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TVN en el Abismo

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Televisión Nacional de Chile vive su propia teleserie, quizá la de mayor rating, pero con actores que no vienen precisamente de la dramaturgia, sino de un modelo de negocio que ha llevado a Canal 7 prácticamente a la bancarrota.

Malas decisiones en la parrilla televisiva, contratación de rostros con sueldos millonarios que no ha dado muchos resultado y una programación cultural casi inexistente, lo cual se terminó traduciendo en cientos de despidos a trabajadores y trabajadoras emblemáticos, en el supuesto canal de todos los chilenas y chilenas. A lo anterior, hay que añadir su propia coyuntura televisiva: el fallecimiento del animador ancla de TVN, Felipe Camiroaga, y la partida a Megavisión de la creadora de teleseries, María Eugenia Rencoret. De ahí, en adelante, esta casa televisiva nunca más ha sido la misma.

El principal problema de Televisión Nacional de Chile es que se convirtió en un canal más de la competencia. Dependía y depende  de la torta publicitaria que se reparte de acuerdo al rating y si eso va mal, que ha sido así en los últimos 9 años, la debacle era más que evidente.

Las primera manifestaciones que todo iba de mal en peor, se dio bajo la primera administración Piñera. Viendo el posible descalabro, ese Gobierno tomó la decisión de ampliar los servicios de la casa televisiva a través de una modificación a la Ley Nº 19.132. Es decir, seguir con el mismo modelo de negocio que cualquier canal del ámbito privado. Con ello, se esgrimía que TVN podría salir del hoyo económico en que se encontraba. El Senado de la época, en 2012, correcciones más, correcciones menos, aprobó dicha iniciativa gubernamental, pero desde ese año dicha iniciativa legal se encuentra estancada y sin movimiento alguno.

Bajo la presidencia de Michelle Bachelet la orientación fue otra: crear una segunda señal en el plano cultural. La ley fue aprobada bajo su administración, pero los recursos económicos, hasta el día de hoy, Hacienda se ha negado a entregarlos.

Con todo lo anterior, existe la sospecha que la derecha y sus gobiernos no han hecho otra cosa que jibarizar a TVN, negándole la sal y el agua, y dejándolo prácticamente en la UTI. A todas luces, no les interesa contar con un canal público y la desidia es pan de cada día. Ahí está la renuncia del ex Presidente del Directorio Francisco Orrego que, en los meses que estuvo, solo se enfrascó en batallar contra el hoy también ex director ejecutivo Jaime de Aguirre. El otrora “rey Midas” de la televisión y ex trabajador del mismo Sebastián Piñera en Chilevisión, no le quedó otra que auto despedirse, cuando el Presidente Piñera, en un programa de Televisión Nacional, le quitó todo el piso que le quedaba. A lo anterior, y reconocido por la misma vocera de Gobierno, Cecilia Pérez, se suma  que su administración dejó en la orfandad a su carta en el directorio de TVN.

Pero el revés económico no es lo único que está en cuestión hoy en día, sino el modelo de televisión pública que podría llegar a ser. Está en cuestión también, la composición de su Directorio que sigue hasta ahora reflejando el duopolio de dos coaliciones políticas, cuando el arco ideológico es mucho más que eso. En ese sentido, la clase política chilena tampoco ha estado a las alturas de las circunstancias.

Una cosa diametralmente distinta acontece en otras latitudes del planeta, en cuanto a construir televisión pública con mayúsculas. Tanto en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia son los ciudadanos y ciudadanas las que ayudan a financiar su propia televisión. A  través de un impuesto anual, más bien simbólico, en los casos alemán, inglés y francés, significa un financiamiento cercano el 70 por ciento. Con lo anterior, se resguarda que el pluralismo, la autonomía y las decisiones editoriales no respondan al gobierno de turno y que el “consejo editorial” esté integrado por académicos, miembros de la sociedad civil y algún personero gubernamental.

Teniendo estos ejemplos exitosos de modelo de televisión pública, llama la atención que no se repliquen en Chile, cuando las autoridades, a través de la historia, no han hecho otra cosa que replicar iniciativas foráneas. O sí deberíamos llamarnos la atención, pues existe en los sectores más derechistas que TVN deje de existir, como así ocurrió a comienzos de los 90s con la venta de Radio Nacional de Chile y, con Sebastián Piñera, una crónica de muerte anunciada, al ponerle la lápida al diario La Nación.

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