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Y ahora que … et maintenant

Crédito foto de Emily Morter en Unsplash

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Foto de Emily Morter en Unsplash

 “… y ahora qué voy hacer de todos estos momentos, que será de mi vida,

de todas estas personas que me dejan indiferente, ahora tú has partido”,

Gilbert Becaud.

¿Y ahora qué? Es la pregunta que se hacen millones de chilenas y chilenos, ante el último acto de despedida de un proyecto de Constitución, que puso en evidencia una enorme indiferencia de la ciudadanía frente a este último vergonzoso acto.

Ahora que las propuestas constitucionales se alejan, humilladas por los desatinos cometidos, la pregunta es ¿qué será de nuestras vidas?

La respuesta obviamente es compleja, pero no por ello debe ser postergada o escondida. Y para hacerle frente, debemos volver al inicio de esta trama con sesgos kafkianos.

El estallido social y el denominado Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, pactado por los partidos políticos (con excepción del Partido Comunista) en respuesta a la grave crisis social, que acordó una salida institucional a través de un proceso democrático, no fueron suficientes.

Sus resultados, ya parte de la historia, dieron cuenta de un rechazo a esa primera propuesta, por una mayoría aplastante, dando paso a un tortuoso camino, en el que expertos y no tan expertos calificados fueron nominados por el Congreso: doce fueron seleccionados por la Cámara y doce por el Senado; agregándose, además, un Comité Técnico de Admisibilidad.

Todos ellos tuvieron la responsabilidad de crear el anteproyecto de una nueva Constitución.

Lo que vino después es, a pesar de todas las salvaguardas previstas, de ingentes intentos de diversos sectores y de múltiples llamados de atención del Comité de Expertos, el colofón del desastre final.

El sector de extrema derecha, los llamados Republicanos, que obtuvieron la mayoría de los escaños de consejeros, se embriagaron con su victoria circunstancial e impusieron una propuesta de la ultraderecha política y, de este modo, se erigieron como los representantes, por ejemplo, de la Confederación de Comercio, de la Cámara Chilena de la Construcción y de los más poderosos grupos económicos del país, forzando, en definitiva, una propuesta Republicana que buscaba asegurar y profundizar un sistema económico profundamente desigual, fortaleciendo las disparidades sociales.

En este contexto, la derecha en bloque se la jugó con todo para lograr el triunfo del “A favor”, poniendo todo su capital en esta cruzada, lo que queda en toda evidencia con los siguientes datos del SERVEL:

…de acuerdo al último registro del Servel, el “A favor” recibió

$948.677.408 en transferencias personales, mientras que el “En contra”

sólo $61.133.7800.”

Los medios de comunicación tradicionales, por su parte, jugaron un rol malsano, convirtiéndose en instrumento de los poderosos, intentando instalar un estado de temor permanente en la opinión pública, con bombardeo de noticias alarmantes de un país que vivía el caos y, subliminalmente, forzando el mensaje de que en el voto “A Favor” estaba la solución para todos los males que aquejan al país.

Obviamente, el triunfo del “En Contra”, fue la lucha de David contra Goliath y debe ser el faro que nos guíe ante el desafío de avanzar en la construcción de una sociedad más justa.

La derecha soberbia y brutal no renunciará a su esencia, esa que forma parte de su misma génesis, es decir, defender el capital y el poder.

Es así como, hasta hoy, no hay una sola autocrítica de su deleznable actuar contra Chile y, por el contrario, buscan por todos los medios profundizar las dificultades y entorpecer la labor del gobierno, promoviendo acusaciones constitucionales, tan espurias como inútiles, y tratando de obstaculizar toda iniciativa que promueva las soluciones que la sociedad chilena espera con ansias.

¿Y qué hacer? ¿Quién tomará este desafío?

Corresponde al Socialismo Chileno y al mundo progresista, no solo liderar los cambios tan necesarios en pensiones, salud, educación, medio ambiente, por nombrar algunos.

Corresponde al Socialismo chileno, en definitiva, izar más altas sus banderas y marchar con paso firme hacia sus objetivos, es decir, tener la amplitud e idoneidad necesarias para liderar y, de este modo, construir las mayorías políticas y sociales necesarias para no solo impulsar los cambios, sino también ir construyendo un programa de acción enmarcado con las demandas de la ciudadanía.

Los y las Socialistas tienen la palabra y deben dar los pasos que requieren los tiempos actuales.

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