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Cuando quedan muy pocas semanas para la mega elección del 10 y 11 de abril, del todo o nada seguras de acuerdo a las altas cifras de contagios por Covid 19, y con una población de más de 9 millones de personas confinadas, el panorama político no se ve nada auspicioso. Es de sentido común, preguntarse cómo esos y esas postulantes a constituyentes, alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas, gobernadores y gobernadoras están haciendo campaña en medio de la adversidad.

A lo anterior se suma que las presidenciales de fin de año se adelantaron en medio de esta vorágine. De alguna manera, relegaron a un segundo plano el hecho que Chile tendrá una nueva Constitución. La ciudadanía se encuentra no solo huérfana, sino ignorante por quién podría representarlas en los destinos de un país por los próximos 50 años. Obviamente, hay ansiedad y desinformación.

Otro cuento es la amplia gama de los y las candidatas que quieren llegar al Palacio de La Moneda. Prácticamente todos y todas siguen el mismo guion de siempre, como quizá no entienden o no quieren entender que, un 18 de octubre de 2019, Chile cambió. Porfiadamente siguen las mismas pautas comunicacionales de los últimos 30 años, no logrando diferenciar y empatizar con los temas duros o blandos.

Duros, los que tienen relación con la coyuntura política actual, lo que los expertos han denominado “los temas país”. Blandos, los que tienen que ver con la lucha que millones de chilenos y chilenas padecen día a día, y que la administración Piñera ha sido incapaz de enfrentar. No se trata de un video, una nota informativa, una cuña más. Se trata de cómo se le habla -con la sensibilidad que se requiere- a esos chilenos y chilenas que sufren cotidianamente de cómo parar la olla todos los días, expresado coloquialmente. Algunos dicen que les falta calle, y ninguno o ninguna se escapa a ello. Puede ser. Quizá falta escuchar más a ese mundo popular que se enfrente a dos pandemias no reconocidas: la sanitaria y la desigualdad social. Más allá de los eslóganes de turno, meterse en la piel de los sufrientes, de los vulnerables de siempre, no es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Menos “tele”, más calle y población, y eso corre para todas y todos.

Y ya contamos con un triste antecedente. La imposibilidad de buscar un acuerdo común de toda la oposición, sin exclusiones, para redactar la nueva Constitución. No hubo caso y nadie puede asegurar qué texto saldrá finalmente porque los egos, la pelea chica, entre otras cosas, primó más que la unidad. La ciudadanía no es tonta. Quizá la mayoría no tenga ni un Magíster o un Doctorado que lo haga más importante, pero sabe muy bien en quién o no confiar.

Para esa gran mayoría ciudadana sería un verdadero calvario la continuidad del mismo modelo y gobierno que nos rige hoy. Una derecha ampliamente sobrerepresentada por la evidente fractura que se auto impone la oposición.

Al final del día, la clase política tendrá que dar cuenta a la ciudanía de lo que hagan o dejen de hacer. Solo de ustedes depende…

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