas reacciones, las múltiples propuestas regulatorias no toman con gran fuerza en consideración una limpieza profunda del personal, modificaciones profundas también de los protocolos de reclutamiento, un cuerpo curricular reforzado en los temas pertinentes: ética, profesionalismo, lealtad, etc.
Porque la seguridad más efectiva está dentro de las personas, en la solidez de sus convicciones, el apego a la lealtad, a la honestidad e integridad de sus conductas.
Es así que presenciamos el actuar de las instituciones de la defensa, las de seguridad interior, el sistema en su conjunto. Estamos viendo, en realidad, un teatro de sombras. En donde las apariencias no muestran lo que verdaderamente ocurre detrás del lienzo en el cual se proyectan estas sombras que nos tranquilizan. De pronto descubrimos cuál es el origen de las sombras, qué las produce y cuán engañosas son. Descubrimos y ojalá no sea demasiado tarde, que tantos años de autoritarismo, de poder total, de autarquía respecto de toda la sociedad y de sus instituciones, dieron nacimiento a una generación de funcionarios convencidos de que son dueños de sus actos, por sí y ante sí.
El paso del tiempo ya permite ponerlos en su sitio. Intervenir desde la civilidad con fuerza para promover las adecuaciones que remuevan esa percepción y convertirlos en funcionarios leales, íntegros, depositarios de la seguridad que nuestra sociedad requiere. Preocuparse por la formación de las nuevas generaciones y hacer entender que la Seguridad Nacional es una preocupación de la sociedad en su conjunto y no un feudo administrado al margen de las más amplias necesidades nacionales, he ahí la gran tarea de hoy.
