jueves, abril 18, 2024
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Un Concierto del Quilapayún

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¿Cómo expresar la importancia de la música y el arte para los seres humanos? Durante los últimos dos años en que no hemos tenido suficiente arte en la vida, algo ha cambiado. Es algo como una sequía del alma, una falta de algo vital, algo que nos sustente y nos haga florecer. La pandemia nos ha robado no solo necesidades físicas de la vida, sino también la belleza y la sabiduría que nos da la cultura. Y las dos son elementos esenciales. La pandemia ha tenido un costo alto y esto se muestra en la cara, en el cuerpo.

El 9 de enero hubo un concierto presencial del Quilapayún en un bar del barrio República. Un lindo lugar y espacio para cien personas, tal vez. Llegamos con mi esposo y seleccionamos una mesa con buena vista del escenario. Y finalmente aparecieron, los seis con los ponchos legendarios: Eduardo Carrasco, Ricardo Venegas, Rubén Escudero, El Huaso Carrasco, Ismael Oddó, Caito Venegas. Y Danilo Donoso en la batería, integrante del Inti-Histórico que a veces toca con el Quila. Se nota el paso del tiempo en los músicos también. Como con todos nosotros, la pandemia los ha marcado.

Empezaron con una canción de Víctor Jara. Es difícil relatar la emoción que se sentía y se veía en el público. Nostalgia, tristeza, alegría, memoria, calidez. La música nos transporta a otros tiempos y otras dimensiones. Evoca un pasado querido pero también los horrores y las tragedias que le siguieron. En el bar, la emoción más fuerte fue el cariño. Hubo olas de cariño y aprecio para el conjunto y para su música. Hay una especial comunicación recíproca entre artistas y público que anima y enriquece a ambos.

Miré los rostros de la gente en el lugar. Eran de todas las generaciones, jóvenes y viejas. Como siempre, la Nueva Canción tiene poder convocatorio. Todavía puede unificar a la gente e inspirarla. Noté durante el concierto que en las caras de la gente de la misma generación del Quila se mostraban emociones contradictorias. Vi en los rostros dolor y pena y no muchas sonrisas, pero mezclados con una triste felicidad y una conexión profunda. Los jóvenes estaban más efusivos y alegres. Gritaron, rieron y llamaron al grupo a que cantara varias canciones específicas. Había mujeres que bailaban (algo oficialmente prohibido por los protocolos) y niños que actuaron emocionados y felices. Todo el mundo cantó los versos de las canciones. Me impactó lo significativo de este conjunto musical y cómo su historia está entrelazada con la historia de Chile. Expresa tanto la memoria histórica del país como las esperanzas contemporáneas por cambios estructurales y una nueva Constitución. A mí me parece que Quilapayún, como otros grupos y solistas de la Nueva Canción chilena, encarnan un pedazo del alma chilena.

Los músicos cantaron sus canciones clásicas y algunas nuevas y, por supuesto, canciones de Víctor. Contaron relatos humorosos. Pusieron nuevo texto a “Tío Caimán”. Hubo una nueva canción sobre la Constitución ahora en desarrollo. Y claro, “El Pueblo Unido” para cerrar el concierto. Con todas las voces del público y los puños arriba se animó el lugar.

A mi juicio el Quila, como toda la Nueva Canción chilena, no puede estar separado de la convulsionada historia del país. He argumentado que el movimiento de la Nueva Canción chilena (NCCh) era componente integral de un poderoso movimiento contrahegemónico en los 60. Surgió en un tiempo de muchos cambios sociales y políticos, producto de los movimientos populares que exigían sus derechos. Se daban grandes luchas por la reforma universitaria, la reforma agraria, trabajo digno, servicios y viviendas para las poblaciones, control de los recursos naturales, voz política y la elección de un gobierno popular en Chile. Las canciones de la NCCh no solo denunciaron las injusticias sino que articularon los sueños y esperanzas de multitudes de chilenos por un futuro de justicia social y dignidad. Muchas canciones evidencian la consciencia social y contrahegemónica de la NCCh: “Arriba Quemando el Sol” de Violeta Parra; «Si somos americanos» de Rolando Alarcón; “Plegaria a un Labrador” de Víctor Jara; “Arriba en la cordillera” de Patricio Manns; “Al centro de la injusticia” de Isabel Parra; “Canción del Poder Popular” de Luis Advis y Julio Rojas, interpretada por Inti-Illimani; y “El Pueblo Unido” de Sergio Ortega e interpretada por Quilapayún, para nombrar unas pocas.

La Nueva Canción se desarrolló más en los años de Allende, cuando había un notable florecimiento del arte: no sólo la música sino que también el muralismo, el teatro, la literatura, la danza, la pintura y la poesía. La gente quería participar en el arte y en el proyecto de construir un nuevo futuro. En esa época, muchos chilenos creían que serían escuchados y que los avances en materia social se podrían lograr a través del sistema político, mediante la participación y la acción popular, las elecciones y políticas gubernamentales, sin necesidad de una guerra civil o una revolución violenta. Este era el plan de Salvador Allende y su “vía constitucional al socialismo”.

Los músicos de la Nueva Canción chilena fueron reprimidos fuertemente con el golpe, cuando figuras destacadas como Víctor Jara fueron detenidos, torturados y asesinados. Muchos fueron exiliados, como Ángel Parra, después de su detención en Chacabuco. Pero los músicos en el exilio—Quilapayún, Inti-Illimani, Patricio Manns, Isabel Parra y otros–no abandonaron su arte. Continuaron creando y haciendo música en conciertos e innumerables marchas y actos al frente de multitudes de personas en todo el mundo. Para muchísima gente en otros países los músicos representaron los valores de la Unidad Popular y expresaron las esperanzas e ideales del pueblo chileno en una manera poética y conmovedora. La NCCh tuvo un rol clave en la formación de un masivo y vigoroso movimiento global de solidaridad con Chile.

Hoy, hay una gran sed de cultura. Y un hambre de recuperar y sentir la profundidad de la música y el arte. Es como un vacío que se tiene que llenar. O una planta a la que le falta agua y sol. De alguna manera, la música ayuda a curar las heridas que han sido grabadas en el cuerpo, el corazón y el alma. Este concierto de Quilapayún vino a regar la planta deshidratada; pero todavía falta mucha más agua. Confío en que en este nuevo año la cultura pueda resurgir, para que la sociedad pueda florecer con optimismo, protagonismo, espíritu solidario, alegría y paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

J. Patrice McSherry
J. Patrice McSherryhttps://pagina19.cl
Doctora en Ciencias Políticas, profesora emérita de la Facultad de Long Island University en Nueva York y colaboradora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Usach.

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