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Ya se cambió a ministros, ahora que mejore la forma de gobernar

Crédito foto: DIRECCIÓN DE PRENSA, PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE CHILE

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Crédito foto: DIRECCIÓN DE PRENSA, PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE CHILE

“No estamos partiendo de cero”, dijo Boric al renovar el gabinete, pero la verdad es que se está partiendo de nuevo, “que no es lo mismo, pero es igual”.

Para los gobiernos que hemos tenido desde la recuperación de la democracia, el año inaugural es el momento del gran impulso, la oportunidad en que se presentan -y hasta se pueden aprobar- sus más importantes iniciativas, en gran parte preparadas antes de asumir. Se anticiparon a su propia llegada.

Así lograron que sus iniciativas emblemáticas pudieran ser discutidas, aprobadas, implementadas y que mostraran sus primeros frutos en el último tercio del mandato. De otro modo, permanecer en el poder resulta una quimera.

Ahora sabemos lo que ocurre cuando se produce una falla simultánea de las que fueron, por décadas, las dos coaliciones principales. Comprobamos que un tercer actor consume un año completo en afianzarse en el poder.

La imagen del primer gabinete poco se parece a la que tenemos hoy. El comité político se ha reestructurado casi por entero, Relaciones Exteriores se renovó al completo y donde había una coalición predominante con acompañamiento, ahora existen dos equilibradas, si es que no han intercambiado sus posiciones.

Quien fue ratificado en sus funciones fue el compañero Desprolijo, a cargo de la implementación de la puesta en escena. Esto no parece importarle a nadie en Palacio. Por lo mismo, se sigue actuando como si fuera el país el que debe acostumbrarse a la falta de previsión, en vez de ser sus ocupantes pasajeros quienes debieran enmendar conducta.

El ajuste en el que se ha embarcado el gobierno no se ha detenido. La preocupación de muchos es el de la presencia regional del Ejecutivo. Allí se sabe, aunque los medios nacionales ni lo adviertan, que la administración es más débil que lo mostrado en el inicio a nivel nacional.

Para cuando el proceso se termine, el calendario electoral lo estará invadiendo todo. En un gobierno corto, reforma postergada es reforma que no se termina o queda pasada por la olla de un jíbaro. Quien no es prolijo, lo que pierde es tiempo.

Boric, no obstante, no se deja amedrentar por las dificultades. Sabe que el punto en el que nos encontramos marca el fracaso de su administración, mirado desde los objetivos propuestos. Por eso negociará, aun en desventaja, para destrabar la reforma tributaria. La inacción dejaría al gobierno a la deriva.

Además, se acaba de agotar la opción de cambiar colaboradores para que el Presidente se salve de la evaluación negativa. A partir de ahora, nadie se va a poder convencer de que, si las cosas no mejoran, se debe a los que ocupan los puestos de los designados, se apuntará a las decisiones de quién los designa.

Lo que no se logró por una buena gestión inicial, habrá de conseguirlo por la habilidad de negociar con altura de miras con los adversarios. Boric se podrá inspirar en Allende, pero para gobernar se orienta por Aylwin.

En su más reciente libro, Henry Kissinger recuerda estas palabras de Konrad Adenauer: “La política es una acción pragmática en aras de fines morales”. Son palabras mayores. Implica no perder el rumbo, sin pretender caminar sobre las nubes. Por eso votamos por presidentes y no por administradores.

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