“Y la antigua amistad/ la dicha de ser perro y ser hombre/convertida en un solo animal/que camina moviendo seis patas y una cola con rocío”. Oda al Perro, Pablo Neruda
La evidencia científica muestra que el lobo gris fue el primer animal con el cual, el hombre inició la construcción de una relación afectiva, utilitaria y simbólica, en una época tan lejana como el Paleolítico superior, hace aproximadamente cuarenta mil años. Los lobos se habrían acercado a los humanos cazadores-recolectores, atraídos por los restos de carne y huesos que dejaban después de su alimentación. Poco a poco estos fueron siendo “aguachados” por los humanos, especialmente por las mujeres, hasta que la calidad de vida de los canes al alero humano, superó con mucho las “perrerías” de su vida salvaje. Así nació una de las relaciones más estrechas de los hombres con el animal, basada en la acogida, el cariño y la utilidad. Más tarde surgiría una relación simbólica en algunas importantes culturas humanas que elevaría la relación a un nivel místico celestial. Los científicos señalan que el vínculo inicial ocurrió en Europa paleolítica y no en Asia ni África. Al parecer, los perros actuales son genéticamente más parecidos a los lobos europeos que a los de otras latitudes. Con el paso del tiempo el perro familiar fue propagándose por todos los continentes llevados por los hombres en sus migraciones. La historia de su diseminación y diversidad es también la historia de la diáspora de las especies homínidas y de sus distintas culturas. Desde entonces y por muchos siglos, hombres y perros han construido una gran y exitosa relación. Es probable que con ningún otro animal esta sea tan rica y profunda como con ellos.
En Chile solo hay leyendas de la existencia de perros nativos. Estudios genéticos de restos antiguos presentes en el país, solo han confirmado el estrecho parentesco genético de estos con perros introducidos. En el Museo Salesiano de Punta Arenas existen restos de leyendas, el perro primitivo local. Pero hasta ahora, la ciencia dice que casi la totalidad de los perros existentes en Chile descienden de los perros traídos desde otras latitudes. En la conquista y las guerras coloniales los españoles usaron al perro como arma. Numerosos mastines adiestrados para desgarrar carne humana acompañaban a sus ejércitos en la tarea civilizatoria. Mas tarde en la colonización de La Araucanía, los viejos lonkos mapuche cuentan que los colonos italianos usaron los mastines para hostigar y matar a los resistentes. Sin embargo, en Centro y Norteamérica, si existieron perros nativos que sobreviven hasta la actualidad. Tal es el caso del Xoloitzcuintle, perro calvo mexicano, de gran significación místico religiosa en las culturas Mayas y Azteca. Esta raza era el cancerbero que acompañaba a los muertos hasta el inframundo. Acá, no se sabe en qué momento de la historia reciente los pueblos originarios de Chile adoptaron a los perros como animales domésticos. En todos ellos hoy este es uno de los tantos sincretismos existentes en esos territorios.
Perro nacional
En 1930 la población urbana chilena superó por primera vez a la población rural humana y junto con la urbanización del país comenzó también su “perrización”. Hasta esa fecha la historia del perro nacional había sido principalmente rural. Actualmente, algunos estudios señalan que hay cerca de 16,5 millones de perros siendo la mayoría urbanos, pues allí está la mayor proporción de la población humana nacional. Progresivamente los canes, de la mano de sus amos, abandonaron el campo y fueron adoptando la urbanidad. Actualmente la diferencia cultural entre un perro urbano versus uno rural es inmensa. Pero de todos los cambios ocurridos quizás el más importante ha sido la reciente valoración del perro como uno de los seres más queridos de los humanos. La otredad tan pronunciada antes, en que vivían a la intemperie, comían los restos, no tenían atención veterinaria, es decir una “vida de perros”, dio paso a una identificación como seres sintientes, inteligentes, leales, cariñosos, con derechos. Actualmente, millones de familias tienen los llamados “perrijos”, canes miembros de la familia, sostén elemental de su bienestar emocional. Esta masiva convivencia ha creado una nueva era de expansión mundial canina. La soledad humana moderna, la complejidad de la vida cotidiana entre humanos ha abierto un mundo de posibilidades para el perro. Sus diferentes razas explosionaron trayendo millones de bellos y acariciables ejemplares al mundo. El mercado de alimentos científicamente preparados ha crecido como la espuma, la vestimenta, los especialistas en conducta animal, los servicios veterinarios y una poderosa industria farmacéutica representan hoy día muchos miles de millones de dólares de inversión. Se calcula que en el mundo actualmente existen 300 millones de perros y que la cifra va subiendo aceleradamente. Es la más grandiosa y compleja ampliación del hábitat de una especie animal ocurrida en el mundo. Pero, el planeta sigue siendo ancho y ajeno para muchos de ellos. La mayoría de los perros pobres viven en los países subdesarrollados, en los cuales no existen políticas de regulación poblacional canina y tampoco de bienestar animal.
La gran mayoría viven en pésimas condiciones de vida. Solo aquellos que tienen amos clasificados en niveles de renta ABC1 han alcanzado el “desarrollo” y son una casta feliz, privilegiada. Hay clases sociales entre los perros, ello debido a que su otro, el humano, los incluyó en la suya. Solo que no tienen conciencia de sí ni para sí. Con el paso del tiempo, en las barriadas urbanas han emergido una nueva categoría, los llamados “perros comunitarios”, es decir, aquellos que no tienen dueño individual sino son de toda una comunidad humana local. Viven en callejones y plazas donde son cuidados por almas caritativas, que les dan protección, comida y casa. Hay muchos de ellos que viven en grupos de iguales y forman cofradías. Al interior de esta, obviamente existen jerarquías, algunos y algunas son los y las ejemplares alfa, que ordenan la sociedad perruna local con su autoridad. Otros, forman parejas heterosexuales, de las cuales nacen crías que van reproduciendo el colectivo en el tiempo. Las casas humanas del entorno comunitario se nutren de estos cachorros para formar nuevos perrijos.
Habilidad de aprendizaje
En esta acelerada evolución perruna no está claro cómo la relación con los humanos va a progresar a futuro, menos es posible aventurar el cambio biológico que puede ocurrir en los perros. Su anatomía en muchos aspectos ya les es disfuncional. Al igual que su amo, ya no corre, no caza, sus hembras están siendo castradas en gran número pues nadie quiere tener más de un individuo en casa. La alteridad hombre animal del pasado ha sido superada por una fusión progresiva, la humanización de los perros. Los hombres actuales están transfiriendo aceleradamente a ellos, actitudes, pensamientos, conductas y valores. Esto parece apurar sobremanera el otorgamiento de derechos ya que el mimetismo afectuoso simbólico se ha incrementado masivamente. Pero la identificación de estos no solo ha sido por transferencia de significaciones desde los humanos, sino también por el aumento del conocimiento científico acerca de su neurobiología. Los estudios muestran que el perro tiene una extraordinaria habilidad de aprendizaje, una gran memoria, capacidad de enseñar a sus iguales, un oído y olfato extraordinario, una comunicación sofisticada que aún no desciframos y una inteligencia emocional muy desarrollada. Los perros, en muchos casos parecieran reflexionar y tomar decisiones a partir de esos análisis. Sin embargo, a pesar de toda la conveniencia y la nueva identificación una parte del instinto perruno continúa silvestre. El reasilvestramiento, es decir el retorno a lo salvaje, es un rasgo regular entre los perros, especialmente en los rurales. En compañía de otros, ante otros animales presa, el instinto de caza en manada reaparece. Aquí aparece una nueva categoría, la “jauría”. Esta, vuelve a ser como antaño, con perros jefes a la cabeza y los subordinados atrás, asumiendo colectivamente los desafíos. Muchos perros de campo y de zonas periféricas urbanas, forman jaurías, qué con antiguos instintos reflotados, atacan a todo ser viviente que encuentran, ya sean personas, animales silvestres, corderos, potrillos, gallinas, etc. Generalmente son perros con dueño pero con tenencia irresponsable. Estos se organizan grupalmente y en una transformación pasan de ser tranquilas mascotas a feroces cazadores.
Algunos animalistas los denominan perros de vida libre, sin medir el daño que causa esa distopia. Las jaurías son el dolor de cabeza de ganaderos chilenos. Permanentemente sufren matanzas nocturnas de corderos, potrillos, cerdos, ciervos y aves de corral. Los estudios han mostrado de que pumas, zorros y guiñas son inculpados inocentes. Con el amanecer, cada miembro de la jauría vuelve a su rol doméstico rural en las casas de sus amos. Pero hay más. Hasta ahora a nivel mundial son responsables de 11 extinciones de animales silvestres y 168 especies de vertebrados están muy amenazados de extinguirse por obra del perro. En Chile investigadores de la UACH han mostrado que cerca del 40% de las crías de huemul son muertas en Aysén por perros de jaurías. Esto es letal para una especie, que antes de la Colonia tenía 1 millón de ejemplares y que ahora solo sobreviven 1.400. Un estudio de CONAF (2012) mostró que estos perros en los parques, reservas y monumentos naturales del país, matan regularmente ejemplares de al menos 15 especies de animales silvestres, incluyendo Pudú, Huemul, Zorros, Puma, Guanaco, Vicuña, Quique, Guiña, Guanay, Fardela y Lobo marino.
Allí existen 1,73 ataques anuales de perros por parque natural. En Atacama, matan y destrozan cotidianamente a los guanacos con un gran impacto sobre esta población de animales nativos. Las jaurías, en sus andanzas, recorren decenas de kilómetros y repasan una y otra vez, aquellos lugares donde sus sentidos rastrean presas. Ejercen una presión de caza enorme que daña muchísimo la abundancia de animales silvestres chilenos. Es decir, hoy son una grave amenaza de extinción, de las pocas y pequeñas poblaciones de animales nativos que van quedando en el país. Expertos nacionales en conducta animal (Etología) señalan que estos animales no son reeducables para que abandonen esas conductas, mediante entrenamiento conductual. Habida cuenta de eso, en los países desarrollados como USA, Australia y Nueva Zelanda, la normativa de control de ataques de perros a especies animales protegidas por el Estado, permite que éstos sean muertos en el acto. En Chile, esto no se puede hacer según las leyes actuales y los perros de jaurías continúan su silencioso y masivo aporte a la extinción de nuestra fauna nativa.
En muchos lugares del país estos perros son atrapados y relocalizados cientos de kilómetros más lejos, pero luego reaparecen y reinciden en conductas dañinas. Al parecer, para algunos actores minoritarios pero activos de este drama, los derechos de los animales silvestres del país valen mucho menos que los de algunos individuos de esta superabundante especie, que jamás se va a extinguir. En honor a Darwin, a nuestros científicos, a nuestra fauna nativa y ganaderos es necesario permitir, a través de un cambio legal, que este tipo de perro, excepcionalmente sea eutanasiado, ya que no es reeducable y, además, es recalcitrante en sus matanzas de la fauna silvestre nacional.
