Periodista y Psicóloga.
Los comicios del domingo 21 de noviembre son los más importantes desde la encrucijada ante el SI y el NO de 1988, elección en la cual los chilenos debíamos decidir si seguíamos con la Dictadura de Pinochet o volvíamos a la Democracia. Así de crucial es el momento que enfrentamos. Y, comparándolo con un hecho político más reciente, tan importante como si votábamos Apruebo o Rechazo en relación a la posibilidad de redactar una nueva Constitución para Chile.
En ambas cruciales elecciones, ganamos. En ambas por amplio margen, a pesar de tener gobiernos en contra y –como en el caso del Plebiscito de 1988- una férrea Dictadura dispuesta a no entregar su poder. En el caso de la elección del 21 de noviembre de 2020, una vez más la vivimos en un gobierno de derecha, desatado luchando contra el triunfo de la oposición.
Hoy enfrentamos este nuevo momento decisivo. La derecha sabe que se juega su futuro y, recordando su aplastante derrota del 2020, está usando todo su arsenal para lograr que no gane la oposición. Campaña del terror incluida, en forma brutal y descarada, como solo la derecha sabe hacerlo. No les cuesta mucho. En este caso tienen el gobierno, tienen el poder de los grandes medios de comunicación, tienen al empresariado y tienen al chileno incauto y temeroso que, bombardeado de esta forma, puede caer en la trampa.
Pero lo único que hay que tener claro es que hay que ir a votar. Si nos movilizamos todos quienes estamos contra el retorno de un gobierno dictatorial y pinochetista, y vamos a emitir nuestro voto, ganamos esta elección. Como señala el analista electoral, Mauricio Morales, durante la última semana el candidato Kast cometió un error crucial: cambiar el eje anterior de su campaña orden/caos, llevándolo al eje democracia/autoritarismo. Y allí tiene todas las de perder porque solo al derecha pinochetista (que suma solo un 15%) avala el vuelco de Kast. Nadie pone a estas alturas en duda las horrendas violaciones a los derechos humanos durante la Dictadura militar y ponerlas en entredicho, como lo acaba de hacer Kast, es bastante suicida en términos políticos.
El padrón electoral chileno suma actualmente un total de 14.900.000 personas. Según datos del Servicio Electoral (Servel), en el plebiscito del 25 de octubre de 2020, donde el Apruebo ganó por prácticamente el 80%, votó un 50,9%, es decir, alrededor de 7,5 millones de personas, una cifra inédita desde que se estableció el voto voluntario. De acuerdo a los resultados obtenidos, menos de 2 millones (1.635.000) de personas votaron por la opción planteada por la derecha, es decir rechazar una nueva Constitución. El Apruebo sacó casi 6 millones de votos (5.893.000, o sea un 78,28%), obteniendo más del 70% en 15 de las 16 regiones del país.
Un hecho significativo durante las últimas elecciones ha sido el alza del porcentaje de votantes jóvenes. En el plebiscito del 25 de octubre del 2020 subió del 35% al 55% en tanto el porcentaje de votantes mayores –especialmente de tercera edad- bajo significativamente, en gran medida por la pandemia y el temor al contagio.
La anterior situación habla a favor de la posibilidad real de vencer al candidato más fuerte de la derecha, según las encuestas.
Si la derecha representara actualmente –como se supone- al 33% de las fuerzas políticas del país, se supone que, como tope, podría movilizar a 5 millones 200 mil personas a votar. Supongamos que llega al 40%. En ese caso, podría llevar como máximo a 5 millones 900 mil personas a votar. La opción de la oposición tendría, entonces, nueve millones restantes de electores, suponiendo que votara el 100% del padrón electoral. ¿Imposible? Es verdad.
Saquemos entonces cuentas más realistas. Supongamos que en segunda vuelta vota, al igual que en el 2020, el 50,1% del padrón electoral y la opción Kast logra mover al 40%, es decir a 3.040.000 personas. Las fuerzas de oposición deben sumar 3.900.000 personas tras el candidato o la candidata que gane la primera vuelta. Con ello se tiene el 51% de los votos.
Ahora, si una de cada cinco personas de las que votaron apruebo en el 2020 logra movilizar a un votante remolón, aparece un millón 160 mil nuevos votos disponibles para dar el triunfo a la oposición. Hay que recordar que el cambio de enfoque de Kast en la última semana lo desfavorece en la segunda vuelta, como también señala Mauricio Morales. La base pinochetista del candidato es irreductible pero solo suma, como señalamos, el 15%.
El desafío de la oposición es entonces sumar votantes jóvenes. Y enseñarles lo que representa Kast, porque probablemente no ven la gravedad de esa opción. No vivieron una dictadura como lo hicimos los más viejos.
Por otro lado, nuestros cálculos se basan en una suposición idílica para la derecha. Que logra mover al 40% de votantes que supone le pertenecen. Pero cabe la pregunta: ¿Estará la derecha en pleno dispuesta a votar por un candidato como Kast? ¿Estará dispuesta a volver la rueda de la historia 49 años atrás? ¿Estarán dispuestas la Fuerzas Armadas a hacer el trabajo sucio ideado por los ideólogos del fascismo, para después quedar –como lo denuncian una y otra vez- “abandonadas a su suerte”? ¿Estará el general de ejército que le dijo a Piñera en medio el estallido que él no estaba en guerra con nadie, a salir a la calle a matar bajo las órdenes de un Kast?
En fin. La tarea de la derecha es juntar sus votos. La nuestra es hacer lo propio con los nuestros. Y para nosotros es más fácil porque los nuestros son más. Ese es un hecho estadísticamente indesmentible. Sea quien sea el candidato que llegue a segunda vuelta, somos más para apoyarlo. ¿Qué hay grupos de jóvenes que no van a ir a votar porque nadie los interpreta porque lo suyo era la revolución? Sí, es verdad. Pero son porcentajes marginales. La gran masa de jóvenes está por hacer historia en esta elección. Por dar un vuelco al escenario político. Por cerrar finalmente un ciclo. Por abrir nuevos nuevos caminos, antes no contemplados. Por cambiar la piel y renovar las hojas.
De modo que la tarea es salir a buscar a los electores que otras veces se han quedado en la casa. Ellos están allí y son nuestros. Hay que encontrarlos y sumarlos. Porque no cabe duda que ellos no querrán lamentarse después frente a la leche derramada. En este caso, esa leche no será tal sino un peligroso veneno que nos puede llegar a enfermar y, finalmente, a matar como Nación. Es lo que está en juego.
