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Triunfo de Boric: Los Jóvenes Derrotaron el Anticomunismo

Fotógrafo en campaña

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El Presidente electo Gabriel Boric lo dijo una vez más el vienes 21 de enero en una entrevista con BBC Mundo, que se publicó poco después del anuncio de su Gabinete: “El PC hoy está comprometido con la implementación de nuestro programa. Además, ha sido un partido que en Chile ha sido profundamente democrático y que ha estado al lado de las luchas sociales y los oprimidos, y eso es algo que a mí también me inspira”.

El PC fue su aliado en la lucha por la presidencia de Chile -tras vencer ampliamente a la carta comunista, Daniel Jadue- y con la coalición “Apruebo Dignidad” barrieron con el candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast. De modo que Boric sabe de lo que habla.

Sin embargo, hubo que vencer ese gigantesco prejuicio del anticomunismo, que en Chile es histórico y bastante transversal. Ese que, para ese 44% que votó por Kast el Partido Comunista chileno sigue personificando al siniestro y cruel lobo que se comió a la abuela de Caperucita, como antes se había comido a las guaguas…

¿Dónde se funda ese sentimiento? ¿Qué hay de real en esa imagen del PC chileno? Porque si uno hace memoria, en el Gobierno de Salvador Allende el Partido Comunista fue el que puso la moderación que no bastó, desde luego, para evitar el golpe fascista de 1973. Y durante su participación en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, -formando parte de la coalición “Nueva Mayoría”- fue una disciplinado miembro más del Gabinete, que no hizo olitas ni participó de tsunamis.

Como señala el historiador y académico de la Universidad de Chile, Sergio Grez,  “nadie podría decir que el Partido Comunista, en ninguno de los momentos que conformó Gobierno fue promotor de violaciones de derechos humanos. No hay ninguna acción política represiva por parte de los comunistas chilenos que justifique una afirmación de ese tipo”. Añade que “esta acusación hay que considerarla como un elemento de la lucha política por parte de los sectores más retardatarios y conservadores de la sociedad chilena, pero historiográficamente eso no tiene ningún sustento”, enfatizando que “hay una hipocresía cuando desde la derecha se le critica a los comunistas su relación con los derechos humanos”.

Las últimas campañas en que se ha usado la bandera del anticomunismo –las presidenciales de 2017 y 2021- han reiterado la monserga de que Chile se convertiría en “otra Cuba” o en una “Chilezuela”, en alusión al régimen de Maduro si ganaba el candidato con apoyo del PC. Sin embargo, no es ese partido el que gobierna en Venezuela. Señala Sergio Grez, “por parte el régimen chavista no hay ninguna filiación más allá del antiimperialismo y de una proclamación genérica de objetivos socialistas con lo que es la historia de la corriente comunista internacional”. Puntualiza que “esto tiene la apariencia de ser un argumento para justificar el anticomunismo y atacar cualquier política progresista, de izquierda, que sea redistributiva y que tenga algunos elementos de crítica a la potencia hegemónica en este continente, pero no es más que eso”.

El PC chileno nació a la vida pública en enero de 1922 –cumplió el 2 de enero pasado 100 años- fundado por Luis Emilio Recabarren como heredero del Partido Obrero Socialista. Su origen estuvo ligado al desarrollo del movimiento obrero y social de comienzos del siglo XX, a la difusión del marxismo como filosofía política y al triunfo de la Revolución Rusa de 1917.

Durante el siglo pasado participó activamente en la vida política, en alianzas como el “Frente Popular”, el “Frente de Acción Popular” y la “Unidad Popular”, ocupando cargos de gobierno en las administraciones de Gabriel González Videla, entre 1946 y 1947, y Salvador Allende, entre 1970 y 1973.

Estuvo fuera de la ley durante los gobiernos de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931, 1952-1958) y de Gabriel González Videla, cuando este lo proscribió bajo el amparo de la ley de “Defensa de la Democracia”, luego de los cual sus dirigentes fueron perseguidos y enviados presos a un campo de concentración en Pisagua.

Obviamente, entre 1973 y 1990 estuvo fuera de la ley como todas las agrupaciones políticas de carácter marxista que proscribió la Dictadura de Pinochet. Tras la vuelta a la democracia, logro elegir 3 diputados en 2009, volviendo al Parlamento tras 36 años fuera del poder legislativo. En abril de 2013, pasó a formar parte de la coalición política “Nueva Mayoría” y estuvo en el gobierno de Michelle Bachelet entre 2014 y 2018.

A pesar de su historia, la campaña de Kast mostró que sigue existiendo en Chile esa animadversión –a veces de amplio espectro- hacia el Partido Comunista. Es profunda y de larga data. En palabras de Sergio Grez “el anticomunismo es un sentimiento y una corriente política, cultural y emocional muy antigua en Chile” que nace, según el historiador, incluso antes de la fundación oficial del PC. “El sentimiento anticomunista tiene como principal base el temor de las clases privilegiadas a la amenaza, real o imaginaria, que pudiera significar el ascenso al poder de una fuerza que profese la ideología comunista”, precisa.

Con nuevos ojos

Con la Revolución Rusa partió el temor y con el estalinismo, se agravó. En esos años, el PC chileno dejó de tener el sello que le había dado Recabarren. “Hubo sectarismo, y mucho, entre 1928 y comienzos de 1935, pero esto, más que una tendencia natural de los comunistas chilenos, fue una imposición muy cruda por parte de la Internacional Comunista y que, naturalmente, trajo consecuencias en la cultura comunista chilena, que había tenido rasgos muy peculiares, no solo por su tendencia al aliancismo, sino también por la marcada independencia que este partido había tenido respecto de la Internacional Comunista durante la vida de Recabarren y los primero años posteriores a su muerte”, subraya Sergio Grez. Este cambio fundamentó en gran medida el anticomunismo, que tuvo su momento peak en la campaña presidencial de 1964.

Pero en los renovados tiempos que corren, y con el aplastante triunfo de Gabriel Boric, podríamos decir que algo empezó a cambiar respecto del sentimiento anticomunista en Chile. La gente se atrevió a desafiar ese miedo, inoculado por décadas por parte de la derecha, y votó por la coalición que incluía al PC. Especialmente, votó por un joven que no tiene esos miedos y esa carga de sectarismo. Quizás porque ha visto, más bien vivido, el cambio en los jóvenes comunistas con los que le ha tocado compartir sus luchas previas al triunfo presidencial. Y es lo que lo lleva a poner como su vocera de gobierno a Camila Vallejos. Y como su jefa de Gabinete a una doctora que militó en el PC en sus inicios en la política.

Boric representa a esos jóvenes que miran la política con nuevos ojos, frente a votantes que también lo hacen. Votantes que no engancharon con la brutal campaña del terror impulsada por Kast y sus aliados. Como señala Sergio Grez, “son ciudadanos y ciudadanas que evalúan las prácticas concretas de los políticos en los cuales puedan delegar su representación”. Como en la comuna de Recoleta lo hicieron y lo hacen con el alcalde Jadue, cargo que lo encumbró en las encuestas porque cumplió muchas de las concretas expectativas de esa carenciada zona de la Región Metropolitana. O como en el Senado, con Claudia Pascual, quien obtuvo la primera mayoría para ese cargo. O como en el país, cuya población le dio una abrumadora mayoría histórica a Gabriel Boric como candidato presidencial.

La alegría del triunfo, la satisfacción frente a una acertadísima elección de su Gabinete –incluso reconocida por quienes serán sus opositores- no deben obnubilarnos. El anticomunismo no está muerto ni cejará en su batalla para recuperar el poder perdido. Pero, al menos, sus representantes han entendido que ya no es tan fácil meterle el dedo en la boca a chilenos. Que la decisión que se tomó ese día 18 de octubre de 2019 de cambiar definitivamente las viejas y opresivas estructuras, no tiene vuelta atrás.

Como lo señalaba en forma contundente en abril de 2020 Marcelo Casals, Profesor Asistente en el Centro de Estudios de Historia Política de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, “afortunadamente, una sólida mayoría de chilenos entiende que las inequidades del neoliberalismo y la rigidez del orden constitucional instaurado en dictadura son ya intolerables”. Agregaba en su columna “Las largas sombras del anticomunismo en Chile” que “el conflicto político de aquí en adelante estará marcado por la vocación democrática de las mayorías y los delirios conspirativos de la oligarquía chilena, que se resiste a perder los enormes privilegios acumulados en las últimas décadas”.

Sus palabras fueron premonitorias. Ahora hay que estar atentos y defender lo ganado. Porque hay quienes no lo harán porque “tomaran palco”. Y otros, que usan sus tribunas mediáticas para llamar a la sedición, si estarán atentos y activos para poner “trabas”.

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