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Problemas de la Representación Política

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En su Congreso de Unidad, en diciembre de 1989, el Partido Socialista, señalaba que, atendiendo a las transformaciones en el modo de producción y de organización de la sociedad, “…se suman a los partidos una amplia gama de agentes de cambio, como los movimientos pacifistas, ecologista, de los jóvenes y de las mujeres, por la igualdad racial, por la libertad de culto”. Y que: “En tal contexto, el partido revolucionario ya no es ni puede ser el depositario único y exclusivo del impulso y realización del cambio.”

La formulación apunta a un tema que cruza a la ciencia política, a las funciones de los partidos, y a la representación e intermediación política. Por una parte, la suma e integración de agentes de cambios y de referencias temáticas contribuye a la democratización del sistema político de decisiones y, consecuentemente, a la mayor consistencia de los consensos alcanzados. De otra parte, sin embargo, podría contribuir a desarrollar tendencias a la dispersión, a la fragmentación y a las expresiones infinitesimales de identidades y demandas que afectan las necesarias funciones de elaboración de propuestas políticas para el conjunto de la sociedad.

Desde otro ángulo, las fuerzas conservadoras buscan potenciar utilitariamente estos fenómenos para deslegitimar las formas democráticas, desprestigiar la política y generar tendencias a la anomía y el desinterés.

Los partidos políticos son los responsables de la intermediación política entre los ciudadanos y el gobierno y están fundamentados en tres elementos: una ideología y propuesta política, un plan o agenda de gobierno y una organización territorial.

En términos más específicos se trata de organizaciones duraderas, en que la proyección de su vida política es superior a las de sus dirigentes actuales; que su organización territorial y local mantiene relaciones regulares a nivel nacional; que expresa la voluntad deliberada de ejercer el poder, solo o en alianzas, -y no simplemente para influenciar en este- y que busca a través de distintos medios -legítimos y democráticos- el apoyo popular para su propuesta política.

A estos rasgos cabe añadir que la canalización de determinados intereses sociales y sectoriales se expresan en un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto.

Los términos de esta definición permiten distinguir, primero, a los partidos de las clientelas, segundo a la organización nacional y local del solo grupo parlamentario, en tercer lugar, en referencia al poder político marca la diferencia con los grupos de presión e intereses, y, el cuarto rasgo, sobre el apoyo popular, marca la distinción con los clubes de opinión.

La identificación precisa de las fronteras tanto de las funciones como de los campos de acción de los distintos actores sociales (partidos, grupos de presión, movimientos y expresiones de identidades) se tornan una cuestión compleja.

Ciertamente se trata de funciones y campos diversos, pero es evidente que tienen áreas de intersección muy dinámicas. Es claro que no hay relaciones de jerarquía preestablecidas, sino de influencias orientadoras y organizadoras en el plano de la hegemonía político-cultural.

Se trata de fenómenos que se incorporan al devenir social y cultural, y cuyo procesamiento tardío o dogmático no contribuye al encausamiento de un debate que requiere profundidad y disposición crítica.

El marco teórico, valórico y político, debe abrirse paso en una realidad que incorpora nuevos factores y velocidades de los procesos, a escala global. Es fundamental asumir lo determinante de la relación entre la eficacia y solidez deuna organización partidaria, con la fuerza de los argumentos de sus definiciones, de sus objetivos estratégicos y la claridad de un horizonte de sentidos.

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