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¡Que feílla la actuación de Hermosilla!

Captura de pantalla: Poder Judicial TV

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Captura de pantalla CNN Chile

¿Qué es lo peor del reportaje de Ciper donde se transcribe una conversación del empresario Sauer y el abogado Hermosilla, preparando el soborno de funcionarios públicos? Que corresponde al testimonio de un día habitual en el estudio de Hermosilla. El diálogo tiene la informalidad que acompaña a aquel que está cómodo desempeñando con oficio lo mejor que sabe hacer.

Si se prescinde del hecho de que se está barriendo con una cantidad sin precisar de leyes, lo que tenemos es la actuación de un profesional experto asesorando a su cliente, tratando de explicarle cómo son las cosas que él conoce muy bien, intentando evitarle al máximo los engorrosos tecnicismos de los que se hará cargo con diligencia y discreción.

Es la escena perfecta de la normalización del delito en la voz de sus protagonistas. Es la corrupción desnuda. La ausencia total de adornos. La supresión completa de analgésicos. La bitácora de un día cualquiera. La rutina delictual hecha hábito. Una reunión sincera que nunca pensaron ver expuesta.

Por eso sobrecoge más, porque la inexistencia de criterios éticos llega a ser químicamente pura. El resultado es desolador. Hasta ahora, nos habíamos acostumbrado a ver la actuación de los corruptos, no la de los corruptores. Y son mundos relacionados, pero muy diferentes.

Los primeros se especializan en el disimulo y el encubrimiento. Han ganado mucho de forma ilícita, pero han perdido por completo la vergüenza. Son capaces de mentir, rodeados de personas, sin arrugarse. De hecho, se los puede identificar precisamente por eso.

A un inocente se le viene el mundo encima cuando afronta una falsa acusación. Comete muchos errores. Le afloran las más variadas emociones posibles. Tartamudea, empalidece, traspira, se contradice. Todo lo hace mal. Es decir, es inocente. Si, en cambio, no le tiembla el pulso y puede enhebrar una aguja mientras niega sus crímenes, es culpable.

Los corruptores no tienen que hacer nada de eso. Su actuación no es pública, por lo que se ahorran el frío histrionismo antes descrito. Actúan a la sombra y con aire acondicionado. Su negocio es muy sucio, pero ellos mismos son pulcros y elegantes. El cine hace pensar que los malos tienen cara de malos y no es así.

Los corruptos le temen a la calle porque la indignación ciudadana les puede hacer pasar un mal rato. Los corruptores transitan plácidamente por la ciudad, protegidos en un cómodo anonimato, recubiertos de prestigio profesional. Puertas importantes se abren cuando se presentan allá y acá.

Su único punto débil se produce cuando hablan “en función” de su especialidad. No hay mucho que temer porque lo que dicen casi nunca se conoce. En esta ocasión el “casi” ocurrió. Ahora disponemos de una grabación que se recordará incluso después de que todos los personajes ya no pertenezcan a este mundo.

Para entonces, la fama precederá a Hermosilla, pero no será por su apariencia, ni por sus logros, sino por lo que dijo un día en su oficina, explicando a su cliente cómo son las cosas. Los abogados que defienden culpables pueden remontar casi cualquier situación, excepto tener como testigo en contra a sí mismos.

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